Corazón de la Iglesia: palabra, adoración, comunidad, servicio

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
El anuncio del Evangelio de Marcos, proclamado el domingo 9 de septiembre, de la curación del hombre que sufría de sordera, acompañada por un impedimento del habla, revela la misión del Señor Jesús y de la Iglesia. “El Verbo se hizo carne y vivió entre nosotros” (Prólogo del Evangelio de San Juan). En este milagro único, la humanidad y la divinidad de Jesús brillan. En resumen, Jesús respondió a la súplica de la multitud bulliciosa al separarse con el hombre para lograr su cura. Jesús tocó sus oídos y escupiendo, tocó su lengua y mirando al cielo, gimió y dijo: “que sean abiertos”. En ese momento el cielo y la tierra estaban en armonía y la curación física conducía a alabanzas de gratitud que no podían ser silenciadas.
Desde el principio, la misión de la Iglesia, con la mente y el corazón de Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo, trajo su mensaje salvador a todos los que tenían oídos para escuchar. De la carta de Santiago, también de las escrituras del último fin de semana, escuchamos que las divisiones surgieron al principio en la incipiente comunidad cristiana. A los ricos se les dio un tratamiento de primera clase y los pobres se quedaron en los márgenes de la comunidad reunida. Inmediatamente, el Espíritu de Dios convenció e iluminó a los discípulos para cambiar su forma de pensar y actuar. En virtud de la sangre salvadora del Señor que une a los que están lejos y los que están cerca (Efesios), todos los bautizados tienen igual dignidad alrededor de la mesa del Señor, ricos y pobres, judíos y griegos, hombres y mujeres, esclavos y libres (Gálatas) Los primeros cristianos aprendieron rápidamente en Jerusalén, cuando recordamos los Hechos de los Apóstoles, que la orden de los diáconos se estableció por Diakonia – servicio amoroso – para satisfacer las necesidades crecientes de la comunidad de Jerusalén. La acción del Señor en la Última Cena, cuando lavó los pies de sus discípulos, fomentó la visión de los primeros cristianos quienes se cuidaban unos a otros de una manera totalmente desconocida en el Imperio Romano. En contraste con la cultura brutal del primer siglo, el cristianismo y los primeros cristianos fueron cálidos, acogedores, amables y generosos y la cultura cristiana primitiva fue profundamente personal. Extendieron el toque salvador y sanador del Señor sin costo para muchos al margen de la sociedad
La palabra, el culto, la comunidad y el servicio marcaron a estos primeros cristianos y, de hecho, se abrieron los oídos para escuchar la Palabra salvadora, las bocas se unieron en alabanza y las manos en servicio amoroso. Con el tiempo, a los diáconos se les confió la administración de los recursos materiales de la Iglesia, y el rapaz Imperio Romano pensó que podría enriquecer sus arcas confiscando la propiedad y la riqueza de los cristianos. A mediados del siglo III, el Diácono Lawrence, quien en su martirio se convirtió en el patrón de Roma, recibió la orden de entregar la riqueza de la Iglesia al gobernador. Reunió a los pobres, a los cojos, a los ciegos, a los leprosos, etc. y los exhibió ante el gobernador, anunciando que éstos eran la riqueza y la fortuna de la Iglesia. Esto no lo impresionó y martirizaron a Lawrence sobre un carbón ardiente. De maneras creativas, en diferentes momentos y escenarios mundiales, la Iglesia ha encarnado la misión de Jesucristo de tocar el mundo con la curación, la esperanza y una nueva vida en el Reino de Dios.
El viernes 7 de septiembre por la noche, Jim Caveizel hizo una aparición especial en Jackson en nombre de Caridades Católicas (Catholic Charities, por su nombre en inglés) e inspiró a todos por su profundo compromiso con el Señor y su fe católica. Comenzó su presentación con un clip de la Madre Teresa en el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 1977. La piedra angular de su inspirador discurso fue que nunca habrá paz mientras el aborto haga estragos a la vida en el útero. Eso hizo que más de unos pocos en el público se sintieran incómodos en esa ocasión, pero Santa Teresa de Calcuta no se disculpó porque la dignidad de la vida está en todas las etapas. Ella capturó la imaginación de todo el mundo cuando se adentró en la suciedad y la miseria de los peores barrios de Calcuta, India. Cada día que se despertaba, trabajaba con los olvidados, con los más pobres entre los pobres, las víctimas del HIV, y los cuidaba como si fuera el mismo Jesús. A partir de esta introducción, Jim Caveizel resaltó el trabajo de Caridades Católicas como un ejemplo vivo que respira lo que significa pertenecer a Jesucristo y aceptar su misión. Escuchar y seguir el llamado del Señor, observó Caveizel, puede tener un gran costo, pero ¿de qué sirve ganar todo el mundo y perder el alma? Cuando el Señor nos toca, entendemos los versículos finales de las escrituras del último domingo de la carta de Santiago, “somos llamados a ser ricos en fe, herederos del Reino, que Dios prometió a los que lo aman”. Durante estos días de angustia por muchas víctimas de abuso sexual y sus familias, y por aquellos que aman a la Iglesia, que nuestras oraciones gimientes dirigidas al cielo y nuestras acciones de servicio amoroso abran los corazones y las mentes de todos los que sufren y reciban la curación del Señor, la esperanza y la paz.

Cristo está en el centro de la formación de la fe

+ Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
En temporada y fuera de temporada, el Señor nos llama a crecer en sabiduría, conocimiento y gracia, como sus discípulos. Este es el trabajo de la conversión, la formación de la fe y, en última instancia, la santidad. En un horario continuo durante esta temporada del año, nuestras Escuelas Católicas, Certificación de Formación de Fe para Adultos, programas de Educación Religiosa, R.C.I.A., preparación Sacramental, cursos de las Escrituras, Días de Formación de Fe, retiros, capacitación en Ambiente Seguro y más, continúan con gran celo y esperanza.
Nuestra visión diocesana de discípulos inspiradores, sirviendo a los demás y abrazando la diversidad se renueva una vez más. Esta manifestación externa de la actividad de la colmena se basa en un verano lleno de merecido descanso, revisión del año pasado y planificación para la nueva temporada.
El trabajo de formación en la fe es una misión de 12 meses y estoy eternamente agradecido a todos los que permanecen en el camino escuchando el llamado del Señor Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.
A principios de este año, el 19 de marzo, el Papa Francisco abrió una puerta para todos los que están comprometidos en la misión de evangelización y formación de fe con su Exhortación Apostólica, “Guadete et Exultate( Regocijate y sé feliz), el llamado a la santidad en el mundo moderno”. Esta exhortación inspiradora y legible comienza con los santos que nos animan y nos acompañan, y los santos de la puerta de al lado.
Por supuesto, el primer grupo es la Nube de Testigos que ya está alrededor del trono de Dios, como se describe en la carta a los hebreos y el libro del Apocalipsis, y el último se refiere a miembros de la familia, vecinos, feligreses y amigos. Una de las gemas de este documento es la sección sobre las Bienaventuranzas que es una brújula para que todos los discípulos abracen la mente y el corazón del Señor.
Nuestras Escuelas Católicas han elegido las Bienaventuranzas como centro para el enfoque de este año. Otra oportunidad de oro para el liderazgo diocesano es nuestra convocatoria de otoño, cuyo tema es “Formar discípulos intencionales”.
Sherry Weddell, autora del libro de referencia sobre los discípulos intencionales y conferencista nacional en demanda, aceptó nuestra invitación a nuestra convocatoria de tres días por nuestra visión diocesana de Inspirar a discípulos- Servir a los demás- Abrazar la diversidad. Felicitaciones a nuestro Comité de Formación Continua por este resultado excepcional.
Lo anterior es un notable paquete de formación de fe y evangelización, pero quiero reflexionar sobre lo que para todos nosotros es la fuente y la cumbre de toda formación, evangelización y santidad, la Misa.
Durante las últimas cinco semanas, la Iglesia en todo el mundo católico ha proclamado el discurso del Pan de Vida del sexto capítulo en el Evangelio de San Juan. Hoy fue el diálogo culminante entre Jesús y aquellos que estaban luchando por comprender sus impactantes palabras. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo los resucitaré en el último día. Porque mi carne es comida real y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en ellos. Así como el Padre viviente me envió y yo vivo por el Padre, así también el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Este es el pan de vida que bajó del cielo. Sus antepasados comieron el maná y murieron, pero el que se alimenta de este pan vivirá para siempre “.
La Eucaristía, Palabra y Sacramento, la presencia real de Jesucristo, el Hijo de Dios es una formación permanente para todos los discípulos. Nosotros en el mundo católico tenemos el don y el misterio de la fe eucarística, que ha sido nuestro alimento para el viaje en el camino a la vida eterna. Yo los animo a todos en la formación de la fe a que nunca se cansen de integrar plenamente a todos en la vida sacramental de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía.
Palabra, adoración, comunidad y servicio son el paquete total de lo que significa pertenecer a Jesucristo, el Pan de Vida, el Maestro, quien nos lleva al Padre en el poder del Espíritu Santo.
A medida que la miasma de la crisis de abuso sexual envuelve a la Iglesia una vez más, no olvidemos que una de nuestras prioridades pastorales críticas es el mandato del Evangelio de perdonar, sanar y reconciliar a las comunidades.
La evangelización y la formación de la fe no son posibles sin arrepentimiento y conversión. Gracias a Dios, la Iglesia ha plantado muchas de estas semillas que han crecido y continúan floreciendo en todos nuestros ministerios.
Las víctimas de abuso sexual y sus familias son la prioridad para recibir sanación y reconciliación y nunca debemos cansarnos de restaurar la vida a través de la misericordia de Dios y la justicia al pie de la Cruz.
Gracias a todos los que diariamente fomentamos entornos seguros para nuestros niños y jóvenes y a los que acompañan a las víctimas que están en el camino de la curación y la esperanza. Nada es imposible para Dios, porque Dios es Amor.

Christ at the center of faith formation

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
In season and out of season the Lord calls us to grow in wisdom, knowledge and grace as his disciples. This is the work of conversion, faith formation and ultimately, holiness. On a rolling timetable during this season of the year our Catholic Schools, Adult Faith Formation Certification, Religious Education programs, R.C.I.A., Sacramental preparation, scripture courses, Faith Formation Days, retreats, Safe Environment training and more, resume with great zeal and hope.
Our Diocesan Vision of Inspiring Disciples, Serving Others and Embracing Diversity is renewed once again. This external manifestation of beehive activity rests upon a summer full of well-deserved rest, review of the past year and planning for the new season. The work of faith formation is a 12-month quest and I am eternally grateful to all who remain on the path hearing the call of the Lord Jesus, the Way, the Truth and the Life.
Earlier this year on March 19, Pope Francis opened a door for all who are engaged in the mission of evangelization and faith formation with his Apostolic Exhortation, “Guadete et Exultate (Rejoice and be Glad), the Call to Holiness in the Modern World.” This inspiring and readable exhortation begins with the Saints who encourage and accompany us, and the Saints next door.” Of course, the former is the Cloud of Witnesses already around the throne of God, as described in the letter to the Hebrews and the book of Revelation, and the latter refers to family members, neighbors, parishioners and friends. One of the gems of this document is the section on the Beatitudes that is a compass for all disciples to embrace the Lord’s mind and heart.
Our Catholic Schools have chosen the Beatitudes as central to this year’s focus. Another golden opportunity for diocesan leadership is our fall convocation whose theme is “Forming Intentional Disciples.” Sherry Weddell, the author of the landmark book pertaining to intentional disciples, and a national speaker in demand, accepted our invitation to our three-day convocation because of our Diocesan Vision to Inspire Disciples-Serve Others-Embrace Diversity. Kudos to our Continuing Formation Committee for this exceptional outcome.
The above is a remarkable package of faith formation and evangelization, but I want to reflect upon what for all of us is the source and summit of all formation, evangelization and holiness, the Mass. During the past five weeks the Church throughout the Catholic world has proclaimed the Bread of Life discourse from the sixth Chapter in Saint John’s Gospel. Today was the culminating dialogue between Jesus and those who were struggling to understand his shocking words. “Whoever eats my flesh and drinks my blood has eternal life, and I will raise them up at the last day. For my flesh is real food and my blood is real drink. Whoever eats my flesh and drinks my blood remains in me, and I in them. Just as the living Father sent me and I live because of the Father, so the one who feeds on me will live because of me. This is the bread that came down from heaven. Your ancestors ate manna and died, but whoever feeds on this bread will live forever.”
The Eucharist, Word and Sacrament, the real presence of Jesus Christ, the Son of God, is life-long formation for all disciples. We in the Catholic world have the gift and mystery of Eucharistic faith that has been our food for the journey on the path to eternal life. I encourage all in faith formation to never tire of fully integrating everyone in faith formation into the sacramental life of the Church, especially the Eucharist. Word, worship, community and service are the total package of what it means to belong to Jesus Christ, the Bread of Life, the Master Teacher draws us to the Father in the power of the Holy Spirit.
As the miasma of the sexual abuse crisis envelops the Church once again let us not forget that one of our critical pastoral priorities is the Gospel mandate to be forgiving, healing and reconciling communities. Evangelization and faith formation are not possible without repentance and conversion. Thanks be to God, the Church has planted many of these seeds which have grown and continue to flourish in all our ministries. The priority for healing and reconciliation are the victims of sexual abuse and their families, and we must never tire of restoring life through God’s mercy and justice at the foot of the Cross. Thank you to all who daily foster safe environments for our children and young people and who accompany victims who are on the path of healing and hope. Nothing is impossible for God, because God is love.

El abusado clama al cielo por justicia

+ Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
A lo largo de la Iglesia Católica en los Estados Unidos muchos están agonizando por las revelaciones de los crímenes, del Cardenal Theodore McCarrick contra menores, el flagrante abuso de poder y el comportamiento sexual desenfrenado con seminaristas y otros. Dolor, ira y vergüenza están ensombreciendo a los fieles y viejas heridas se reabren. Hay muchas preguntas sin respuesta, pero por más desagradable que sea la verdad, pues solo la verdad pondrá a las víctimas, sus familias y a la Iglesia en el camino hacia la sanación, la justicia y la nueva vida. La revelación del comportamiento pecaminoso de un prelado de alto rango en la Iglesia no resta valor a todo el buen trabajo que la Iglesia Católica ha hecho para proteger a los niños y jóvenes desde 2002, pero es un retroceso horrible en los esfuerzos para restaurar la confianza.
La vasta mayoría de las diócesis católicas en Estados Unidos han trabajado muy duro durante estos 16 años para ser fieles al documento conocido como La Carta de Dallas, titulada “ Promesa de Proteger y Compromiso de Sanar” (Promise to Protect and the Pledge to Heal; por su nombre en inglés). El fomento de entornos seguros en nuestros ministerios es ahora la norma, y el apoyo firme a las víctimas de abuso sexual que luchan por la sanación y la esperanza en sus vidas, ha sido un compromiso incansable.
Los resultados son dignos de elogio; los protocolos creados por los programas para una Iglesia de ambiente seguro han reducido significativamente los abusos a menores por miembros del personal de las iglesias. De igual manera sabemos que toma entre 20 y 30 años, como promedio, para que una víctima se decida a dar un paso adelante y cuente su trágica historia. Este fue el caso de las víctimas del Cardenal McCarrick. Muchos nunca revelan su herida porque es demasiado doloroso el hacerlo. Esta es la razón por la cual difundimos repetidamente la declaración que alienta, a todas las víctimas de abuso sexual por parte del personal de la Iglesia, a presentarse sin importar cuánto tiempo haya pasado desde ocurrido el abuso. El sufrimiento no tiene estatuto de limitaciones.
El abuso sexual es un mal y un crimen que causa estragos, destrucción y desesperación, por tanto el enemigo, el maligno se regocija en esto porque el abuso está envuelto en tinieblas, mentiras y vergüenza. El abuso desata el poder del infierno sobre las víctimas y sus familias y con frecuencia se propaga de una generación a otra, a menos que el ciclo se rompa a la luz de la verdad, la curación y la reconciliación.
Al principio de mi sacerdocio, durante un período de 15 años, tuve la oportunidad de enseñar Desarrollo Humano a adolescentes en tres de nuestras escuelas primarias en la Diócesis de Scranton. El don de la sexualidad está floreciendo a esta edad, y el saber que hay personas en la Iglesia que se aprovechan de estos jóvenes, adolescentes y de los menores en cada etapa de su desarrollo es un ataque desmedido contra la dignidad humana.
En la Diócesis de Jackson nos comprometemos a fomentar ambientes seguros en nuestras Escuelas Católicas, en nuestros Programas de Educación Religiosa y en nuestros Ministerios de la Juventud para que los niños y jóvenes que nos han sido confiados puedan alcanzar el potencial dado por Dios en cada aspecto de sus vidas.
Además, serví como Director de Formación durante 14 años en nuestro Seminario Universitario en Scranton, Pensilvania y escuchar de la explotación de jóvenes que están discerniendo una vocación por aquellos en autoridad y supuestos a nutrirlos, también clama al cielo por justicia. La transparencia y el cultivo de una cultura de confianza, respeto y responsabilidad son las normas de los seminarios donde nuestros seminaristas de Jackson están formándose: Saint Ben’s (Colegio Seminario St. Joseph) en Covington, Luisiana; Notre Dame en Nueva Orleans y el Sagrado Corazón en Hales Corner, Wisconsin.
Durante los dos últimos años, como miembro de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB; por sus siglas en inglés), he estado sirviendo en el Comité para la Protección de Niños y Jóvenes. Esto me sitúa en el centro de la resolución permanente de la Iglesia de proteger y sanar, tal como se establece en La Carta de Dallas y de aplicar estos esfuerzos y mejores prácticas a nuestra propia red de Ambientes Seguros en nuestra Diócesis.
La Carta dirige la acción en los siguientes asuntos:
• Crear un ambiente seguro para niños y jóvenes;
• Sanación y reconciliación de víctimas y sobrevivientes;
• Hacer una respuesta pronta y efectiva a las acusaciones;
• Cooperar con las autoridades civiles;
• Disciplinar a los culpables;
• Proporcionar medios de rendición de cuentas para garantizar en el futuro que el problema continúe siendo tratado de manera efectiva a través de la Secretaría de Protección de Niños y Jóvenes y la Junta Nacional de Revisión.
Que el Señor Jesús, que dio la bienvenida a los niños y los abrazó en su amor, traiga la verdad que nos hará libres, la justicia que restablecerá las relaciones correctas con Dios y con los demás, la sanación y la reconciliación que son los estándares de todas las comunidades cristianas, su cuerpo, la Iglesia.

Abused cry out to heaven for justice

+Bishop Joseph R. Kopacz

+Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
Throughout the Catholic Church in the United States many are agonizing over the revelations of Cardinal Theodore McCarrick’s crimes against minors, flagrant abuse of power, and unrestrained sexual behavior with seminarians and others. Hurt, anger and shame are casting a widespread pall over the faithful as old wounds are ripped open. There are many unanswered questions but as ugly as the truth will be, the truth will set the victims and their families, and the Church on the path to healing, justice and new life.
The disclosure of the sinful behavior of a high-ranking prelate in the Church does not undermine all the good work that the Catholic Church has done to protect children and young people since 2002, but it is an awful setback in the efforts to restore trust. The vast majority of Catholic dioceses in the United States have worked hard during the past 16 years to be faithful to the Promise to Protect and the Pledge to Heal, the document we know as the Dallas Charter. The fostering of safe environments in our ministries is now the norm, and the steadfast support for victims of sexual abuse who struggle for healing and hope in their lives, has been an unflagging commitment.
The results are commendable because Church safe environment programs and protocols have reduced significantly the abuse of minors by Church personnel. However, we also know that it takes 20 to 30 years on average for a victim to muster the resolve to come forward with their tragic story. This was the case with Cardinal McCarrick’s victims. Many never reveal their woundedness because it is just too painful to do so.
This is the reason why we repeatedly disseminate the statement that encourages all victims of sexual abuse by Church personnel to come forward no matter how long ago the abuse occurred. Suffering has no statute of limitations. Sexual abuse is an evil and a crime that wreaks havoc, destruction and despair, and the enemy, the Evil One, loves it, because it is shrouded in darkness, lies and shame. It unleashes the power of hell upon victims and their families and it often spreads from one generation to the next unless the cycle is broken by the light of truth, healing and reconciliation.
Earlier in my priesthood, I had the opportunity to teach Human Development during a 15-year span to early adolescents in three of our elementary schools in the Diocese of Scranton. The gift of sexuality is flowering at this age and to know that there are those in the Church who would prey upon these young teens, and upon minors at each stage of their development, is an unconscionable assault against human dignity. In the Diocese of Jackson we are committed to foster safe environments in our Catholic Schools, in our Religious Education Programs and in our Youth Ministries so that the children and young people entrusted to us can reach their God-given potential in every aspect of their lives.
Moreover, I served as a Formation Director for 14 years at our College Seminary in Scranton, Pennsylvania and to hear of the exploitation of young men who are discerning a vocation by those in authority who should be nurturing them, also cries out to heaven for justice. Transparency and the cultivation of a culture of trust, respect and accountability are the standards at the seminaries where our Jackson seminarians are in formation: Saint Ben’s (St. Joseph Seminary College) in Covington, Louisiana, Notre Dame in New Orleans, and Sacred Heart in Hales Corner, Wisconsin.
For the past two years as a member of the United States Conference of Catholic Bishops, I have been serving on The Committee for the Protection of Children and Young People. This places me at the center of the Church’s ongoing resolve to protect and to heal as set forth in the Dallas Charter, and to apply these efforts and best practices to our own network of safe environments in our Diocese. The Charter directs action in all the following matters:
• Creating a safe environment for children and young people;
• Healing and reconciliation of victims and survivors;
• Making prompt and effective response to allegations;
• Cooperating with civil authorities;
• Disciplining offenders;
• Providing for means of accountability for the future to ensure the problem continues to be effectively dealt with through the Secretariat of Child and Youth Protection and the National Review Board.
May the Lord Jesus who welcomed the children and embraced them in his love, bring about the truth that will set us free, the justice that will restore right relationships with God and with one another, and the healing and reconciliation that are the standards of all Christian communities, his Body, the Church.

Getting out of the sacristy: looking at our pastoral priorities

Bishop Robert Barron

By Bishop Robert Barron
For the past several days, I’ve been with my Word on Fire team, filming for the Flannery O’Connor and Fulton Sheen episodes of our “Pivotal Players” series. Our journey has taken us from Chicago to New York to Washington, DC, and finally to Savannah and Millidgeville, Georgia.
At every step of the way, we have met numerous people who have been affected by Word on Fire materials: sermons, podcasts, YouTube videos, and the CATHOLICISM series. Many have told me that their exposure to Word on Fire started a process that led them back to the Church. Now, I’m telling you this not as an advertisement for my media ministry, but rather as an occasion to muse about what I consider to be a needful change in the way the Church thinks about its essential work.
Throughout all the years of my involvement with the Church, the parish has been taken as the crucial ecclesial institution. Talk to almost anyone involved in Catholic ministry during the past 50 years and you will hear ample criticism of lots of aspects of Church life, but you will, almost without exception, hear praise of the parish. I think here of Father Andrew Greeley’s lyrical evocations of the parish as a uniquely successful social and religious institution. Certainly within the context of diocesan priesthood, parish work is the unquestioned default position. Ministry outside of the parochial setting — hospital work, seminary work, teaching, administration, etc. — is acceptable, but it is generally seen as not quite what a diocesan priest ought to be doing. I think it’s fair to say that the overwhelming amount of our money, time, energy and personnel go into the maintenance of parish structures.
Now please don’t misunderstand me: I love the parish and believe in its importance passionately. Worship, instruction in discipleship, the building up of the community, formation for mission — all of this happens typically within the parish. I did full-time parish work for several years, and I’ve been involved in numerous parishes for the full 32 years of my priesthood. Now, as a regional bishop in the largest Archdiocese in the country, I supervise and regularly visit roughly 40 parishes. However, I do wonder whether, given the unique demands of our time, it might be wise to ask a few questions about our hyper-stress on the parish.
Survey after survey has shown that the number of the “nones,” or the religiously unaffiliated, is increasing dramatically in our country. Whereas in the early 1970s, those claiming no religion was around three percent, today it is close to 25 percent. And among the young, the figures are even more alarming: 40 percent of those younger than 40 have no religious affiliation, and fully 50 percent of Catholics younger than 40 claim to be “nones.” For every one person who joins the Catholic Church today, roughly six are leaving. And even those who identify as Catholic are spending very little time in and around parishes.
Most studies indicate that perhaps 20 to 25 percent of baptized Catholics attend Mass on a regular basis, and the numbers of those receiving the sacraments — especially baptism, confirmation, marriage — are in noticeable decline. Furthermore, objective analysis reveals — and I can testify from a good deal of personal experience — that a tiny percentage of the already small percentage who attend Mass typically participate in parish programs of education, social service, and spiritual renewal. The point — and again, this is to say absolutely nothing against those who do wonderful work within the parish — is that perhaps we should reconsider our priorities and focus, above all, on active evangelization, the great mission ad extra.
Pope Francis memorably told us to “get out of the sacristies and into the streets,” and to go “to the existential margins.” Especially in our Western context, the streets and the existential margins are where we find the “nones.” Two or three generations ago, we could trust that many people (Catholics certainly) would come to our institutions — schools, seminaries, and parishes — to be evangelized, but we absolutely cannot assume that today. But yet we still seem to devote most of our money, time, and attention to the maintenance of these institutions and their programs. Might it not be wiser to redirect our energies, money and personnel outward, so that we might move into the space where the un-evangelized, the fallen-away, the unaffiliated dwell? My humble suggestion is that a serious investment in social media and the formation of an army of young priests specifically educated and equipped to evangelize the culture through these means would be a desideratum. But that’s a subject for another column.
The last time Cardinal George addressed the priests of Chicago, at a convocation just about nine months before his death, he made a prophetic remark. He told the Chicago presbyterate that, at the beginning of the Church, there were no dioceses, no schools, no seminaries, and no parishes. But there were evangelists. He said that, in light of our present challenges, this is worth thinking about. He was right.

(This article first appeared at WordOnFire.org. Bishop Robert Barron is the founder of Word on Fire Catholic Ministries and Auxiliary Bishop of the Archdiocese of Los Angeles.)

Los obispos piden libertad para servir

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Recientemente la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) designó la semana del 22 al 29 de junio como la Semana de la Libertad Religiosa, la cual ha evolucionado a partir del surgimiento del Fortnight for Freedom (Quince días por la libertad) en 2008, precisamente en una temporada que culmina con la celebración de la fundación de nuestra nación, cada 4 de julio.
Este marco de tiempo guarda gran relevancia con el tema, tanto para nuestra sociedad al aproximarnos a la celebración anual de la libertad, como para nuestra Iglesia, pues da inicio en el día de santo Tomás Moro y san Juan Fisher, mártires por la libertad religiosa y concluye en el día de san Pedro y san Pablo, prototipos de los mártires en pro de la consciencia religiosa y de la integridad de la fe. «Pero ha sido difícil —afirma el presidente de la Comisión para la Libertad Religiosa de la USCCB, arzobispo Joseph Kurtz de Louisville — al nadar contracorriente en esta cultura. Algunas personas piensan que la libertad religiosa es una amenaza, pero la semana dedicada a la libertad religiosa gira en torno al Evangelio y tiene como propósito inspirar la cultura.” La libertad religiosa es la piedra angular de nuestra nación. La primera enmienda a la Constitución inicia con las siguientes palabras: “El Congreso no hará ley alguna respecto al establecimiento de la religión o a la prohibición de su libre ejercicio…”
Hablando en nombre de la Conferencia de Obispos Católicos, el arzobispo ha instado a los estadounidenses a orar y a “actuar apoyando la libertad religiosa dentro de esta nación y en el extranjero.” El arzobispo continuó: “La libertad religiosa permite el espacio a las personas de fe para servir a otros en el amor de Dios en ministerios tales como en la educación, adopción y tutela temporal, en la salud y en los servicios de inmigración y asilo.
Animamos a las personas de fe a reflexionar sobre la importancia de la libertad religiosa la cual hace posible que dispongamos del espacio para llevar a cabo nuestra misión de servicio y misericordia, e invitamos a todos a orar por nuestros hermanos y hermanas que enfrentan intensa persecución en otras partes del mundo.”
El tema en conmemoración de este año: “Sirviendo a otros en el amor de Dios” representa la naturaleza de la Iglesia por casi dos milenios. Comenzando con el Señor Jesús quien vino, no a ser servido sino a servir, es evidente en sí, en la Biblia y en nuestra tradición que la Iglesia es mayormente fiel a su Señor cuando lleva el manto del servicio a lo largo del camino a la salvación.
La Palabra, la alabanza, la comunidad y el servicio son los estándares de toda comunidad cristiana, y su libre ejercicio es la capacidad de correr a toda potencia, dentro de las estructuras de la Iglesia y como ciudadanos activos en la sociedad por el bien común a través de los servicios y ministerios de la Iglesia. El mandato del Señor es ir y hacer discípulos de todas las naciones, enseñándoles todo lo que les he mandado, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28). Frecuentemente, son nuestros ministerios y servicios los que atraen a las personas a la belleza, la verdad y la luz del Señor crucificado y resucitado, insuflando vida a nuestra evangelización, enseñanza y predicación.
Servir a los otros es central a nuestra visión diocesana y en ocasiones una bendición al echar una mirada larga y amorosa a lo que es real, al panorama de ministerios, trabajos y servicios que se desarrollan en diferentes ámbitos de nuestra diócesis. Esa visión está encarnada en nuestras parroquias y en la educación, en la salud y a través de Caridades Católicas. Es la generosidad de los fieles la que hace posible que esta visión se materialice, y esta abundante y generosa donación ocurre a diario, por medio de eventos destinados a recaudar fondos y a través del Service Appeal (Llamamiento al servicio) que se hace anualmente. En este sentido quiero agradecer a miles de personas a lo largo de toda la diócesis de Jackson quienes generosamente apoyan nuestro Catholic Service Appeal (Llamamiento católico anual al servicio). Este constituye un salvavidas para nuestra misión, visión y para los ministerios de las diversas estructuras diocesanas que representan a nuestra comunidad católica, así como en muchos otros rincones de nuestro estado como signo visible del amor de Cristo por todos. Puede estar seguro de que su apoyo le permite a la diócesis inspirar la cultura mediante el Evangelio, para dar lugar al Reino de Dios, y para servir a los demás en el amor de Dios. Este es el libre ejercicio de nuestra fe católica, en la temporada dedicada a la libertad religiosa o fuera de ella, en nuestras iglesias y en la sociedad. No nos cansemos nunca de ser discípulos y ciudadanos fieles en nombre de la vida, de la justicia y de la paz.
(Translated into Spanish by Mora & Iglesias, LLC, www.moraiglesias.com)

Obispo Joseph Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
A principios de este mes, los Obispos Católicos de los Estados Unidos se reunieron para la reunión anual de primavera en Fort Lauderdale para abordar un rango de realidades pastorales que actualmente afectan a la Iglesia y la sociedad de una manera u otra. Los obispos aprobaron las revisiones de la Carta para la Protección de Niños y Jóvenes, originalmente promulgada en 2002, reafirmando una vez más el compromiso de la Iglesia para proteger a nuestros niños y jóvenes, y para proporcionar sanación y reconciliación a cualquiera que se encuentre en nuestro medio que haya experimentado el flagelo de abuso sexual.
Hubo también una sincera y, a veces acalorada, discusión entre los obispos sobre el Documento de Ciudadanía Fiel que ha sido una herramienta de enseñanza en la formación de la conciencia en nuestra lucha para ser fieles discípulos católicos del Señor Jesús, así como ciudadanos comprometidos con el bien común de nuestras comunidades y nación. ¿Cuáles son los cambios necesarios en el texto para estar al tanto de los ataques actuales contra la dignidad de la persona humana, como la pobreza, el medio ambiente, la inmigración y el racismo? Esto provocó una serie de respuestas apasionadas.
Una expansión en las Directivas de Atención Médica que guían las fusiones actuales y futuras de los Sistemas de Salud Católica recibió la aprobación de los obispos, así como también desarrollos litúrgicos en el Misal Romano. Un documento en proceso durante algunos años, Encontrando a Cristo en Armonía, el cual trata sobre el rápido crecimiento de la población de católicos asiáticos y de las islas del Pacífico en los Estados Unidos, también recibió casi la aprobación unánime. Por último, el Obispo Shelton Fabre de Houma Thibodaux, Lousiana, dio una actualización sobre la carta pastoral sobre el racismo en la que los obispos votarán este año en Baltimore.
Con el telón de fondo de estos dos documentos, la Diócesis de Jackson se está preparando para formalizar la Causa por la Hermana Thea Bowman, FSPA, en noviembre de este año en la reunión anual de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Nuestro equipo diocesano ha estado trabajado diligentemente para seguir el proceso que nos da un espacio en la agenda de la reunión en noviembre que solicitará la aprobación de los obispos por la Causa de la Hermana Thea para su canonización. Esperamos que reciba el endoso incondicional del cuerpo de obispos y esta es una perspectiva emocionante para la Diócesis de Jackson y para la Iglesia en los Estados Unidos.
La Hermana Thea es reconocida ahora oficialmente como Sierva de Dios, el primer paso en el camino hacia la canonización formal. Su voz profética, su espíritu, su corazón y mente y su herencia son muy necesarios en nuestro mundo contemporáneo, en el hogar y en el extranjero mientras luchamos por superar todo lo que nos divide. Ella era una apasionada de su herencia afroamericana, así como de la creciente diversidad cultural en nuestra sociedad. El fruto podrido del racismo, un grupo étnico o racial contra otro, está desgarrando las costuras de nuestra sociedad.
Sin duda, la Carta Pastoral sobre el Racismo que los obispos promulgarán en noviembre está encarnada en la causa de la Hermana Thea, ya que su vida y su testimonio son suscitados por muchos dentro y fuera de la Iglesia. De un artículo del sacerdote redentorista, el Padre Maurice Nutt, el vicepostulador de su causa, nos adentramos en su asombrosa historia. Conozcan a la Hermana Thea Bowman, nieta de un esclavo en el camino hacia la canonización.
“Nació el 29 de diciembre de 1937 en Yazoo City, Mississippi. Su abuelo nació esclavo y ella fue criada en la fe Metodista. Después de que su familia se mudó a Canton, MS, Bowman fue matriculada en la escuela Holy Child Jesus. Allí se sintió atraída por la fe católica y a la edad de nueve años le preguntó a sus padres si podía convertirse. Cuando cumplió 15 años, Bowman se mudó a La Crosse, Wisconsin, y se unió a las Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpetua (FSPA), las religiosas que la inspiraron en la escuela Holy Child Jesús. Se convirtió en la primera Hermana afroamericana de esa orden”.
Su testimonio será una fuente de vida nueva para muchos a medida que su historia gane nueva tracción con la formalización de la Causa de Canonización. Los dejo con sus propias palabras que retratan su espíritu y visión. “¿Qué significa ser negro y católico? … Significa que me atraigo a mí misma, a mi ser negro. Todo lo que soy. Todo lo que tengo. Todo lo que espero llegar a ser. Traigo toda mi historia, mis tradiciones, mi experiencia, mi cultura, mi canción y baile afroamericano, y el gesto y movimiento y la enseñanza y la prédica y la curación y la responsabilidad como obsequio a la iglesia … Creo que la diferencia entre mí y algunas personas es que estoy contenta de hacer un poquito. A veces las personas piensan que tienen que hacer grandes cosas para hacer cambios, pero si cada uno enciende una vela, tendremos una luz tremenda”. Después de luchar contra el cáncer de mama, la Hermana Thea murió el 30 de marzo de 1990. Su Causa para la Canonización se inició oficialmente el 9 de febrero de 2018.

Bishops declare Sister Thea ‘Servant of God’

Bishop Joseph Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
Earlier this month the Catholic Bishops of the United States gathered for the annual spring meeting in Fort Lauderdale, Florida, to address a range of pastoral realities that currently affect the Church and society to one degree or another. The bishops approved the revisions for The Charter for the Protection of Children and Young People, originally promulgated in 2002, reaffirming once again the Church’s commitment to protect our children and youth, and to provide healing and reconciliation for any in our midst who have experienced the scourge of sexual abuse. (See page 19 for related story.)
There was also a hearty and, at times, heated discussion among the bishops over the Faithful Citizenship Document that has been a teaching tool in the formation of conscience in our struggle to be faithful Catholic disciples of the Lord Jesus, as well as citizens committed to the common good of our communities and nation. What are the necessary changes in the text to stay abreast of the current onslaughts against the dignity of the human person, such as poverty, the environment, immigration and racism? This evoked a number of passionate responses.
An expansion in the Health Care Directives that guide current and future mergers for Catholic Health Systems received the approval of the bishops, as well as well liturgical developments in the Roman Missal.
A document in the works for a few years, Encountering Christ in Harmony, addressing the rapidly growing population in the United States of Asian and Pacific Island Catholics, was also given near unanimous approval. Lastly, Bishop Shelton Fabre of Houma Thibodaux, Louisiana, gave an update regarding the pastoral letter on racism on which the bishops will vote later this year in Baltimore.
Against the backdrop of these two documents the dawn is breaking for the Diocese of Jackson as we prepare to formalize the Cause for Sister Thea Bowman, FSPA, in November of this year at the annual meeting of the United States Conference of Catholic Bishops.
Our diocesan team has been working assiduously in the background to follow the process that gives us a slot on the agenda for November’s meeting that will request the approval of the bishops for Sister Thea’s Cause for Canonization. We expect that she will receive wholehearted endorsement from the body of bishops and this is an exciting prospect for the Diocese of Jackson and for the Church in the United States.


Sister Thea is now officially recognized as Servant of God, the first step on the journey to formal canonization. Her prophetic voice, her spirit, her heart and mind and her heritage are sorely needed in our contemporary world, at home and abroad as we struggle to overcome all that divides us. She was passionate about her African American heritage as well as the growing cultural diversity in our society. The rotten fruit of racism, one ethnic or racial group against another, are tearing at the seams of our society. Without a doubt, the pastoral letter on racism that the bishops will promulgate in November is incarnated in Sister’s Thea’s cause as her life and witness – Continued from page 3 –
are raised up for many within the Church and far beyond.
From an article by the Redemptorist priest, Father Maurice Nutt, the Vice Postulator for her cause, we enter into her amazing story. Meet Sister Thea Bowman, granddaughter of a slave on the road to Canonization. “She was born on December 29, 1937, in Yazoo City, Mississippi. Her grandfather was born a slave and she was raised into the Methodist faith. After her family moved to Canton, Mississippi, Bowman was enrolled in Holy Child Jesus School. While there she was drawn to the Catholic faith and asked her parents if she could convert at age nine. When she turned 15 Bowman moved to La Crosse, Wisconsin, and joined the Franciscan Sisters of Perpetual Adoration (FSPA), the Religious Sisters who inspired her at Holy Child of Jesus school. She became the first African American Sister of that order.”
Her witness will be a fount of new life for many as her story gains new traction with the formalization of the Cause for Canonization. I leave you with her own words that portray her spirit and vision. “What does it mean to be black and Catholic?…It means that I bring myself, my black self. All that I am. All that I have. All that I hope to become. I bring my whole story, my traditions, my experience, my culture, my African-American song and dance and gesture and movement and teaching and preaching and healing and responsibility as gift to the church … I think the difference between me and some people is that I am content to do my little bit. Sometimes people think that they have to do big things in order to make change. But if each one would light a candle, we’d have a tremendous light.”
After struggling with breast cancer Sister Thea died on March 30, 1990. Her Cause for Canonization was officially opened on February 9, 2018.

Celebrando las ordenaciones

Obispo Joseph Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Homilia de la ordenación del Diácono Nick Adam y Deacon Aaron Williams el 31 de mayo de 2018, la Visitación
“Hijos mios ustedes van a ser ahora avanzados a la orden del presbiterado. Deben aplicar sus energías en la tarea de enseñar en el nombre de Cristo, el jefe maestro. Mediten sobre la ley de Dios: crean lo que lean, enseñen lo que creen, y pongan en práctica lo que enseñan. Dejen que la doctrina que enseñan sea alimento puro para el pueblo de Dios. De la misma manera deben llevar a cabo su misión de santificar en el poder de Cristo. En el memorial de la muerte y resurrección del Señor, hagan todos los esfuerzos posibles para morir al pecado y caminar en la vida nueva de Cristo. Cuando bauticen traerán a mujeres y hombres al pueblo de Dios. En el sacramento de la penitencia perdonarán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Con el aceite santo aliviarán y consolarán a los enfermos. Orecer alabanza y gracias a Dios durante todo el día, orando, no sólo por el pueblo de Dios, sino por el mundo entero. Recuerden siempre el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir y para buscar y rescatar a quienes estaban perdidos”.
* Desde el rito de la ordenación
Permítanos acompañar a María e Isabel mientras se encuentran la una a la otra en uno de los momentos más alegres en toda la Escritura. Las generaciones se encuentran cuando una mujer de edad bendice a las más jóvenes.
Decir que están entusiasmadas está muy lejos de la realidad. Son dos mujeres que el Espíritu Santo ha abrazado, y están en fuego por Dios. Han aceptado el plan de Dios en sus vidas y están liberadas. María está con todos aquellos que son llamados cuando están muy joven y Elizabeth con los llamados después que han pasado su juventud. Cantan hoy por todas los grandes mujeres olvidadas que han convertido a la eternidad a tiempo.
En este drama divino de salvación, pasamos a los diáconos Aaron y Nick que han aceptado la invitación del Señor Jesús a ser discípulos, amigos y sacerdotes de Jesucristo, sacerdotes de la Nueva Alianza para la Diócesis de Jackson en nuestros días. Como María, su “sí” a la llamada del Señor fue moldeada en sus familias a lo largo de muchos años, de muchas maneras ordinarias. Le agradecemos a sus familias por construir fuertes cimientos sobre los que construir. Como María e Isabel, han adaptado sus vidas con el plan de Dios para ellos, y poniendo un poco de nerviosismo aparte, proclaman la grandeza de Dios, y se regocijan en Dios su Salvador. Llamados por su nombre hemos afirmado su rotundo sí a estar aquí. Están deseoso de servir en la Iglesia para la salvación de todos. Su deseo de entrar en acción es como el caballo, Justificar, que ganó el Derby de Kentucky y el Preakness y pronto va a salir fuera de la puerta en el Belmont. El entusiasmo, la energía y el celo son los signos de una auténtica vocación, haciendo de la vida algo hermoso por Dios, como la madre Teresa solía decir.
Pero como sabemos, no siempre es 75 grados y humedad baja. A veces el índice de calor es más de 100, y sentimos el peso de nuestras responsabilidades. Nuestra primera lectura es una de las muchas que hay en las Escrituras que narra la historia del Antiguo Testamento sin ilusión. Moisés estaba al borde con los Israelitas deambulando en el insoportable calor del desierto sintiendo la enorme carga de sus responsabilidades. “¿Concebí a estas personas que me diste, o las parí? Son demasiado pesadas para mí para cargarlas”.
Una sincera oración que resuena en el corazón de cualquiera de nuestras vidas, a veces. De una manera profunda, Moisés anticipa la cruz y el poder de Dios trabajando. Las intenciones de Dios a través de la cruz y la resurrección de su Hijo es que las bendiciones son para sobrepasar las cargas, y que las cargas pueden incluso ser un trampolín para una vida mejor, que tomemos nuestras dificultades y alegrías y oremos por ellas y para nosotros, obispos y sacerdotes, que vivamos el prototipo de Moisés y los setenta ancianos en colaboración y comunión el uno con el otro y con Dios, compartiendo mutuamente los gozos y las cargas.
Para que Dios se propone, a través de la cruz y de la resurrección de su Hijo, que las bendiciones son para sobrepasar las cargas, y que las cargas pueden incluso ser un trampolín para una mayor vida útil, que nos tomamos nuestras dificultades y las alegrías de la oración, y para nosotros, Obispos y sacerdotes, que vivimos el prototipo de Moisés y los setenta ancianos en colaboración y comunión el uno con el otro y con Dios, compartiendo mutuamente los gozos y las cargas.
La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Romanos, retrata los ritmos del Evangelio para un discípulo, incluyendo a los ministros ordenados, infundido con la gracia de Dios: un sincero amor-odio del mal-sosteniendo la buena disposición para servir con celo, no haraganes, fervientes-gozosos perseverantes con generosa hospitalidad, -bendiciéndose el uno al otro como el ejemplo de María y Elisabeth– acompañando a la gente en la alegría y en el dolor, humildes y sabios con sabiduría evangélica. Estas virtudes permiten al ordenado atender a las cosas de Cristo, tener su mente y corazón. Su cultivo nos fortalecerá en nuestras vocaciones para servir al Señor con alegría, incluso en el calor del día.
Sabemos que cada uno de los misterios del rosario: gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos desbordan con vida divina. En el encuentro de la Visitación con Elizabeth, María de Nazaret, Nuestra Señora de la prontitud, simboliza la Iglesia que está pronta a ir donde sea necesario, a servir y a acompañar al pueblo de Dios en nuestras familias, y con el prójimo y el extraño por igual.
María e Elizabeth bailando juntas por el nacimiento de sus hijos, ejemplifican la Iglesia la cual da reverencia a la vida y a la dignidad de la persona humana en todas sus etapas, evidente en las obras de misericordia espirituales y corporales, y en nuestro compromiso con la justicia social.
Proclamando la grandeza del Señor y regocijándose en Dios su Salvador representa la Iglesia que celebra con alegría los sagrados misterios, especialmente en la Eucaristía, la fuente de vida y resurrección del Señor, esta sagrada comida sacrificial en la que celebramos la misericordia de Dios y recibimos la fuerza para el camino en la Palabra y en el sacramento.
Con corazones llenos del amor de Dios acompañamos con alegría al diácono Aarón y al diácono Nick al ofrecer sus vidas en el Rito de la ordenación a abrazar el sacerdocio de Jesucristo.