Sitio web de USCCB responde preguntas sobre votación del documento de Comunión

WASHINGTON (CNS) – Una página del sitio web de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. (USCCB) responde a una serie de preguntas sobre el voto de los obispos para aprobar la redacción de un documento sobre la Eucaristía durante su asamblea general de primavera del 16 al 18 de junio.

 Presentada en un formato de preguntas y respuestas, la página revisa cuatro preguntas que incluyen por qué se está desarrollando el documento y si los obispos votaron para prohibir a los funcionarios electos recibir la Sagrada Comunión. La página web – www.usccb.org/meaning-eucharist-life-church – está fechada el 21 de junio, tres días después de que los obispos anunciaran la votación para permitir que el Comité de Doctrina redactara el documento y lo presentara para su discusión cuando los obispos vuelvan a reunirse en persona en noviembre.

 Los obispos estadounidenses aprobaron adelantar un plan para redactar un documento para examinar el “significado de la Eucaristía en la vida de la iglesia” luego de un largo debate durante su asamblea, celebrada virtualmente debido a la pandemia. La acción fue aprobada con 168 votos a favor y 55 votos en contra. Hubo seis abstenciones.

Chieko Noguchi, directora de asuntos públicos de la USCCB, le dijo a CNS en un correo electrónico el 24 de junio que el documento en línea de preguntas y respuestas fue desarrollado por su oficina en colaboración con el obispo Kevin C. Rhoades de Fort Wayne-South Bend, Indiana, presidente del comité de doctrina y el obispo Michael F. Burbidge de Arlington, Virginia, presidente del Comité de Comunicaciones.

“Escuchamos a personas que parecían malinterpretar el voto, por lo que se creó y luego se compartió con todos los obispos con la aprobación del presidente de la conferencia,” escribió el arzobispo José H. Gómez de Los Ángeles.

¡Cristo en medio de nosotros! Está y estará

Por Edward y Susana Flórez
JACKSON – El Movimiento Familiar Cristiano Católico (MFCC) de la Federación de Jackson, clausuró con éxito su ciclo 2020-2021 el pasado sábado 26 de junio del 2021 a las 4 p.m. en el auditorio “Richland Community Center”.
La alegría de encontrarse de nuevo físicamente se hizo notar en cada uno de los presentes. La ceremonia de clausura fue dirigida por los presidentes, Irma y Ernesto Sánchez; el presidente con notables expresiones de ánimo y la presidenta fue una maestra de ceremonias con una constante sonrisa en sus labios.
Los directivos del MFCC y en total, treinta y dos parejas participaron en la asamblea. Nueve de estas parejas formaron parte de la primera etapa, diez parejas de la segunda etapa, tres parejas de la tercera y diez parejas del grupo culminaron la cuarta etapa.

RICHLAND – Matrimonios de las diferentes etapas del MFCC Federación de Jackson, MS, escuchan la conferencia del Padre Gustavo Amell, ST sobre “Una Iglesia de la Post Pandemia”, durante la ceremonia de clausura del ciclo 2020-2021 el 26 de junio en el Richland Community Center. (Fotos de Berta Mexidor)

Al recinto acudieron además los asesores espirituales del MFCC: reverendos Padres Gustavo Amell, ST, Adolfo Suárez, Odel Medina, ST y el hermano Theodore (Ted) Dausch, CFC.
La reunión de clausura se inició con unas palabras de bienvenida de los presidentes del MFCC seguida por la oración al Espíritu Santo entonada por todos los asistentes. La palabra de Dios y reflexión estuvo a cargo del padre Odel Medina, ST. Seguidamente, los reportes financieros y del ciclo 2020-2021 fueron presentados por los tesoreros Cinthia y Gustavo García y los presidentes del MFCC, respectivamente. Así mismo, el padre Gustavo Amell, ST ofreció unas reflexiones acerca del tema “Una Iglesia de la Post Pandemia”.
La ceremonia concluyó con la entrega de certificados a cada una de las parejas participantes de cada etapa, palabras de agradecimiento, testimonios, reconocimiento a los guías espirituales y el llamado a fortalecer la fe y el trabajo del MFCC, por parte de las parejas que conforman la junta directiva. Al final hubo un espacio para el convivio, fotos y despedida.
Los presidentes, Irma y Ernesto Sánchez, quieren agradecer a todas las personas que han contribuido con su activa y desinteresada labor durante el desarrollo del ciclo 2020-2021. Particularmente, un profundo reconocimiento y gratitud a sus vicepresidentes Natividad y Damián Román y a todo su Cuerpo Directivo, a los delegados federales, Francisco e Isabel Mazy, a todos los asesores espirituales y coordinadores por el sostenido esfuerzo y dedicación en beneficio de nuestra comunidad.
Cabe destacar que la familia Sánchez, finaliza con este evento su primer año al frente del MFCC. Sin lugar a duda, este ciclo 2020-2021 representó uno de los más grandes desafíos en la historia del MFCC Federación Jackson, MS principalmente por las dificultades y restricciones que trajo consigo la pandemia.
Sin embargo, el compromiso y principalmente la fe de cada uno de los integrantes del MFCC hizo que este ciclo atípico pueda ser finalizado con mucho éxito. Durante toda la asamblea, como es costumbre, se animaron unos a otros con su conocido lema: ¡Cristo, en medio de nosotros, Está y Estará! ¡Amén!

Con espíritu alegre (i-d) Gustavo y Cinthia García, tesoreros, Omar y Cinthia Hinojosa, responsables del Ministerio de Sociales ríen con los presidentes Ernesto e Irma Sánchez durante la presentación del resumen de sus respectivos trabajos. Gustavo e Irma, no aparecen en la foto que recogió el momento.
“Me siento de nuevo en familia,” dijo el hermano Ted, después de meses de aislamiento debido al COVID. El hermano Ted lleva varios años sirviendo al MFCC como asesor espiritual. (i-d) Los también asesores espirituales Padres Odel Medina, ST y Adolfo Suárez saludan al hermano Theodore (Ted) Dausch, CFC.

(Edward y Susana Flórez son miembros del MFCC desde el 2016 y bendecidos con el sacramento del matrimonio. Edward es doctor en Ingeniería Biomédica y Susana es doctora en Odontología. Padres de dos niños, André y Luke.)

¡De regreso a la normalidad! ¿Cuál normalidad?

Por Hosffman Ospino, Catholic News Service
Es notable el entusiasmo que invade a nuestra sociedad y a nuestras comunidades de fe al saber que poco a poco regresamos a cierto nivel de normalidad. La reciente pandemia del COVID-19 en verdad ha sido una prueba fuerte en nuestras vidas.
¡Cuántas cosas asumimos cada día! La salud, las demás personas, las estructuras que regulan nuestra existencia común, las pequeñas cosas de la vida, etc. Todo ello nos ofrece cierto sentido de normalidad.

People hug each other as they participate in a reunification event named “Hugs Not Walls” on the border between Ciudad Juarez, Mexico, and El Paso, Texas, June 19, 2021. (CNS photo/Jose Luis Gonzalez, Reuters)

Nuestra sociedad ha hecho un buen trabajo en los últimos meses controlando el virus. Aun así, una buena porción de la población estadounidense sigue sin vacunarse. La mayoría de personas en el resto del mundo todavía no tiene acceso a la vacuna y a tratamientos médicos adecuados si llegan a contraer el virus.
Cualquier regreso a la normalidad tiene que también reconocer que para millones de personas en nuestra sociedad la vida no será como antes de la pandemia. Cientos de miles de personas se han ido para siempre. Millones no volverán a sus trabajos. Hemos cerrado cientos de parroquias y colegios católicos, y muchos católicos simplemente no volverán a practicar su fe como antes.
Hemos aprendido bastante desde que comenzó la pandemia. Estoy en completo desacuerdo con la sugerencia de que el año 2020 fue “un año perdido” o “el año que no fue.” No, no podemos olvidar o ignorar el año 2020. Gracias a ese año, somos distintos como individuos, sociedad y como iglesia.
Tenemos la obligación de afirmar las lecciones aprendidas. Por ejemplo, la generosidad que muchos tuvieron hacia quienes estaban en necesidad, el sentido profundo de solidaridad que muchas personas compartieron en los momentos difíciles, la valentía de los trabajadores esenciales, el trabajo inspirador de los científicos y el personal médico, la adaptabilidad de las familias y la creatividad de los creyentes para seguir practicando su fe, entre muchas otras.

WASHINGTON, DC – Con carteles que rezan “¡Hagan justicia al débil y al huérfano! Salmo 82:3” y “Protege la Libertad Religiosa”, varias mujeres posan para una foto cerca del edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos en Washington el 17 de junio de 2021. En una decisión unánime el 17 de junio, la Corte Suprema dijo que una agencia católica de servicios sociales no debería haber sido excluida del programa de acogida temporal de Filadelfia porque no aceptaba parejas del mismo sexo como padres adoptivos. (Foto del CNS / Jonathan Ernst, Reuters)

El regreso a la normalidad nos pide también reconocer nuestras fallas. La pandemia reveló lo fragmentada que está no sólo nuestra sociedad sino también nuestra propia iglesia, gracias en gran parte al veneno de la polarización ideológica que lleva a muchos a sacrificar al bien común con demasiada facilidad para avanzar intereses particulares.
Ciertamente muchas realidades disfuncionales de nuestra sociedad y de nuestra iglesia precedían esta crisis global de salud. Sin embargo, la pandemia dejó entrever que mucho de lo que consideramos como normal no lo es o no debería serlo, y tenemos que confrontar las implicaciones de saber dicha verdad.
El regreso a la normalidad exige que nos preguntemos: ¿A qué tipo de normalidad queremos regresar?
Antes de la pandemia, muchas de nuestras comunidades católicas exhibían una gran dificultad para ser comunidades verdaderamente abiertas a acoger a la población hispana. Muchos de nuestros agentes pastorales no encontraban el valor para confrontar sin ambigüedad el pecado del racismo en sus homilías y actividades.
Muchos católicos se dejaron arrastrar por discursos que trataban a los inmigrantes, los refugiados y los pobres como amenazas. Otros se encontraban muy cómodos con discursos que se quedaban cortos afirmando la vida y la dignidad de toda persona humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
Por décadas, nuestra iglesia ha visto cómo millones de jóvenes católicos y sus familias se alejan de nuestras comunidades. Parece que perdimos la capacidad de conectar con ellos y que no ofrecemos respuestas satisfactorias a sus interrogantes y preocupaciones. Los católicos desean mucho más que ir a Misa en nuestros templos.
Si el regresar a la normalidad significa regresar a lo que era el statu quo de antes de la pandemia, creo que hay poco apetito para ello, especialmente entre los jóvenes. Si hacerlo exige ignorar las lecciones aprendidas durante la crisis, el sufrimiento y lo que perdieron aquellas personas cuyas vidas no serán “normales” otra vez, entonces no quiero ser parte de esa normalidad.
Invito a agentes pastorales, educadores, padres de familia y otros católicos a que en los siguientes meses tengamos conversaciones abiertas y críticas sobre lo que significa volver a la normalidad y a crear espacios para ello. No perdamos esta oportunidad para acompañarnos mutuamente.

Protesters in New York City gather outside Madison Square Garden June 20, 2021, ahead of a Foo Fighters’ concert, to protest the music group’s requirement that only those with proof of having received a COVID-19 vaccine were allowed to attend. (CNS photo/Andrew Kelly, Reuters)

Corpus Christi: Nos reunimos de nuevo por hambre de Eucaristía y Palabra de Dios

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Profundamente arraigada en nuestra tradición de fe, en la fiesta de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, nos reunimos alrededor del Altar del Sacrificio, como lo hicieron Moisés y los israelitas al pie del monte Sinaí, para renovar y celebrar nuestra Alianza, iniciada en el Bautismo, sellada con la sangre de la Cruz y confirmada en la Resurrección.
Los israelitas salieron de la esclavitud en Egipto a un lugar de libertad en el desierto, para reunirse como Pueblo de Dios.
Nos estamos reuniendo de nuevo como el Cuerpo de Cristo, en mayor número después de un año de ser esparcidos, no por la opresión de un cruel Faraón, sino por una pandemia castigadora.
Mirando mucho más atrás en nuestra tradición de fe, nos parecemos a Noé y su familia, con todas las criaturas de Dios incluidas, que estaban confinadas en su hogar flotante, hasta el día en que pudieran poner un pie en la tierra y ofrecer sacrificios a Dios.

Obispo Joseph R. Kopacz

Así también, nosotros ponemos un pie en nuestras iglesias de toda la diócesis de una manera más ordinaria para ofrecer sacrificio al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
En la solemnidad más adecuada, aparte del Domingo de Resurrección, en la Solemnidad del Corpus Christi se levantó la dispensa de la obligación dominical, debidamente en su lugar durante más de un año, para que nuestros fieles católicos, el Cuerpo de Cristo, pudieran celebrar de nuevo el acto de más sublime de culto: la Santa Misa.
Me han inspirado todos los que se han reunido este pasado año por hambre de la Palabra de Dios y del sacramento de la Eucaristía y todos los que han tenido un hambre profunda de estar físicamente presentes en la iglesia. Este anhelo se está cumpliendo, cada vez más, a medida que la pandemia retrocede. Para aquellos que continúan separados debido a problemas de salud, es posible que las circunstancias les permitan regresar a casa, más temprano que tarde.
En encuestas nacionales realizadas durante el año pasado, muchos expresaron que la pandemia, en medio del sufrimiento, la muerte y las privaciones, había fortalecido su fe en Dios y su vida espiritual. Los crisoles suelen hacer esto. Este crecimiento podría indicar una amplia gama de desarrollo personal, pero para nosotros como católicos, las señales externas de que nuestra fe en Jesucristo ha crecido son tangibles.
Son el hambre de estar en comunión con él en el sacramento de su Cuerpo y Sangre, el hambre de ser parte viva del Cuerpo de Cristo, la comunidad reunida, y el hambre y la sed que tenemos de justicia y reconciliación en nuestras relaciones, comenzando en casa y llegando a todos en nuestras vidas y en nuestro mundo.
El Papa Francisco continuamente aboga por un sentido más profundo de fraternidad en nuestro mundo que complemente la libertad y la igualdad. Su pasión por una mayor unidad y solidaridad entre los pueblos y las naciones surge de la fuente y cumbre de nuestra identidad católica, el santo sacrificio de la Misa.
El precioso cuerpo y la sangre del Señor es nuestro salvavidas en la fe. Cada día la Palabra de Dios resuena de acuerdo en toda la iglesia mundial, una luz en las tinieblas. El crucificado y resucitado es la luz del mundo, el pan de vida, el camino y la verdad. Su vida derramada por nosotros es alimento para el viaje y prenda de la vida eterna.
Qué precioso regalo y misterio celebramos en su amor eterno por nosotros. Cuán bendecidos somos cada vez que nos reunimos para la Eucaristía, profesando nuestra fe en que hacemos esto en memoria de Aquel que está con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos y por toda la eternidad.
En el monte Tabor, la montaña de la Transfiguración, Pedro espetó, incrédulo de pura alegría: “Señor, es bueno para nosotros estar aquí”. (Mateo 17: 4) Estamos de acuerdo en que es bueno para nosotros estar de regreso en la iglesia en nuestros lugares sagrados donde podemos ver y celebrar la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo, en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, y durante todo el año. ¡Aleluya!

Al hablar de inmigración, obispos instan tener actitud de bienvenida

Por Rhina Guidos
WASHINGTON (CNS) – El obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, alentó a los prelados reunidos a través de Zoom para la asamblea virtual de primavera de los obispos de Estados Unidos, que encontraran formas de dar la bienvenida a un número creciente de inmigrantes en sus diócesis y servirles de la manera en que servirían a Cristo.
“Me gustaría invitar a todas las diócesis a ver cómo sus iglesias pueden participar en la hermosa experiencia de dar la bienvenida a migrantes y compartir esas historias”, expresó Monseñor Seitz el 18 de junio, el último día de una reunión de tres días.
“Esta no es una experiencia solo para las diócesis fronterizas, sino que puede ser una invitación para que toda la iglesia reciba a Cristo en el extranjero, con compasión, dignidad, y hospitalidad”, acotó. “Puede renovar su ministerio. Puede renovar sus parroquias. No tengan miedo de acercarse”.
Las palabras del obispo Seitz fueron parte de una presentación del obispo auxiliar Mario E. Dorsonville de Washington, presidente del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, quien compartió el estado reciente de varios proyectos de inmigración que esperan la acción del Congreso.
Él dijo que si bien la administración de Joe Biden ha expresado interés en que estos proyectos avancen, “esperamos que cumplan con ese compromiso”, ya que también requieren el apoyo de otros legisladores.
El obispo Dorsonville dio una breve presentación a los obispos sobre una reunión en la cual el participó el 1 y 2 de junio con prelados de Estados Unidos, América Central, y México, y responsables de varias organizaciones católicas prominentes, en el Seminario Mundelein, en las afueras de Chicago, para hablar sobre dar la bienvenida a migrantes, abogando por ellos y explorar las causas que obligan a muchos a dejar sus países de origen. El arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, presidente de la USCCB, también asistió a la reunión.
La iglesia cree en la dignidad de cada persona, “sin importar su estatus migratorio”, señaló el obispo Dorsonville.
Monseñor Seitz dijo que, como obispo fronterizo, “veo a Cristo llamando a nuestra puerta, en presencia de personas en movimiento”. Estas personas son lo que llamó “parte de un gran éxodo centroamericano, gente escapando de la muerte, huyendo de la pobreza, la violencia, la persecución, buscando esperanza”.
La reunión en Mundelein, que el obispo Seitz ayudó a organizar, brindó una oportunidad de compartir con obispos de países que tienen un gran número de personas en marcha hacia Estados Unidos – incluyendo Honduras, Guatemala, y El Salvador – sobre cómo todos pueden ministrar a los que quieren irse, a los que toman la decisión de irse, e incluso a aquellos que regresan a casa deportados o por otras razones.
Él dijo a los obispos que se preparen para recibir a migrantes en un futuro cercano, particularmente si se elimina una política instituida durante la administración de Donald Trump que facilita el rechazo del paso de inmigrantes en la frontera debido a la pandemia, lo que traerá un aumento en las entradas al país.
“En los próximos meses, les puedo decir que habrá un aumento en el número de los que llegan a la frontera”, acotó. “No tengan miedo de extender la mano en esta obra. He llegado a conocer mejor a mis hermanos obispos de México y Centroamérica, y también he llegado a ver que, a través de este éxodo, Dios nos está llamando a una solidaridad más profunda con la iglesia y los países para enriquecer nuestro ministerio juntos”.
Él habló de la necesidad de hablar con los responsables sobre como superar “el aislamiento espiritual de nuestra nación, la adicción a las drogas de nuestro pueblo – que financia el narcotráfico al sur de nuestra frontera – la cultura consumista vacía, y el pecado persistente del racismo”.
“En Centroamérica y México, debemos apoyar a quienes trabajan para promover sociedades justas, economías justas para acabar con la corrupción y crear sociedades donde las familias puedan soñar con un futuro para sus hijos para que no tengan que migrar”, expresó el obispo Seitz.
“Los invito cordialmente a unirse a los esfuerzos que estamos realizando ahora, junto con las ONG católicas, para profundizar los lazos entre nuestras iglesias y nuestros pueblos, y trabajar juntos por una sociedad que refleje mejor el reino de Dios”, agregó.
El cardenal de Chicago Blase J. Cupich, quien también asistió a la reunión en Mundelein, habló con los obispos sobre las formas en que se habla de los inmigrantes.
“Escuchamos muchos insultos y leemos lenguaje duro sobre personas que llegan a nuestras fronteras como refugiados,” dijo. “Nosotros como nación tenemos que asumir más responsabilidad por el hecho de que es el uso de drogas de este país lo que está produciendo esta violencia y terror, porque el dinero para las armas, e incluso las armas mismas, vienen de este país”.
Ese mensaje no ha sido claro para los representantes en Washington, dijo el cardenal, y “a veces convierten muy fácilmente en villanos a las personas que están en nuestras fronteras, cuando en realidad solo están tratando de sobrevivir a la violencia y el terror que hay en su tierra natal”.
El obispo Seitz dijo que, si bien puede haber frustración por la falta de acción de los legisladores sobre inmigración, “los insto a recordar que somos un pueblo de esperanza. Es nuestro trabajo como pastores ser embajadores de esperanza.”

“Me postré consciente de mi nada y me levanté sacerdote para siempre.” San Juan Maria Vianney

CORINTH – Parroquia St. James the Less. Con la presencia del Obispo Joseph Kopacz, los parroquianos celebraron al padre Mario Solórzano por sus 15 años de ordenación sacerdotal, en junio 13. Durante la Misa de (i-d) el Obispo Kopacz habla con el Padre Mario. Momentos después la comunidad se reunió, alrededor de la mesa para compartir un almuerzo de nuevo, luego de varios meses de aislamiento (Fotos cortesía de Bernardo Sorcia)
JACKSON – El padre Juan Chavajay agradeció en la página de Facebook de la parroquia St Therese, “Gracias a todos por sus oraciones y amor que demuestran a mi vocación,” al recordar el momento que se postró el día 9 de junio, 2013 en su ordenación oficiada por Obispo Latino, recientemente fallecido. Derecha, en la Misa de ordenación cuando daba su primera comunión (Fotos de Archivo, Mississippi Catholic

Una prueba de fe: Sacerdotes rurales guían parroquias durante pandemia

Por Danny Mc Arthur

Corinth -Como pastor de la Iglesia Católica St. James en Corinth, el Rev. Mario Solórzano es responsable de compartir el don de Dios en inglés y español a más de 400 miembros, con servicios masivos en Corinth, Belmont y Booneville.

Una vez que el COVID-19 llegó, esa responsabilidad también incluyó liderar a su parroquia a través de la pandemia. “Aquellos días fueron muy estresantes para mí y a veces no sabía qué hacer,” dijo Solórzano.

COVID-19 trajo un cambio igualmente dramático para el reverendo Jesuraj Xavier, pastor de la Iglesia Católica St. Francis Assisi en New Albany. Al principio, tenía miedo de salir de casa, incluso para lo esencial.

Su principal preocupación, dijo, eran los miembros de su comunidad, más que él mismo. El Padre Xavier tenía miedo de exponer con el virus a quienes veía regularmente como parte de sus deberes. “Me quedé en casa y en la iglesia”, dijo Padre Xavier. “Tenía miedo todo el tiempo de no enfermarme, porque si me enfermaba, la gente se vería afectada si teníamos que cerrar la iglesia o detener a las Misas”.

Durante el año pasado, la pandemia desafiaría a los dos pastores de una manera que nunca antes habían experimentado, lo que los hizo reconsiderar la fe, el servicio y la adoración para las diversas parroquias rurales a las que sirven.

Cambiando Prácticas Católicas

Hace más de un año, cuando comenzaron a aumentar los casos de COVID-19, los líderes de las iglesias recibieron información de la Diócesis Católica sobre las reglas que debían implementar, como el uso de máscaras, desinfección, distanciamiento social y, eventualmente, el cese de los servicios en persona.

St. Francis cerró los servicios en persona desde mediados de marzo de 2020 hasta mayo de 2020, durante los cuales se trasladaron a los servicios de transmisión en vivo en español e inglés. Padre Xavier encontró la transición difícil, al menos emocionalmente. “Fue un gran impacto”, dijo Padre Xavier. “Esa no era nuestra costumbre habitual, pero la gente no quería perderse la misa. Incluso si no pueden participar en persona, quieren verlo. “

Las prácticas sagradas, como ofrecer la sagrada comunión, tuvieron que modificarse para minimizar la propagación del coronavirus. Las Misas funerarias se detuvieron hasta 2021, lo que limitó al Padre Xavier a los servicios junto a la tumba. Con los hospitales limitando las visitas, ni siquiera podía realizar los ritos finales. “La pandemia ha cambiado el modo de nuestras prácticas católicas,” dijo el Padre Xavier.

De las parroquias a las que sirve, solo San Francisco adoptó Misas transmitidas en vivo. Cuando se reanudaron los servicios religiosos en persona, se produjeron cambios. Para acortar los servicios, su iglesia canceló las clases dominicales con niños y adultos.

En Fulton, donde la mayoría de sus asistentes son mayores de habla inglesa la asistencia disminuyó. Muchos feligreses tuvieron complicaciones de salud. Con una infección por COVID-19 que los obligó a cerrar durante dos semanas y algunos feligreses se enfermaron en julio y agosto, algunos no se sentían seguros de asistir en persona.

Algunos días, Padre Xavier hacía el viaje de 45 minutos desde New Albany a Fulton para predicar a solo cinco personas. “Realmente te desanima”, dijo. “Pero una cosa de la que estoy convencido es que nunca debería preocuparme por la cantidad de gente que vendrá, sino que debería hacer lo que tengo que hacer con la sinceridad de mi corazón.”

En St. James, la iglesia implementó el distanciamiento social trasladando los servicios a su gran centro de vida familiar. Incluso antes de la pandemia, la comunidad de Padre Solórzano había comenzado a explorar formas de transmitir servicios en hogares de ancianos. Las cámaras instaladas en el santuario ayudaron cuando los servicios pasaron de ser presenciales a virtuales. “Fuimos bendecidos porque trabajamos para comunicarnos con todos en la parroquia,” dijo el Padre Solórzano. “Celebro yo solo muchas veces casi todo el tiempo de Cuaresma y Pascua”.

El Padre Solórzano se adaptó a los cambios que le impuso la pandemia. Ofreció momentos de oración por WhatsApp. Los miembros establecieron santuarios dentro de sus hogares. Llamó a sus feligreses y los visitaría afuera, a distancia. Otras veces, podría traer algo que necesitaran, como comida o medicinas. “Gracias a Dios no he estado enfermo, pero siempre me preocupé por la salud de las personas,” dijo Padre Solórzano.

Una profundización de la fe

Ambos pastores vieron el costo espiritual y mental de la pandemia en sus congregaciones y en ellos mismos. Para algunos, la pandemia comenzó a disminuir o debilitar su fe; para otros, los empujó a volverse más activos y lograr una relación más cercana con Dios.

Para el Padre Xavier, la fe ha sido un consuelo, especialmente cuando piensa en sus amigos y familiares en su India natal, donde COVID-19 ha infectado a más de 29 millones de personas hasta el lunes y ha matado a aproximadamente 377,000 de los infectados, incluidos tres sacerdotes dentro de la diócesis de origen del Padre Xavier.  La pandemia y el número de víctimas han puesto a prueba al Padre Xavier de formas que nunca antes había experimentado. Pero en lugar de perder la fe, Padre Xavier dijo que usó las preguntas en su corazón para darle fuerza.

“Confiando en Dios, realmente estoy avanzando en mi vida aquí con la esperanza de que Dios sane al mundo entero algún día de esta pandemia y salvaguarde a la India y también a nuestro país, … El desafío y el riesgo me dieron la oportunidad de profundizar mi fe, de profundizar mi confianza en Dios”, dijo el padre Xavier

Con las vacunas COVID-19 disponibles, el Padre Solórzano ha animado a todos dentro de su iglesia a recibir la vacuna. Y cuando escucha a la gente difundir información errónea sobre la vacuna, intenta animar a los miembros a que pongan su fe en Dios.

 Para el Padre Solórzano, la vacunación es más que cuidar la propia salud; se trata de cuidar la salud de los demás. Como hombre de Dios, cree que esa es su obligación. “Creo que Dios también me está llamando a ser responsable de los demás”, dijo. “No puedo pensar solo en mí mismo. “

(Reproducido con el permiso de Daily Journal- djournal.com. Danny, reportero de las voces de la comunidad, cubre para el Daily Journal los acontecimientos sociales y las actividades de las organizaciones sin fines de lucro.)

Aniversario de ordenación

JACKSON – Los  padres (i-d) Andrew Nguyen Phuong y Cesar Sanchez Fermin ya tienen su primer aniversario de su ordenación sacerdotal, la primera bajo las estrictas medidas de protección contra el COVID 19, el 27 de junio de 2020. (Foto por de Archivo, Mississippi Catholic)

JACKSON – ¡Feliz 57 aniversario de ordenación! a Monseñor Michael Flannery. Padre Miguelito, como algunos lo conocen, fue ordenado el 14 de junio de 1964. Foto Izq. Monseñor Flannery en la celebración de su 50 Aniversario, en St. Richard, Madison. Derecha. Muchas veces detrás de la cámara, Padre Miguelito reportaba cada una de las visitas a la Misión de Satillo, México. Que el Señor le bendiga abundantemente por su servicio generoso y devoto. (Fotos de Archivo, Mississippi Catholic)

JACKSON – El padre Juan Chavajay agradeció en la página de Facebook de la parroquia St Therese, “Gracias a todos por sus oraciones y amor que demuestran a mi vocación,” al recordar el momento que se postró el día 9 de junio, 2013 en su ordenación oficiada por Obispo Latino, recientemente fallecido. Derecha, en la Misa de ordenación cuando daba su primera comunión (Fotos de Archivo, Mississippi Catholic

CORINTH – Parroquia St. James the Less. Con la presencia del Obispo Joseph Kopacz, los parroquianos celebraron al padre Mario Solórzano por sus 15 años de ordenación sacerdotal, en junio 13. Durante la Misa de (i-d) el Obispo Kopacz habla con el Padre Mario. Momentos después la comunidad se reunió, alrededor de la mesa para compartir un almuerzo de nuevo, luego de varios meses de aislamiento (Fotos cortesía de Bernardo Sorcia)

Oraciones para nuestra comunidad de St Jude

PEARL – Lamentablemente, Stacy Wolf, directora de formación en la fe de la parroquia de St. Jude, falleció repentinamente el miércoles 7 de julio. Stacy se dedicó a transmitir nuestra fe católica a los niños, adolescentes y sus familias en St. Jude durante los últimos 11 años. A través de su trabajo, evangelizó a tantas almas jóvenes. Su funeral se llevó a cabo el sábado 10 de julio en la parroquia. ¡La vamos a extrañar enormemente! (Fotos de Rhonda Bowden)