Yo soy el pan de vida

Por Padre Clem Oya

La lectura de 1 Reyes 19 nos presenta la huida y la frustración de Elías, el profeta más grande del Antiguo Testamento. Es importante señalar que Elijah (Elías) vivió en un período de la historia caracterizado por serios cambios políticos y sociales. En este punto, Elías enfrenta una serie de batallas que van desde falsos profetas hasta Jezabel, la esposa del rey. El Profeta tiene que correr por su vida debido a la amenaza de muerte emitida por Jezabel.

En su frustración, Elías oró por la muerte diciendo: “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!»,”1Reyes 19: 4b. La Biblia nos dice que Dios envió un ángel para despertar a Elías y darle de comer. El ángel le da a Elías pan y agua dos veces dentro de ese mismo sueño. El ángel le dice: “Levántate y come, de lo contrario el viaje será demasiado largo para ti”. 1Reyes 19: 7 La Biblia nos dice: “Elías se levantó, y comió y bebió. Y aquella comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.” 1Reyes 19: 8

 ¿Cuál es el significado de este mensaje? ¿Qué desafío nos presenta hoy?

La vida es un viaje. En algún momento de este viaje podemos enfrentar obstáculos, dificultades, problemas o crisis. En este momento, algunos de nosotros estamos en un punto de crisis. Este puede ser social, político, espiritual, económico, etc. Parece que nos encontramos en el frente de batalla todo el tiempo. Puede haber momentos en los que sienta que el mundo entero se está derrumbando sobre usted. Puede sentirse frustrado, sintiéndose miserable como Elías y decirle a Dios: “¿Cuál es mi propósito? Soy un fracaso. Solo quítame la vida porque no soy mejor que mis padres ancestros”. véase 1 Reyes 19: 4

Padre Clement Olukunle Oyafemi

Sin embargo, en su frustración, debe saber que hay alguien a quien le importa. ÉL es JESÚS. Los cuarenta días del viaje de Elías habrían sido demasiado para él de no ser por la comida y la bebida que le dio el ángel del Señor. Los cuarenta días de Elías aluden a los cuarenta años de viaje de Israel del cautiverio a la libertad, de la esclavitud a la libertad, de la tierra seca a la tierra que fluye leche y miel. En este momento, su crisis actual puede ser el comienzo de su viaje desde la tierra de la esclavitud y la opresión, a “Canaán” o “Horeb”, la montaña de Dios. No te rindas. Tienes una misión, una meta que alcanzar.

¿Cómo obtenemos la fuerza para un viaje tan profundo como el que emprendió Elías? En el pasaje del evangelio de Juan 6: 41-51, Jesús da una respuesta: “Yo soy el pan de vida … el que coma de este pan vivirá para siempre”. Jn 6, 48-51

Para ser grandes en la vida, necesitamos pelear grandes batallas, escalar altas montañas, superar grandes problemas y nadar a través de grandes océanos. Todos los grandes profetas del Antiguo Testamento, Jesús el Mesías y el fundador del Nuevo Testamento, los apóstoles y los grandes santos y mártires, todos pasaron por grandes dificultades en la vida. ¿Por qué debemos ser una excepción?

Como cristianos, la Palabra de Dios y los sacramentos deben fortalecernos en el camino de nuestra vida. Más profundamente, la Eucaristía es el último “alimento para nuestras almas”. El Señor Jesús se nos presenta como “alimento que nutre y fortalece nuestra alma”.

La liturgia nos da un mensaje de ESPERANZA EN CRISIS. No importa cuán grande pueda parecer el problema, es posible que desee saber que hay un futuro mejor para usted. No permitas que los obstáculos que tienes ahora se te impongan, ni rediseñes tu destino. Levántese amado, lea su Biblia, coma la Eucaristía y fortalézcase; no sea que el viaje se vuelva demasiado largo para ti.

Que la Eucaristía nos dé la fuerza para continuar nuestra peregrinación por la tierra, sin desanimarnos.

Una Iglesia de la Post-Pandemia

Por Padre Gustavo Amell, ST
CANTON – La pandemia del COVID-19 ha sido, sin lugar a duda, uno de los grandes y desastrosos eventos del siglo XXI. En sus inicios muchas personas no le dieron la atención o la importancia que merecía, y hasta consideraban que se estaba exagerando la situación. Se pensaba que ya habíamos pasado por otras enfermedades y esta también iba a pasar pronto. Además, vimos que el virus estaba en lugares muy lejanos, y que eso era un problema más de ellos que nuestro.

Father Gustavo Amell

Sin embargo, comenzamos a ver como las cosas en cuestión de unos días se empeoraron enfermándose personas incluso muy cercanas a nosotros: en el trabajo, en la Iglesia, en nuestras familias, etc. Nuestras comunidades sufrieron la sacudida de una pandemia que cobró la vida de muchas personas de nuestras comunidades.

La respuesta de la Iglesia

La respuesta general de los líderes de las Iglesias fue de comenzar a cerrar los templos, acatando las recomendaciones de los gobernadores y mandatarios políticos de cada país. Estábamos frente a una crisis de salud pública, y lo más importante en esos momentos era salvaguardar la vida de todas las personas.

  • Todos los templos debían cerrarse.
  • Los programas parroquiales comenzaron a cancelarse.
  • Las misas solo debían transmitirse de manera virtual.  

En mi opinión, y reflexionando un poco en nuestra respuesta, creo que como Iglesia pudimos responder mejor en términos pastorales. Sabemos que las celebraciones virtuales eran en cierta manera una forma de llegar al pueblo, una forma de continuar orando, fortaleciendo y consolando a los creyentes. Sin embargo, mostró muchos aspectos donde debemos mejorar como Iglesia. Si lo analizamos, la Eucaristía es un banquete donde compartimos y nos alimentamos del Pan de la Palabra y del Pan Eucarístico, y usualmente no invitamos a una persona a un banquete para que nos vea comer. Este fue el caso de las celebraciones de la Santa Misa virtuales, donde le pedíamos a la gente que se conectara, y aunque se hacía una comunión espiritual, ellos veían como solo unos pocos participaban y comían del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

Todo esto llevó a un malestar, ya que la gente no se estaba alimentando espiritualmente con los sacramentos. Muchos veían los cierres de los templos como una falta de fe de la Iglesia y de los líderes religiosos que ponían en duda el poder de Dios para poder controlar o sanar un virus. Otros comenzaron a protestar y decían: “devuélvanos la misa”, como si hubiese sido secuestrada. En las redes sociales, predicadores tanto católicos como protestantes comenzaron a hacer afirmaciones del virus, diciendo que había sido inventado por el Nuevo Orden Mundial para controlar al mundo, para hacer una limpieza y controlar la sobrepoblación mundial. Otras personas comenzaron a ver esto como una muestra concreta de la ira de Dios, y comenzaban a utilizar textos y citas bíblicas acomodadas para hablar de que se estaban cumpliendo ciertas profecías. Todo esto de una u otra manera ha afectado al pueblo de creyente que se siente debilitado, abandonado, y hasta desprotegido. Esto solo desde el ámbito eclesial.

En otros campos sociales, la pandemia de igual manera comenzó a hacer estragos. Desde el ámbito familiar, social, político, económico, se comenzó a ver como afectaba la economía, los planes de trabajo gubernamentales, el sistema de salud, y en definitiva cada circulo y núcleo de nuestra sociedad. Uno de los más afectados fue la familia. Comenzaron a subir los índices de intolerancia y violencia intrafamiliar, los índices de divorcio, y los conflictos familiares se dispararon, y la pérdida de seres queridos que perdieron la batalla contra el virus.

People pin money to ribbons adorning a statue of St. Rocco during an outdoor procession held in the saint’s honor Aug. 1, La gente coloca dinero en cintas que adornan una estatua de San Roque durante una procesión al aire libre celebrada en honor del santo el 1 de agosto de 2021, en la Iglesia de San Roque en Glen Cove, NY La procesión fue cancelada en 2020 debido a la pandemia de coronavirus. La intercesión de San Roque tradicionalmente ha sido invocada por aquellos que buscan protección contra la plaga y todas las enfermedades infecciosas. (Foto del CNS / Gregory A. Shemitz)

¿Qué aprendimos de esta pandemia?

Sin embargo, todo momento de crisis es una oportunidad de cambio. Al pasar los días y los meses, y al volver las cosas a una cierta normalidad, toda esta situación tiene que ser reflexionada y dialogada para ver que debe mejorarse y qué debe fortalecerse. Si regresamos a hacer las cosas como antes, entonces no aprendimos nada. Es por esto, que, creo que hay algunas preguntas que son muy importantes que nos hagamos para reflexionar: ¿Qué aprendimos? ¿Qué nos retó? ¿Qué necesitamos mejorar?

  1. El virus nos mostró la vulnerabilidad del ser humano quien se cree dueño y señor del universo. Lo irónico es que un pequeño microorganismo nos confrontó con nuestras limitaciones y con nuestra fragilidad. Muy a pesar de tantos avances tecnológicos y adelantos científicos se nos mostró que no estábamos preparados para una crisis de tal magnitud.

De igual manera, este virus nos enseñas que la naturaleza tiene una libertad que a veces no comprendemos, llamándonos a reflexionar sobre la importancia de vivir como parte del medio ambiente, y no como los dueños de él. Como seres humanos pensamos que todo tiene que girar en torno a nosotros, y que tiene que satisfacer nuestras necesidades y cumplir nuestros estándares. La naturaleza tiene su propia inteligencia, su propio tipo de libertad, y cuando la utiliza, nos asusta y nos puede llegar a desestabilizar.

  • Mostró primordialmente dos actitudes del ser humanos: una positiva y una negativa:
  1. Hubo personas que comenzaron a preocuparse solo por ellas mismas, por tener lo necesario ellos y los suyos. Comenzamos a ver gente peleando por papel higiénico, comida, etc. De igual manera, en nuestras comunidades, escuchábamos sobre personas que no se cuidaban y se exponían con la excusa de: “de algo me tengo que morir”, o “después que no me dé a mi y a mi familia todo está bien”, mostrando de esa manera la falta de empatía hacia otras personas, especialmente con los más vulnerables.
  • A la misma vez se comenzó a ver doctores, líderes religiosos y políticos, y muchas personas tratando de animar, apoyar, ayudar a todas las personas afectadas. Se comenzó a dar mensajes de aliento y de esperanza en las distintas comunidades. Mostró la solidaridad y la empatía con personas que perdieron sus seres queridos.
  • Somos unas personas híper-mega-conectadas. No podemos seguir pensando que vivimos en una burbuja alejados de los demás y que lo que le pase a uno no puede afectarle al otro. Esto chocó con el individualismo de muchas culturas, especialmente con la cultura de este país. Nos confrontó con la realidad de que somos una comunidad de seres humanos por más que nos preocupemos de hacer divisiones por colores, razas, religiones, etc. Somos seres sociales, somos seres en comunidad, y lo que le afecta a uno puede tener consecuencias en los demás. Esta visión no pone en el centro del evangelio: somos una familia, la familia de los hijos de Dios.
  • Aprendimos que la Iglesia no son los templos, sino es el pueblo de Dios. Nuestros templos estaban vacíos, pero la gente seguía llamándose, oraba, rezaba el rosario, etc. Esto nos ayudó a abrir más nuestro sentido de Iglesia, de que todos conformamos la Iglesia. Nos dio un sentido más amplio de corresponsabilidad: todos somos responsables del bienestar y la salud de la comunidad en la que nos encontramos. Esto no es simplemente tarea de los sacerdotes, religiosas o ministros, sino de todos.
  • Aprendimos a adaptarnos a los cambios en la liturgia: no saludo de la paz, la comunión en la mano, a omitir algunos cantos de la misa, a tomar la distancia, el uso del gel anti-bacterial, etc. Esta adaptación fue necesaria para proteger nuestra vida y la de los demás. Nos movió a utilizar herramientas virtuales como el Internet. Hace 10 años atrás era impensable que íbamos a estar utilizando Facebook o Zoom u otras plataformas para reunirnos o para transmitir las celebraciones litúrgicas. En momentos críticos como los que hemos vivido, el internet y las redes sociales nos ayudaron a permanecer conectados y unidos en la oración, aún desde la distancia.

Hacia donde nos dirigimos

  1. Somos una Iglesia en otra etapa nueva: una Iglesia pos-pandemia. Nuestra preocupación ahora es como volver a congregarnos de una manera segura, sin poner en riesgo la vida de otras personas, y como invitar a regresar a aquellos que se fueron y ya no vieron. Esto lo vamos a lograr si respondemos al presente y no simplemente nos quejamos del pasado, diciendo que antes venían más personas. Debemos preocuparnos por invitar nuevamente aquellas personas y familias que se alejaron, que se encerraron y que ya no han regresado a congregarse en nuestra comunidad. Esas personas deben ser parte de nuestra prioridad.
  • Hacer nuestro duelo por las personas que perdimos.La perdida de un ser querido es un golpe fuerte. Sin embargo, como cristianos confiamos y creemos en la esperanza de la resurrección. No nos dejemos cegar por nuestro dolor. El llorar es bueno, y hasta saludable. Pero cuando nos encerramos en nuestro dolor, y no dejamos de llorar, nuestras lágrimas no nos permiten reconocer a Jesús resucitado. Y esas lágrimas nos van a mantener con los ojos puestos en el sepulcro. Y cuando eso sucede, entonces seguiremos en el circulo del dolor. ¿Cuál es la mejor manera de rendir honor y tributo a la memoria de las personas de nuestra comunidad que fallecieron? ¿Qué enseñanzas nos dejó él que podemos practicar en comunidad?
  • Hay que reconocer que necesitamos una Iglesia compasiva (Lc 10, 25-37). Esto nos recuerda que estamos llamados a sentir el dolor de las otras personas que sufren, y salir al encuentro de ellos, sanar y vendar sus heridas, socorrerlos hasta sacrificar muchas veces nuestra propia comodidad. Esta realidad nos mueve a pensar en formas concretas de ayudar a las personas afectadas por la pandemia. Durante este tiempo ha crecido el numero de gente con depresión, ansiedad, divorcios, problemas familiares, etc. Cuán importantes es que estas personas sientan la presencia de Dios en sus vidas, una voz de aliento, una voz de ánimo en estas circunstancias tan difíciles.
  • Oren unos por otros. La oración fortalece y alimenta a la comunidad. Es muy importante que oremos los unos por los otros en nuestra oración personal. Usualmente oramos y agradecemos por nosotros mismos, nuestras familias, y familiares. Sin embargo, es importante orar por tu comunidad más grande: por tu comunidad parroquial, por la Iglesia, por nuestros países, por nuestros líderes religiosos y políticos, etc.

Dentro de la liturgia, uno de los grandes regalos que tenemos es la oración de los fieles: oramos por la Iglesia, por los gobernantes, por los enfermos, por los difuntos, por nuestra comunidad. El orar por nuestra comunidad nos hará más sensibles a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas.

  • Perdonen. Hagan del perdón una herramienta básica en las relaciones humanas. Y durante esta pandemia, el estrés, la crisis mundial, desempleo, y muchos otros factores, pudo habernos llevado a herirnos unos a otros. Y a veces nos aferramos a las cosas que alguien nos hizo, nos dijo, que nos hirieron o nos lastimaron. Sin embargo, es importante que pongamos en práctica el mandato de Jesús de perdonar siempre (Mt 18, 15-22). El perdón no es de nosotros, el perdón es de Dios. Nosotros por nuestra propia cuenta no podríamos perdonar cosas que otras personas nos han hecho. El perdón a menudo lo entendemos como ese momento de catarsis, donde lloramos y nos desahogamos. Sin embargo, el perdón es un proceso donde yo decido que lo que otra persona me hizo o me dijo no siga afectándome en mi vida. Es dejar de permitir que el rencor y el resentimiento sigan habitando en mi.

En el contexto de familia o de Iglesia es importante perdonar a la pareja, a los hijos, a los padres, a los sacerdotes, a los ministros, a los servidores, o alguna persona que nos haya herido para que nuestro malestar o enojo nos afecte a nosotros y a toda la comunidad. Cuando guardamos resentimiento y rencor, entonces nos auto envenenamos. Pero si por el contrario, buscamos sanar nuestras heridas, entonces estamos respondiendo al mando evangélico de amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos.

Preguntas para reflexionar

  1. ¿Cuáles fueron las bendiciones recibidas durante este tiempo de pandemia? ¿Cuáles fueron los retos?
  • ¿A qué me está invitando Dios en este momento concreto de mi vida?
  • ¿Cuáles pueden ser algunos de los compromisos concretos que puedo hacer para ayudar a mi comunidad durante este tiempo de la pos-pandemia?  

Tome Nota

Vírgenes y Santos

Santa Teresa de Calcuta. Domingo, sep. 5
Día del Trabajo. Labor Day. Lunes, sep. 6
La Natividad de la Santísima. Virgen María –
Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona Cuba. Miércoles, sep. 8
San Pedro Claver. Jueves, sep. 9
Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela. Sábado, sep.11
Exaltación de la Santa Cruz. Martes, sep. 14
San Genaro. Domingo, sep. 19
San Pio de Pietrelcina. Jueves, sep. 23
San Gerónimo. Jueves, sep. 30

El presidente del comité de migración de los obispos se opone a las deportaciones por vía rápida

Por Rhina Guidos, Catholic News Service

Un obispo de EE. UU. Encargado de abordar los problemas de inmigración ha presentado objeciones al anuncio del 26 de julio del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. De que comenzaría los procedimientos de “deportación acelerada”, o deportaciones aceleradas, de algunas familias inmigrantes que ingresaron ilegalmente a los EE. UU. no califica para el asilo.

En una declaración del 7 de agosto, el obispo auxiliar de Washington Mario E. Dorsonville, presidente del Comité de Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU., Pidió al gobierno de Biden que “revierta el rumbo” en las expulsiones por vía rápida, pero también en otras medidas recientes. que se utiliza para frenar la inmigración.

“Trabajemos juntos como nación para acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes de acuerdo con la dignidad que Dios les ha dado”, dijo el obispo Dorsonville en el comunicado, que también objetó una medida de salud pública que expulsa a los migrantes en la frontera, con la excepción de menores, citando preocupaciones de COVID-19.

La medida, conocida como Título 42, es una disposición de la ley de salud pública de Estados Unidos y fue activada por la administración Trump. La administración Biden lo ha mantenido en su lugar, diciendo que lo ha hecho bajo la guía de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para mantener a raya la pandemia mientras la nación experimenta un aumento de la variante Delta.

“Conscientes de las preocupaciones de salud pública, alentamos las políticas respaldadas por fundamentos científicos sólidos y nos oponemos a las que tienen un impacto desigual en las familias, los niños y otras poblaciones vulnerables”, dijo el obispo Dorsonville.

Los defensores de la inmigración esperaban que se levantara el Título 42 para las familias a fines de julio, pero eso no sucedió. En cambio, la administración dijo que debido al aumento de migrantes y la falta de instalaciones para recibirlos y al mismo tiempo tener suficiente espacio para mantener a todos a salvo, era necesario seguir escuchando la guía de los CDC.

Las organizaciones católicas y los obispos han abogado por permitir la entrada a las familias migrantes, diciendo que enfrentan una serie de peligros.

“En este Año de San José, oramos para que el patrón de las familias interceda en nombre de las familias migrantes vulnerables, especialmente aquellas que viajan con niños y ancianos”, dijo el obispo Dorsonville.

El obispo también elogió los esfuerzos de la administración Biden para hacer que las vacunas sean más accesibles para los migrantes en la frontera, “lo cual es fundamental para limitar la propagación del COVID-19”.

Voluntarios de Los Ángeles dicen que fin de Misas para niños migrantes es agridulce

Por Hannah Swenson, Catholic News Service

LOS ÁNGELES (CNS) – Desde abril, el Centro de Convenciones de Long Beach ha albergado a niños migrantes sin ningún otro lugar adonde ir, mientras las autoridades buscaban a familiares adultos y patrocinadores en el país.

Casi 1.600 menores no acompañados de Guatemala, Honduras y El Salvador, la mayoría de ellos huyendo de la violencia y la pobreza, han pasado los últimos meses viviendo allí.

La Arquidiócesis de Los Ángeles solicitó con éxito comenzar a celebrar misas de fin de semana en el refugio en mayo. Pero ahora que el refugio está cerrando, las misas también tienen que llegar a su fin.

La última Misa del 18 de julio fue una celebración del próximo paso para estos niños, muchos de los cuales han sido colocados con familias patrocinadoras. Otros niños fueron enviados a vivir en la instalación de vivienda temporal de Pomona Fairplex en Pomona, California, aunque no se dieron detalles sobre cuántos niños fueron enviados a vivir con familias o a Pomona. Para los voluntarios que organizaron y llevaron a cabo las liturgias, fue un final agridulce para lo que describieron como un “ministerio intenso y significativo.”

“Al principio, sentí aprensión por la presencia en la Misa de tantos niños sin sus padres,” dijo Cynthia Marie Powell, quien se desempeñó como ministra extraordinaria de la Sagrada Comunión cada semana. “Sin embargo, cuando miré a los ojos de cada niño, sentí profundamente la presencia de Nuestro Señor y estaba muy consciente de su reverencia por el Santísimo Sacramento.”

Powell, descendiente de inmigrantes japoneses, mexicanos y galeses, dijo que se sintió atraída por trabajar con los niños migrantes en el refugio en parte para ayudarlos a comenzar de nuevo en Estados Unidos con sus familias y patrocinadores. “Encuentro que los inmigrantes se convierten en miembros trabajadores de la sociedad estadounidense,” le dijo a Angelus, el medio de comunicación de la Arquidiócesis de Los Ángeles.

Powell y los voluntarios tuvieron que hacer un trabajo importante por su cuenta para trabajar en el refugio, incluidas ocho horas de capacitación en el lugar, toma de huellas dactilares y pruebas de detección periódicas de COVID-19. Sin embargo, las recompensas emocionales y espirituales por este tiempo fueron inconmensurables, dijo Powell.

Los sacerdotes voluntarios, que celebraban las Misas dominicales, a menudo encontraron que los niños necesitaban otros sacramentos. Después de las Misas, varios niños hacían fila para confesarse y orar con los sacerdotes. “Conocí a una niña después de la Misa que había estado en el refugio unas semanas,” recordó uno de los sacerdotes voluntarios, el padre Budi Wardhana, pastor de la iglesia St. Lucy en Long Beach. “Pensé que ella quería el sacramento de la reconciliación, pero ella dijo: ‘No, padre, realmente extraño a mis padres.”

El padre Wardhana, que vino a Estados Unidos desde Indonesia en busca de asilo político en 1999, dijo: “Oré por ella. ¡Doy gracias a Dios por la oportunidad de llevar el gozo de Dios a estos niños que están sufriendo!”

El sacerdote reclutó a su amigo, Rafael Álvarez, un seminarista del Centro de Formación Sacerdotal Reina de los Ángeles, para que también lo ayudara. Álvarez y su familia emigraron a Estados Unidos desde México, lo que dijo que le da “un gran amor de una manera especial por nuestros hermanos y hermanas refugiados.” “Fue una bendición para mí poder ser parte de este viaje,” dijo el padre Wardhana “Al orar con los niños, me di cuenta que muchas veces todo lo que necesitaban era alguien que los escuchara. Aunque no somos familia, sabían que los queríamos.”

 La comunidad se unió para ayudar a proporcionar comodidades en el refugio a los niños y suplir sus necesidades durante su estadía. La Sociedad de San Vicente de Paul organizó una campaña de artículos de tocador, recolectando casi 200 paquetes con pasta de dientes, cepillos de dientes, champú, artículos de higiene femenina y rosarios. También organizaron una celebración del Día de los Niños en el refugio y trajeron juguetes y un mago. Aunque su trabajo en el refugio ha terminado, Powell cree que su viaje con los niños migrantes está lejos de terminar.

Como abogada, trabaja pro-bono con el Proyecto de Derechos de los Inmigrantes Esperanza como defensora de los niños inmigrantes que tendrán que navegar por los procedimientos judiciales una vez que abandonen los refugios de emergencia federales. “Nunca olvidaré la profunda experiencia de estar junto a los niños migrantes para recibir la Sagrada Comunión,” dijo. “Rezo para que los niños migrantes centroamericanos que conocí en el centro puedan hacer una vida aquí con sus familias o patrocinadores”.

(Swenson escribe para Angelus, el medio de noticias de la Arquidiócesis de Los Ángeles.)

El movimiento de renovación eucarística ha estado en marcha por un buen tiempo

By Hosffman Ospino Catholic News Service

Los católicos en los Estados Unidos nos encontramos en medio de una conversación fascinante sobre la Eucaristía. Las temáticas que inspiran esta conversación, especialmente durante los últimos 20 años, son bien conocidas.

Algunas son preocupaciones pastorales claramente definidas: encuestas que indican que un gran sector de la población católica no cree en la Presencia Real o simplemente no entiende lo que esto significa; el número cada vez más reducido de católicos que van a la Misa dominical.

Otras son un tanto controversiales: propuestas que buscan limitar el acceso a la Comunión a algunos líderes políticos; filosofías divergentes sobre cómo traducir las oraciones litúrgicas y los leccionarios; el lugar de la Misa en latín en la experiencia católica después del Vaticano II — y los “motu propios” papales sobre este tema que para muchos parecen un tanto paradójicos.

Algunas son más positivas: la popularidad de la adoración eucarística entre muchos jóvenes católicos; las muchas practicas devocionales eucarísticas que son comunes entre los católicos inmigrantes.

Quien afirme que los católicos en los Estados Unidos no estamos interesados en la Eucaristía o insista en que el tema ya no es parte de nuestro imaginario católico como comunidad, seguramente va a tener que hacer un esfuerzo extra para argumental tales posiciones. La evidencia apunta de manera abundante hacia lo contrario.

Durante las últimas dos décadas ha surgido un universo de recursos dedicados a responder a las temáticas asociadas con la Eucaristía: libros, artículos, tesis, documentales, videos en el internet, guías catequéticas, homilías, cartas pastorales, conferencias, interacciones candentes en los medios de comunicación social, blogs, expertos que se han proclamado como tales, y ciertamente una que otra posición herética, entre muchos otros.

Todas estas conversaciones y recursos revelan una realidad bien interesante: Los católicos en los Estados Unidos somos una comunidad que de hecho está muy interesada en la Eucaristía. Por supuesto, unos más que otros.

El entusiasmo eucarístico, o al menos la curiosidad y la opinión, transciende el mundo estrictamente religioso. Medios de información masiva como The New York Times, The Associated Press, Reuters, The Wall Street Journal, NPR, CNN, MSNBC, Fox News y otros con frecuencia abren sus espacios para cubrir conversaciones que los católicos tenemos sobre temas relacionados con la Eucaristía.

Los esfuerzos que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos lleva a cabo para estimular un interés renovado en la Eucaristía seguramente darán los frutos deseados. Lo importante es que los obispos y todos los católicos no perdamos de vista la dimensión global de estas conversaciones, histórica y pastoralmente.

Ya sea que declaren un tiempo jubilar eucarístico, inviten a una mayor renovación eucarística, promuevan más catequesis sobre la Eucaristía o produzcan documentos que inviten a una reflexión más sostenida, los obispos católicos se están uniendo a una conversación que ya ha estado en marcha por un buen tiempo. Como indiqué anteriormente, son muchas las conversaciones que hemos tenido sobre la Eucaristía en las últimas dos décadas.

Las temáticas que son parte de esta reflexión constante exigen de un discernimiento fundamentado en la oración. El discernimiento requiere humildad. Para poder entender los detalles y realidades que acompañan a cada una de estas temáticas se necesita tiempo y apertura al diálogo.

Parece que el Espíritu Santo nos quiere enseñar algo sobre la Eucaristía en nuestros días. Todos en la comunidad católica, en comunión con nuestros obispos, tenemos que escuchar. El escuchar es un aspecto esencial de la manera sinodal de proceder a la cual el papa Francisco ha invitado a nuestra iglesia. Tenemos que crear espacios para escuchar juntos la palabra de Dios y escucharnos mutuamente a medida con consultamos entre nosotros como discípulos.

Las conversaciones recientes sobre la Eucaristía son prometedoras: obispos debatiendo abiertamente sobre la naturaleza de un documento sobre este tema; artículos que reaccionan con serenidad y otros con sobresalto, especulando sobre lo que los obispos dirán o no dirán; grupos invitando a una renovación eucarística más intencional.

Nuestros obispos prometieron escuchar y avanzar consultas. Un grupo al cual no he visto todavía ser invitado de manera formal a estas consultas sobre la Eucaristía es el de los teólogos como miembros de organizaciones teológicas católicas. Hay varias de estas organizaciones en los Estados Unidos. Necesitamos sus contribuciones intelectuales e investigativas.

Los teólogos tienen mucho que decir públicamente sobre la Eucaristía. Invítenlos, dialoguen y consulten con ellos. Los teólogos son quizás el grupo de católicos mejor preparado, con la capacitación y la disciplina necesarias para analizar la complejidad de las preocupaciones sobre la Eucaristía que ocupan nuestro imaginario católico hoy en día.

(Hosffman Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College.)

El informe del centro de migración muestra que ‘EE. UU. la población indocumentada se está reduciendo’

Por Rhina Guidos, Catholic News Service

Aunque algunas cifras muestran que las llegadas a la frontera están batiendo récords, un grupo de expertos en inmigración con sede en Nueva York dijo que la “población indocumentada del país se está reduciendo” según las cifras del censo.

Según las cifras de un informe del Center for Migration Studies en Nueva York, hubo una disminución del 12% entre 2010 y 2019. En 2010, la población de quienes se encuentran en los Estados Unidos ilegalmente se estimó en 11,73 millones y se redujo a 10,35 millones. para 2019, según el informe.

Gran parte de esto proviene de una caída en los ciudadanos mexicanos que se han ido voluntariamente, pero las cifras muestran que el país ha visto un aumento en los migrantes de América Central y Asia que viven en el país sin permiso legal. La organización dijo que las cifras provienen de datos recopilados en la Encuesta sobre la comunidad estadounidense realizada por EE. UU.

Oficina del Censo en 2019, el año más reciente disponible.

De los 10,35 millones sin documentos, el 38% de ellos (3,9 millones) son padres de ciudadanos estadounidenses; El 16% está casado con un ciudadano o residente permanente legal; 59% habla inglés bien, muy bien o solo inglés; y el 96% de la población activa está empleada, según el informe.

“Durante su permanencia cada vez más larga en los Estados Unidos, los inmigrantes indocumentados se han convertido en parte integral de las comunidades estadounidenses” con hasta un 43% residiendo en el país durante 15 años o más, dijo el Centro de Estudios Migratorios.

El informe también destacó la asombrosa desigualdad en la forma de vida de las personas que ingresaron a los EE. UU. Sin permiso legal: el 20% vive en el umbral de pobreza o por debajo de él, y la mitad, el 50%, no tiene seguro médico. También dijo que el 40% tiene menos de un diploma de escuela secundaria y el 14% no habla inglés.

En “Lo que debe saber sobre las poblaciones indocumentadas y elegibles para naturalizarse de los EE. UU.”, El centro desglosó los datos a nivel estatal y local.

En un comunicado de prensa sobre el informe, el centro dijo que “el hecho de que la población indocumentada de Estados Unidos se esté reduciendo proporciona un contexto importante para los medios y las narrativas políticas, que a menudo enfatizan las ‘crisis’ a corto plazo o afirman que Estados Unidos está ‘abrumado’ ‘. por inmigrantes “, incluso cuando ese no sea el caso.

Una encuesta revela diferencias religiosas en la aceptación de la vacuna COVID-19

Por Mark Pattison, Servicio Católico de Noticias

WASHINGTON (CNS) – Una encuesta cuyos resultados fueron publicados el 5 de agosto por el Public Religion Research Institute mostró grandes diferencias entre los grupos religiosos en sus actitudes hacia recibir la vacuna COVID-19 para ellos mismos o sus hijos.

El cuarenta por ciento de los católicos blancos y el 48% de los católicos hispanos dijeron que han vacunado o van a vacunar a sus hijos, pero solo el 18% de los protestantes evangélicos blancos y el 27% de los protestantes hispanos dijeron que harán lo mismo. Los dos grupos protestantes son los menos propensos a hacerlo de todos los grupos encuestados en la encuesta.

Entre otros grupos, el 33% de los protestantes blancos principales, el 35% de los protestantes negros y el 35% de los no afiliados a ninguna religión “aceptan vacunas para sus hijos”, dijo PRRI.

A principios de este año, la Administración de Alimentos y Medicamentos aprobó, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades aprobaron la marcha, las vacunas contra el coronavirus de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson se administrarán a niños de tan solo 12 años, y se están realizando las pruebas. entre los niños más pequeños para determinar un nivel de dosis seguro para ellos.

Con el año escolar comenzando a ambos lados del Día del Trabajo para prácticamente todas las escuelas de EE. UU. En medio de una creciente controversia sobre los mandatos de mascarillas y vacunas, y el aumento de la variante Delta del virus que provocó los mandatos, los resultados son instructivos.

“Los enfoques basados ​​en la fe que apoyan la adopción de la vacuna pueden influir en los padres para que se vacunen a sí mismos y a sus hijos”, dijo el PRRI en su informe, “Regreso a la escuela: padres, religión y vacunación contra COVID-19”.

Los ejemplos de enfoques basados ​​en la fe que dio el informe incluyeron un líder religioso en el que los encuestados confiaban recibiendo una vacuna o alentándolos a vacunarse, una congregación religiosa cercana que albergaba una “clínica” emergente donde las vacunas estarían disponibles y una comunidad religiosa local proporcionando asistencia de personas para conseguir una cita para recibir una vacuna.

“Tres de cada diez padres con hijos menores de 18 años que aún no están vacunados (23%) indican que uno o más enfoques basados ​​en la fe podrían ayudarlos a influir, y entre los padres vacunados, el 22% dijo que uno o más enfoques basados ​​en la fe ayudó a convencerlos de que se vacunen “, dice el informe.

“Casi la mitad de los padres no vacunados que asisten a servicios religiosos al menos algunas veces al año (35%) dicen que los enfoques basados ​​en la fe podrían convencerlos de vacunarse, en comparación con el 16% de los que rara vez o nunca asisten a servicios religiosos”, dijo. .

Los porcentajes fueron un poco menores entre los padres vacunados que asisten con frecuencia a servicios religiosos (39%) y que rara vez o nunca asisten a servicios religiosos (12%).

“Aunque las preguntas no se referían a decisiones relacionadas con las vacunas de los niños, está claro que algunos padres que dudan en vacunar a sus hijos podrían dejarse influir por enfoques basados ​​en la fe para vacunarse ellos mismos”, dijo PRRI.

“Entre los padres no vacunados, el 31% que duda en vacunar a sus hijos y el 12% de los que dicen que se niegan a vacunar a sus hijos dicen que uno o más enfoques basados ​​en la fe podrían convencerlos de que se vacunen ellos mismos. Estas proporciones son mayores entre los que asisten a servicios religiosos “, según el informe.

PRRI dijo que el 48% de los padres no vacunados que dudan en vacunar a sus hijos serían “susceptibles” a los enfoques basados ​​en la fe, y el 24% de los que dicen que no vacunarán a sus hijos dicen que podrían dejarse influir por los enfoques basados ​​en la fe.

Entre los que no asisten a servicios religiosos, el 21% de los padres no vacunados que dudan en vacunar a sus hijos y el 3% de los padres no vacunados que no vacunarán a sus hijos, dicen que los enfoques basados ​​en la fe podrían ayudarlos a que se vacunen ellos mismos. decía el informe.

El porcentaje de quienes creen que deberían existir exenciones religiosas para las vacunas COVID está creciendo.

En enero pasado, el 73% se opuso a las exenciones religiosas para los niños que asisten a las escuelas públicas, en comparación con el 27% que los apoyó. La encuesta del PRRI, realizada del 2 al 23 de junio, encontró que la oposición a las exenciones se había reducido al 57%, y el apoyo aumentó al 42%. El número aumenta aún más al 50% para los padres de niños en edad escolar.

Entre los padres, el 69% de los republicanos están a favor de rechazar las vacunas por motivos religiosos, al igual que el 49% de los independientes y el 36% de los demócratas.

“Una razón para el salto en el apoyo a los rechazos de vacunas por motivos religiosos podría ser que el reciente lanzamiento de las vacunas COVID-19 para adolescentes en edad escolar fue una prioridad para los encuestados en junio, mientras que las preguntas sobre los requisitos de la vacuna COVID-19 para niños fueron no prevaleció en enero, a pesar de que la pregunta no especificó ninguna vacuna en particular “, dijo el informe.

La encuesta comenzó con una muestra aleatoria de 5,123 adultos mayores de 18 años que viven en los 50 estados que forman parte del Panel de conocimiento de Ipsos. Se agregaron a la muestra 382 que fueron reclutados por Ipsos utilizando paneles de encuestas opcionales para aumentar el tamaño de la muestra en los estados más pequeños. Se reclutó a 346 protestantes hispanos adicionales para aumentar el tamaño de la muestra entre este grupo. Todas las entrevistas se realizaron en línea.

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(Nota del editor: la encuesta completa se puede encontrar en línea en https://bit.ly/3iw5IJx.)

Eucarístico para sostenernos en el camino de la vida

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
En el vigésimo quinto aniversario de su elección como Sucesor de Pedro, a principios del nuevo milenio, el 17 de abril de 2003, San Juan Pablo II, otorgó a la Iglesia la Encíclica Ecclesia de Eucharistia. En este día, la iglesia en todo el mundo estaba celebrando el Jueves Santo, el inicio del Triduo Pascual, la institución de la Eucaristía y la fundación del sacramento del Orden Sagrado. Instituida en la Última Cena y cumplida con la muerte y resurrección del Señor en la mañana de Pascua, “la Eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia” desde el principio.
En este documento, San Juan Pablo Segundo expresó ardientemente sus esperanzas y sueños para todos los discípulos del Señor en la Iglesia Católica en todo el mundo. “Quisiera reavivar este ‘asombro’ eucarístico con la presente Carta Encíclica, en continuidad con el Año Jubilar 2000. Contemplar el rostro de Cristo y contemplarlo con María, es el ‘programa’ que he puesto ante el Iglesia en los albores del nuevo milenio, convocándola a adentrarse en el mar de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización. Contemplar a Cristo implica poder reconocerlo dondequiera que se manifieste su presencia, en sus múltiples formas, pero sobre todo en el sacramento vivo de su cuerpo y sangre. La iglesia extrae su vida de Cristo en la Eucaristía; él la alimenta y él la ilumina. La Eucaristía es un misterio de fe y un misterio de luz.”
Recordamos que en el 2002 San Juan Pablo II instituyó los Misterios Luminosos del Rosario que comienzan con el Bautismo de Jesús en el Jordán continuando con las Bodas de Caná, la proclamación del Reino, la Transfiguración y culminan con la Eucaristía, “fuente y cumbre de la vida cristiana,” la icónica declaración de Lumen Gentium, el documento sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II.

Obispo Joseph R. Kopacz

El Santo Sacrificio de la Misa es una fuente ilimitada de vida nueva donde cada generación de fieles está llamada a renovarse en el “asombro” eucarístico, desde el Sucesor de Pedro en Roma hasta las comunidades de fe en todos los puntos cardinales de la Iglesia universal. En los últimos meses, la retórica estridente que rodea el documento prospectivo sobre la Eucaristía de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ha tergiversado el objetivo del plan estratégico de la Conferencia para la renovación de la iglesia en el espíritu de la Carta Apostólica de San Juan Pablo, Ecclesia de Eucharistia. La siguiente es una descripción general de un proceso deliberativo que estaba en marcha, independientemente de cualquier distorsión política.
“El Plan Estratégico 2021-24 de la USCCB guiará a la Conferencia durante los tiempos excepcionalmente desafiantes que enfrentamos como iglesia y nación. El tema elegido para el plan estratégico 2021-2024 de la USCCB, “Creado de nuevo por el Cuerpo y la Sangre de Cristo: Fuente de nuestra Sanación y Esperanza” (“Created Anew by the Body and Blood of Christ: Source of Our Healing and Hope” por su nombre en inglés) surgió como resultado de las sesiones de escucha con los obispos, el Consejo Asesor Nacional y el personal superior de la USCCB a los que se les pidió reflexionar sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta la iglesia en los próximos cuatro años. La necesidad de sanación y renovación a través de un enfoque renovado en el Santísimo Sacramento surgió como el tema más comúnmente discutido y aceptado entre los grupos; como tal, evolucionó naturalmente y fue adoptado como el tema del plan estratégico 2021-24 de la USCCB que guiará la Conferencia durante los próximos cuatro años.”
Además, la dispersión de los fieles provocada por la pandemia impulsa aún más la sabiduría del plan estratégico. El extenso diálogo entre los obispos en la reciente reunión de junio parece haber enderezado el barco y el próximo documento sobre la Eucaristía se alineará con el plan estratégico para 2021-2024.
La dignidad de recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor, o estar en estado de gracia, ha sido parte de la tradición de la iglesia desde el principio, como leemos en las palabras de San Pablo. “Así pues, cualquiera que come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, comete un pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor. Por tanto, cada uno debe examinar su propia conciencia antes de comer del pan y beber de la copa. Porque si come y bebe sin fijarse en que se trata del cuerpo del Señor, para su propio castigo come y bebe.”(1 Corintios 11:27-29)
Obviamente, la dignidad es un elemento crítico que no puede esquivarse porque el pecado y el escándalo debilitan el Cuerpo de Cristo y comprometen la misión de la iglesia en este mundo. La dignidad y el llamado esencial del Señor al arrepentimiento y conversión son siempre antiguos y siempre nuevos y serán parte integral del documento inminente. De seguro, hay un momento y un lugar adecuados para la acción disciplinaria en la vida de la iglesia en cada generación, pero esta publicación de la Conferencia Episcopal no tiene la autoridad para abordar situaciones personales. Esto compete al ámbito de un pastor u obispo en particular.
Próximamente en una iglesia cercana a usted, tendremos la oportunidad este verano de escuchar, contemplar y celebrar durante varias semanas el discurso del Pan de Vida de Jesús del sexto capítulo del Evangelio de Juan. En palabras de San Juan Pablo II, que la proclamación de estos pasajes evangélicos, las propias palabras de nuestro Señor sean fuente de alimento espiritual de “asombro” eucarístico para sostenernos en el camino de la vida y promesa de la vida eterna.