Permita al Señor preparar nuestros corazones y mentes

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Después de la gran solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo y la culminación de otro año de la iglesia, fluimos sin problemas hacia la temporada de Adviento cuando la Palabra de Dios dirige nuestra mirada hacia la vida eterna, más allá del tiempo y del espacio. Es la temporada de luz en medio de las tinieblas, cuando nos preparamos para la venida final del Señor, en todo momento y en Navidad.

Ven, Señor Jesús, porque tú eres nuestra esperanza y paz, el camino y la verdad que puede guiarnos a la luz de la fe, a través de la incertidumbre y la vulnerabilidad.

La pandemia, junto con otras amenazas al bienestar digno de la humanidad, continúa intensificando los problemas personales y sociales, además de inspirar una resistencia asombrosa y una preocupación amorosa por los demás. Es una realidad que pone ante mí las atemporales palabras de Charles Dickens, en Historia de Dos Ciudades, muy adecuadas para la temporada de Adviento y para la época en que vivimos:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.”

Obispo Joseph R. Kopacz

Cómo cada uno de nosotros, sabia y justamente, elige en las circunstancias y pruebas de nuestra vida, mientras nos cuidamos unos a otros, esto hace toda la diferencia en el mundo. Nuestro Dios de salvación nos llama a buscar lo mejor de lo que este mundo tiene para ofrecer: sabiduría, fe, luz, esperanza y una visión para la vida eterna cuando, en verdad, lo tendremos todo.

En algunos días no es fácil, pero en medio del torbellino recordamos que todo es posible para Dios. El Adviento es una temporada sagrada que nos invita a renovar nuestro compromiso con la reconciliación, la esperanza, la justicia y la paz.

La última mitad de mi columna de esta semana es una parte sustancial de mi carta anual de Adviento / Navidad, enviada a toda la gente en casa y en la diócesis:
“Espero que hayan experimentado muchas más bendiciones que cargas el año pasado. En el gran estado de la Magnolia, en toda la Diócesis de Jackson y al igual que en muchas organizaciones y eventos, ha habido un regreso constante a nuestras iglesias y una mayor participación en varios ministerios, con nuestras escuelas a la vanguardia hasta bien entrado el segundo año de la pandemia.

En el tiempo que se avecina, esperamos con ansias el Año de la Eucaristía a medida que los feligreses regresen a la iglesia en mayor número, y durante los próximos cuatro meses a reuniones en toda la diócesis en respuesta al desafío del Papa Francisco a la iglesia de permitir que el Santo Espíritu hable a través de todos los católicos bautizados.

En el ámbito personal, mi querido perro de 14 años, Amigo, tomó su último aliento el 5 de abril, lunes de Pascua. Vivió 14 años, siete como norteño y siete como sureño, una vida verdaderamente encantadora. No se necesita explicación con respecto al vacío que dejó su fallecimiento.

Por otro lado, más tarde en octubre, estando mi hermana Mary Ellen aquí de vacaciones, hicimos un descubrimiento asombroso entre las cartas de cortejo de mi padre a mi madre durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Dentro del paquete de su correspondencia de Italia, donde sirvió durante la guerra, había varias cartas con matasellos de, ¡adivinen de dónde!; … la Base de la Fuerza Aérea en Columbus, Mississippi.”

¡Sorpresa, sorpresa! Justo hasta ese momento del descubrimiento, siempre había dicho que ‘nunca había conocido a nadie personalmente que hubiera vivido o viviera en Mississippi antes de mi asignación aquí.’ Comencé mi servicio aquí hacia fines de 2013; Papa (Pop) comenzó su servicio aquí a principios de 1943. Mis raíces en Mississippi son bastante profundas, se remontan a casi 70 años después.

Según la providencia y el destino, fui consagrado e instalado como el undécimo obispo de la Diócesis de Jackson el 6 de febrero, el mismo día del cumpleaños de mi padre. ¡Caramba, eso nunca lo vi venir!“

Que el tiempo de Adviento que se ha abierto ante nosotros permita al Señor preparar nuestros corazones y mentes para esperar su venida, para que en Navidad nuestras voces griten sin tregua y a pleno pulmón con el coro de los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra.”