Llamados por el bautismo a discernir vocación

Por Obispo Joseph Kopacz
La Semana Nacional de Sensibilización Vocacional es una oportunidad anual para orar, dialogar y ser testigos de la llamada del Señor a cada uno de nosotros que empieza a través de la fe y el bautismo. Dado que a muchos de nosotros nos llevaron a la iglesia para el sacramento del bautismo una respuesta genuina al Señor debe ser amorosa, de oración e intencional con el pasar de los años. El viñador desea enviar obreros a su viña, en temporada y fuera de temporada, y una parte esencial de la mano de obra es el sacerdote ordenado.

¿Quién terminará la Eucaristía?
El Arzobispo Oscar Romero fue martirizado cuando estaba en el altar en medio de la Plegaria Eucarística. La sangre brotó de su corazón en armonía con su Señor, cuya sangre y agua, brotando de su costado en la cruz, comenzó el río del martirio que ha continuado incesantemente durante casi dos mil años. “Este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes; ésta es mi sangre que será derramada por ustedes”. El Arzobispo Romero no finalizó la celebración de la Eucaristía. Tampoco fue finalizada la misa de su funeral. Los disparos y la muerte estaban presentes de nuevo y la gente tuvo que apresurarse a la catedral por seguridad.
Quién terminará la Eucaristía es la invitación en el espíritu de la vocación al sacerdocio desde donde la fuente de la gracia de Dios faculta al sacerdote para ser un fiel administrador de los misterios de Dios, los sacramentos, un celoso heraldo de la Palabra de Dios, y siervo-lider que guia al rebaño en santidad y que inspira a los miembros de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, para ser fieles a su llamada.
La Eucaristía es la representación del drama de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Oscar Romero y todos los sacerdotes se ofrecen a sí mismos con Cristo como una ofrenda de paz a fin de que la tierra pueda reconciliarse con su creador y los pecados sean perdonados. ¿Quién terminará la Eucaristía, la fuente de la vida sacramental de la iglesia que anunciará la muerte del Señor hasta que él venga?
La llamada al sacerdocio cobra vida a través de la oración, de la meditación de la Palabra de Dios y discerniendo el diálogo. El Papa Francisco repetidamente alienta al diálogo porque no se trata de hacer concesiones, ni sobre la negociación, sino acerca de la transformación. Las verdades más profundas del propósito de vida de un individuo, discerniendo su vocación, sólo son accesibles a través de un intercambio paciente, fomentando la amistad y transformando nuestros corazones y nuestras mentes.
Este proceso se abre paso a través de la superficial o estrecha identidad personal de un individuo y lo deja libre para una amistad con Dios. Este es el terreno fértil del cual una vocación al sacerdocio y a la vida religiosa se alimenta. Todos tenemos el privilegio y la responsabilidad de responder a la pregunta, ¿quién va a terminar la Eucaristía?
Sabemos que en la vida de una persona la gracia de Dios fluye a través de muchos riachuelos que hacen que una vocación sea posible. La más común y la fuente ideal de la vida está en la familia, donde la gente de varias generaciones aprenden a vivir y amar. La reciente canonización de los padres de Santa Teresa del Niño Jesús, Luis Martin y Zelie Martin, en medio del Sínodo de la Familia, es un excelente momento para enseñar que la vocación del matrimonio y de los ordenados y/o religiosos está estrechamente ligada.
La iglesia doméstica planta y nutre el don de la fe en el hijo joven, y esta presencia viva de Dios puede florecer en un deseo de dar la vida en servicio al Señor en una vocación en armonía con la voluntad de Dios. La santidad es parte integral de todas las vocaciones, y el pacto matrimonial, el amor del esposo y de la esposa del uno por el otro, da testimonio del amor de Cristo por su iglesia, cada momento de cada día.
El don del celibato en la vida de los ordenados y los consagrados es un signo claro de la promesa del Reino de los Cielos, y a veces un signo de contradicción cuando los valores evangélicos tienen conflicto con los valores del mundo. Ambos no son mutuamente excluyentes y Santa Teresa capta la santidad de sus padres en una de sus entradas de su diario. “El buen Dios me dio un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra”.
La cultura por las vocaciones comienza en el hogar, pero se amplifica a través de la iglesia y de la sociedad en la medida en que cada persona en su respectiva forma de vida, casada, sacerdote, religioso y soltero llegan a ser  testigos vivos de Jesucristo, en sus actos cotidianos de servicio amoroso, sacrificio, alegrías y sufrimientos. La promesa de las vocaciones comienza en casa, pero le toma a todo el cuerpo de Cristo llevar a cumplimiento lo que Dios ha comenzado.
El recién concluido Sínodo sobre la Familia contribuirá a un renovado amor y respeto por la vida familiar que es esencial para la iglesia y la sociedad. A la luz de esto estará el desafío de la iglesia para levantar con renovado ardor la vocación del matrimonio y la familia en nuestro mundo moderno. Hacer esto es fortalecer las bases para el llamado a los hombres y mujeres al sacerdocio y a la vida consagrada. En este Año de la Vida Consagrada, junto con la extraordinaria labor del Sínodo de la Familia, que el Señor nos fortalezca para despertar al mundo a todo lo que es bueno y duradero.
¿Quién terminará la Eucaristía? Damos las gracias a todos los que continúan sirviendo al Señor en el sacerdocio y la vida religiosa, y que podamos orar fervientemente por aquellos que están discerniendo, mendigándole al viñador para que envíe obreros a la viña.

Sus gestos y palabras arderán en nuestros corazónes

Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos fue un torbellino de visitas a los más poderosos en sus respectivos ámbitos y a los débiles en su realidad diaria. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, Argentina, estaba acostumbrado a encontrarse casi a diario con los pobres y las personas de influencia en su arquidiócesis y se encontraba como en su casa en las villas o en  los barrios de Argentina, donde por lo regular caminaba, oraba y alentaba a las personas que vivían en los márgenes de la París de América Latina.
Por lo tanto, cuando escogió servir una cena en un comedor cercano en la ciudad de Washington, D.C., en vez de almorzar con los miembros del Congreso de los Estados Unidos – no era una oportunidad para que le tomaran fotografías – como sería el caso de muchos funcionarios públicos, sino más bien una gracia de espontaneidad que es parte de su carácter y de su Evangelio ADN. Es una extensión del abrazo de San Francisco de Asís al leproso cuando no había nadie por allí con una cámara.
Los gestos y las palabras del Papa Francisco arderán en nuestros corazones, mentes e imaginación en los próximos años. Quiero ofrecer una selección de su sabiduría que trasciende la política y la ideología.

Inmigración
“Como hijo de una familia de inmigrantes, estoy feliz de ser un huésped en este país, el cual fue construido en gran parte por estas familias. Espero con interés en estos días de encuentro y de diálogo escuchar y compartir muchas de las esperanzas y los sueños del pueblo americano”. La inmigración fue un tema que se repitió a lo largo de todos sus discursos y homilías durante sus cinco días  en nuestro país. Al final de su discurso a los obispos de Estados Unidos en la Catedral San Mateo, el Papa Francisco concluyó su homilía con un pedido a un encuentro y acompañamiento al inmigrante con dignidad y respeto.

LIBERTAD RELIGIOSA
“Señor  Presidente, junto con sus compatriotas, los católicos estadounidenses están comprometidos a  construir una sociedad que sea verdaderamente tolerante e inclusiva de salvaguardar los derechos de los individuos y las comunidades y de rechazar toda forma de discriminación injusta. Con muchas otras personas de buena voluntad, también están preocupados de que los esfuerzos por construir una sociedad justa, ordenada y prudente  respeten sus profundas preocupaciones y sus derechos a la libertad religiosa. Esa libertad sigue siendo una de las más preciadas posesiones en América. Y como mis hermanos obispos de Estados Unidos, nos han recordado, que todos estamos llamados a estar vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, a fin de preservar y defender esa libertad de todo lo que la amenace o la comprometa”.
El Papa Francisco empezó su discurso en el Jardín de las Rosas con este tema fundamental de la libertad religiosa y está claro que él ha estado al tanto de la lucha de la iglesia en los últimos tiempos. El podría haber añadido también que la libertad religiosa está resguardada en la Primera Enmienda de nuestra querida constitución, la piedra angular de nuestra sociedad.

El camino al encuentro, al diálogo
Homilía en la Catedral San Mateo a los obispos.
“El camino que tenemos por delante es el diálogo entre ustedes, el diálogo en su presbiterio, el diálogo con los laicos, el diálogo con las familias, el diálogo con la sociedad… De lo contrario fallamos en comprender la forma de pensar de los demás o de realizar profundamente que el hermano o hermana que deseamos alcanzar y rescatar con el poder y la cercanía del amor, cuentan más de sus posiciones, distantes como pueden ser de lo que entendemos como verdadero y cierto.
“Un lenguaje cruel y divisivo no es propio de la lengua de un pastor, no tiene lugar en su corazón. A pesar de que momentáneamente pareciera ganar el día, sólo el perdurable encanto de la bondad y el amor sigue siendo verdaderamente convincente”. El Papa Francisco en estas palabras ofrece una excelente catequesis de 1Pedro 3:15, para hablar con humildad y respeto, y en Efesios 4:15 para hablar la verdad en el amor.

La responsabilidad de los Congresistas
“Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. Su responsabilidad, como miembros del Congreso, es permitir que este país, por su actividad legislativa, crezca como una nación. Ustedes son la cara de su gente, sus representantes. Ustedes están llamados a defender y a preservar la dignidad de los conciudadanos en la incansable y exigente búsqueda del bien común ya que es el objetivo principal de todos los políticos. Una sociedad política perdura cuando busca, como una vocación, satisfacer necesidades comunes, estimulando el crecimiento de todos sus miembros, especialmente los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa se basa siempre en el cuidado de las personas. A esto ustedes han sido invitados y convocados por aquellos que los eligieron”.
El Papa Francisco habló como el Jefe de Estado del Vaticano, pero aun más como una voz moral y espiritual en la plaza pública a nuestros funcionarios electos. Imagínense si todos los responsables del bien común en virtud de su cargo caminan el noble camino de la vocación y el servicio.

En la familia
La fe abre una “ventana” a la presencia y acción del espíritu. Nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a pequeños gestos. “Quien da un vaso de agua en mi nombre – un pequeño gesto – no dejará de recibir recompensa”, dice Jesús (cf.  Marcos 9:41). Estos pequeños gestos son los que aprendemos en el hogar, en la familia; se pierden en medio de todas las otras cosas que hacemos y hacen cada día diferente.
Son las cosas tranquilas que hacen las madres y las abuelas, los padres y los abuelos, los niños, los hermanos. Son pequeños signos de ternura, afecto y compasión. Como la cena caliente que esperamos por la noche, el almuerzo temprano que espera alguien que se levanta temprano para ir a trabajar. Gestos hogareños. Como una bendición antes de ir a la cama, o un abrazo después de regreso a casa tras un duro día de trabajo.
Las cosas pequeñas muestran su amor, la atención a los pequeños signos diarios que nos hacen sentir como en casa. La fe crece cuando es vivida y formada por el amor. Es por ello que nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas iglesias domésticas. Son el lugar adecuado para que la fe se convierta en vida y la vida crece en la fe.
En conclusión, el Papa Francisco exhorta a que la sabiduría de la vida de familia bien vivida es vital para nuestro mundo de hoy. “El Evangelio de la familia es verdaderamente ‘buenas noticias’ en un mundo donde el interés por sí mismo parece reinar”.
(NOTA DEL EDITOR: Lea la columna de esta semana en la pag. 3 de la edición en inglés)

El papa habló con acciones y con palabras

Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos fue un torbellino de visitas a los más poderosos en sus respectivos ámbitos y a los débiles en su realidad diaria. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, Argentina, estaba acostumbrado a encontrarse casi a diario con los pobres y los de influencia en su arquidiócesis, y se encontraba como en su casa en las villas o en  los barrios de Argentina, donde por lo regular caminaba, oraba y alentaba a las personas que vivían en los márgenes de la París de América Latina.
Por lo tanto, cuando escogió servir una cena en un comedor cercano en la ciudad de Washington, D.C., en vez de almorzar con los miembros del Congreso de los Estados Unidos – no era una oportunidad para que le tomaran fotografías–  como sería el caso de muchos funcionarios públicos, sino más bien una gracia de espontaneidad que es parte de su carácter y de su Evangelio ADN. Es una extensión del de abrazo de San Francisco de Asís al leproso cuando no había nadie por allí con una cámara.
Los gestos y las palabras del Papa Francisco arderán en nuestros corazones, mentes e imaginación en los próximos años. Para el resto de esta columna quiero ofrecer una selección de su sabiduría que trasciende la política y la ideología.

Inmigración
“Como hijo de una familia de inmigrantes, estoy feliz de ser un huésped en este país, el cual fue construido en gran parte por estas familias. Espero con interés que estos días de encuentro y de diálogo, en los cuales espero escuchar y compartir muchas de las esperanzas y los sueños del pueblo americano”. La inmigración fue un tema que se repitió a lo largo de todos sus discursos y homilías durante sus cinco días completos en nuestro país. Al final de su discurso a los obispos de Estados Unidos en la Catedral San Mateo, el Papa Francisco concluyó su homilía con un pedido a un encuentro y acompañamiento al inmigrante con dignidad y respeto.

LIBERTAD RELIGIOSA
“Señor  Presidente, junto con sus compatriotas, los católicos estadounidenses están comprometidos a  construir una sociedad que sea verdaderamente tolerante e inclusiva de salvaguardar los derechos de los individuos y las comunidades y de rechazar toda forma de discriminación injusta. Con muchas otras personas de buena voluntad, están igualmente preocupados de que los esfuerzos para construir una sociedad justa, ordenada y prudente que respeten sus preocupaciones profundas y sus derechos a la libertad religiosa. Esa libertad sigue siendo una de las más preciadas posesiones en América. Y como mis hermanos, los obispos de Estados Unidos, nos han recordado, todos están llamados a ser vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, a fin de preservar y defender esa libertad de todo lo que la amenace o la comprometa”.
El Papa Francisco empezó su discurso en el Jardín de las Rosas con este tema fundamental de la libertad religiosa, y está claro que él ha esta al tanto de la lucha de la Iglesia en los últimos tiempos. El podría haber añadido también que la libertad religiosa está consagrada en la Primera Enmienda de nuestra querida constitución, la piedra angular de nuestra sociedad.

El camino al encuentro y al diálogo
Homilía en la Catedral San Mateo a los obispos.
“El camino que tenemos por delante es el diálogo entre ustedes, el diálogo en su presbiterio, el diálogo con los laicos, el diálogo con las familias, el diálogo con la sociedad…De lo contrario, fallamos en comprender la forma de pensar de los demás, o de realizar profundamente que el hermano o hermana que deseamos alcanzar y rescatar, con el poder y la cercanía del amor, cuentan más de sus posiciones, distantes como pueden ser de lo que entendemos como verdadero y cierto.
“Un lenguaje cruel y divisivo no es propio de la lengua de un pastor, no tiene lugar en su corazón. A pesar de que momentáneamente pareciera ganar el día, sólo el perdurable encanto de la bondad y el amor sigue siendo verdaderamente convincente”. El Papa Francisco ens estas palabras ofrece una excelente catequesis de 1Pedro 3:15, para hablar con humildad y respeto, y en Efesios 4:15 para hablar la verdad en el amor.

La responsabilidad de los miembros del Congreso
“Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. Su responsabilidad, como miembros del Congreso, es permitir que este país, por su actividad legislativa, crezca como una nación. Ustedes son la cara de su gente, sus representantes. Ustedes están llamados a defender y preservar la dignidad de los conciudadanos en la incansable y exigente búsqueda del bien común ya que es el objetivo principal de todos los políticos. Una sociedad política perdura cuando busca, como una vocación, satisfacer necesidades comunes, estimulando el crecimiento de todos sus miembros, especialmente los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa se basa siempre en el cuidado de las personas. A esto ustedes han sido invitados, llamados y convocados por aquellos que los eligieron.”
El Papa Francisco habló como el Jefe de Estado del Vaticano, pero aun más como una voz moral y espiritual en la plaza pública a nuestros funcionarios electos. Imagínense si todos los responsables del bien común en virtud de su cargo caminan el noble camino de la vocación y el servicio.

En la familia
La fe abre una “ventana” a la presencia y acción del espíritu. Nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a pequeños gestos. “Quien da un vaso de agua en mi nombre – un pequeño gesto – no dejará de recibir recompensa”, dice Jesús (cf.  Marcos 9:41). Estos pequeños gestos son los que aprendemos en el hogar, en la familia; se pierden en medio de todas las otras cosas que hacemos y hacen cada día diferente.
Son las cosas tranquilas que hacen las madres y las abuelas, los padres y los abuelos, los niños, los hermanos. Son pequeños signos de ternura, afecto y compasión. Como la cena caliente que esperamos por la noche, el almuerzo temprano que espera alguien que se levanta temprano para ir a trabajar. Gestos hogareños. Como una bendición antes de ir a la cama, o un abrazo después de regreso tras un duro día de trabajo.
Cosas pequeñas muestran su amor, la atención a los pequeños signos diarios que nos hacen sentir como en casa. La fe crece cuando es vivida y formada por el amor. Es por ello que nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas iglesias domésticas. Son el lugar adecuado para que la fe se convierta en vida, y la vida crece en la fe.
En conclusión, el Papa Francisco exhorta a que la sabiduría de la vida de familia bien vivida es vital para nuestro mundo de hoy. “El Evangelio de la familia es verdaderamente ‘buenas noticias’ en un mundo donde el interés por sí mismo parece reinar”.

Pope spoke in actions as well as words

By Bishop Joseph Kopacz
Pope Francis’ pastoral visit to the United States was a whirlwind of visits to the most powerful in their respective domains, and to the powerless in their everyday circumstances. Cardinal Jorge Mario Bergoglio of Buenos Aires, Argentina was accustomed on a daily basis to encountering the poor and the influential in his Archdiocese, and he was most at home in Las Villas, or slums, of Argentina where he regularly walked with, prayed with and encouraged those who lived on the margins of the Paris of Latin America.
So when he chose to serve a meal at a nearby soup kitchen in Washington, D.C. rather than have lunch with members of the United States Congress, it was not a photo-op as would be the case with many public officials, but rather a graced spontaneity that is part of his character and his Gospel DNA.  It is an extension of Saint Francis of Assisi’s embrace of the leper when there was no one around with a camera.
The gestures and words of Pope Francis will burn in our hearts, minds, and imaginations for years to come and for the remainder of this column I want to offer a selection of his wisdom that transcends politics and ideology.

Immigration
“As the son of an immigrant family, I am happy to be a guest in this country, which was largely built by such families.  I look forward to these days of encounter and dialogue, in which I hope to listen to, and share, many of the hopes and dreams of the American people.”  Immigration was a theme that resonated throughout his speeches and homilies during his five full days in our country.
At the end of his address to the United States Bishops at Saint Matthew’s Cathedral Pope Francis concluded his homily with a plea to encounter and accompany the immigrant with dignity and respect.
Religious Liberty
“Mr. President, together with their fellow citizens, American Catholics are committed to building a society which is truly tolerant and inclusive, to safeguarding the rights of individuals and communities, and to rejecting every form of unjust discrimination. With countless other people of goodwill, they are likewise concerned that efforts to build a just and wisely ordered society respect their deepest concerns and their rights to religious liberty.
That freedom remains one of America’s most precious possessions. And as my brothers the United States Bishops have reminded us, all are called to be vigilant, precisely as good citizens, to preserve and defend that freedom from everything that would threaten or compromise it.”
Pope Francis began his address in the Rose Garden at the outset of his public appearances with this fundamental theme of Religious Liberty, and it is clear that he has been tuned into the struggle of the Church in recent times. He could have also added that Religious Liberty is enshrined in the First Amendment of our cherished Constitution, the bedrock of our society.

The Path of Encounter and Dialogue
Homily at Saint Matthew’s Cathedral to the bishops
“The path ahead, then, is dialogue among yourselves, dialogue in your presbyterate, dialogue with lay persons, dialogue with families, dialogue with society…Otherwise, we fail to understand the thinking of others, or to realize deep down that the brother or sister we wish to reach and redeem, with the power and the closeness of love, counts more than their positions, distant as they may be from what we hold as true and certain.  Harsh and divisive language does not befit the tongue of a pastor; it has no place in his heart.  Although it may momentarily seem to win the day, only the enduring allure of goodness and love remains truly convincing.” Pope Francis in these words offers an excellent catechesis of 1Peter 3, 15, to speak with meekness and respect, and Ephesians 4, 15 to speak the truth in love.

The Responsibility of Members of Congress
“Each son or daughter of a given country has a mission, a personal and social responsibility.  Your own responsibility as members of Congress is to enable this country, by your legislative activity, to grow as a nation. You are the face of its people, their representatives. You are called to defend and preserve the dignity of your fellow citizens in the tireless and demanding pursuit of the common good, for this is the chief aim of all politics.
A political society endures when it seeks, as a vocation, to satisfy common needs by stimulating the growth of all its members, especially those in situations of greater vulnerability or risk. Legislative activity is always based on care for the people.  To this you have been invited, called and convened by those who elected you.”
Pope Francis spoke as a Vatican Head of State, but far more as a moral and spiritual voice in the public square to our elected officials.  Imagine if all responsible for the common good by virtue of their elected office walked the noble path of vocation and service.

On the Family
Faith opens a “window” to the presence and working of the Spirit. It shows us that, like happiness, holiness is always tied to little gestures. “Whoever gives you a cup of water in my name — a small gesture — will not go unrewarded”, says Jesus (cf. Mk 9:41). These little gestures are those we learn at home, in the family; they get lost amid all the other things we do, yet they do make each day different. They are the quiet things done by mothers and grandmothers, by fathers and grandfathers, by children, by brothers. They are little signs of tenderness, affection and compassion.
Like the warm supper we look forward to at night, the early lunch awaiting someone who gets up early to go to work. Homely gestures. Like a blessing before we go to bed, or a hug after we return from a hard day’s work. Little things show love, by attention to small daily signs, which make us feel at home. Faith grows when it is lived and shaped by love. That is why our families, our homes, are true domestic churches. They are the right place for faith to become life, and life grows in faith.
In conclusion, Pope Francis exhorts that the wisdom of family life well lived is vital for our world today.  “The Gospel of the family is truly ‘good news’ in a world where self-concern seems to reign supreme.”

Encuentro con el Papa Francisco fue vigorizador

Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos, después de unos días en Cuba, dominaron las noticias por mucho más de los seis días que estuvo en territorio americano. La preparación de la visita absorbió más de un año completo. El efecto durará por muchos años. Sin duda su presencia en nuestra nación fue cautivadora.
El Papa Pablo VI fue el primero en llegar a nuestras costas en octubre de 1965 para hablar en las Naciones Unidas en el momento en que la guerra de Vietnam se estaba intensificando. Sus palabras están consagradas para la posteridad. “No más guerra, nunca más guerra. Paz, es la paz la que debe guiar el destino de las personas y de toda la humanidad”. San Juan Pablo II hizo varias visitas pastorales a los Estados Unidos, una de las cuales incluyó un circuito similar a la que el Papa Francisco acaba de terminar.
También recorrió el Sureste y el Sur con su preciada visita a Nueva Orleans en 1987. Muchos en nuestra región recuerdan con cariño la experiencia. San Juan Pablo II presidió el Día Mundial de la Juventud en Denver, Co., en 1993 inspirando a generaciones de jóvenes y a otros no tan jóvenes. Juan Pablo había lanzado el  tradicional bianual Día Mundial de la Juventud en Roma en 1984 debido a su profundo amor por los jóvenes durante todo su sacerdocio.
Ahora hemos celebrado el momento del Papa Francisco, un momento en la historia cuando los corazones de muchos dentro de la Iglesia y en el mundo tienen hambre y sed por una mayor justicia y paz y por solidaridad y esperanza para la familia humana. Experimenté personalmente este anhelo en la ciudad de Washington, D.C. la semana pasada durante el servicio de oración en la Catedral San Mateo y durante la Misa de Canonización de Junípero Serra en el Santuario de la Inmaculada Concepción. Estos fueron reuniones pequeñas en comparación con las de Nueva York y Filadelfia, pero el Espíritu del Señor no estuvo menos presente.
En esta columna intento reflejar sobre mi propia experiencia y la esencia de las homilías del Papa Francisco en la Catedral de San Mateo y en la Misa de canonización. Cada vez que un jefe de estado extranjero visita tierras extranjeras la seguridad es arrolladora. Para todos de los casi 300 ó 400 obispos presentes, el movimiento de un lugar a otro fue como glaciar, incluso con la escolta de policía para nuestros siete autobuses. A veces volamos por las calles de Washington y luego tuvimos que esperar. Pero la espera valió la pena. Mientras estábamos sentados en la Catedral San Mateo, orando en silencio por lo anticipado, el primer sonido que nos alertaba de la llegada del papa era el helicoptero de  seguridad que dirigía su caravana como jefe de estado. Después de un ratito, la puerta de la catedral se abría y el Papa Francisco entraba con una sonrisa tan grande como la Argentina.
Mientras caminaba por el pasillo central en medio de los entusiastas aplausos, me di cuenta de que toda su conducta encarnaba la alegría del Evangelio, el título de su Carta Apostólica, Evangelii Guadium. Su amor por el Señor supura de su ser y su deseo de celebrar este amor con todos los que él se reúne es lo que lo hace apreciar al espíritu humano.
Al final del servicio de oración en la Catedral de San Mateo el Papa Francisco le habló específicamente a los obispos presentes rodeado de muchos católicos de la Arquidiócesis de Washington que llenaron la Catedral. Su mensaje fue uno de aliento y ardientemente habló del ministerio del obispo como uno de unidad, caridad y celo en el servicio del Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Tenemos que caminar con nuestro pueblo, fortalecer a nuestros sacerdotes y dar la bienvenida al extraño en nuestro medio. Su amor por nosotros fue palpable durante todo su apasionado discurso.
A la salida de la Catedral de San Mateo hicimos una pausa en el Centro San Juan Pablo II para almorzar antes de dirigirnos al Santuario de la Inmaculada Concepción para la Misa de Canonización de Junípero Serra. Esta fue una festiva celebración en la cual participaron    fieles de todo el país. Muchos vinieron de la Costa Oeste, entre ellos representantes de los nativos Americanos  de las misiones en California. Mientras entrabamos antes de la llegada del Papa Francisco la congregación de unos 25,000 estaban parados bajo un sol ardiente y nos saludaron con palabras y gestos cordiales. Fue agradable ver su amor por el Señor y por la Iglesia.
Más de 220 años atrás, los indios de California evangelizados por el Padre Junípero Serra lo declararon un santo. En esta histórica canonización en la capital de la nación, el Papa Francisco ratificó esa declaración, declarándolo un santo para la veneración de la Iglesia universal. Añadiendo a la naturaleza histórica del evento fue que el Papa Francisco, el primer papa de las Américas, estaba declarando al primer hispano santo para los Estados Unidos en su primera Misa aquí. Estrella Roja, un representante de los Chumash de la Misión Ventura, le dijo al Registro que él y otros siete jefes indios de California estuvieron presentes en la Misa y que también tuvo la oportunidad de reunirse personalmente con el Papa Francisco. Ellos agradecieron el reconocimiento de su gente y su cultura durante toda la Misa.
El ritual de la canonización tuvo lugar inmediatamente después del saludo de apertura del Papa Francisco. Después de la celebración de las Letanías de los Santos, el Papa Francisco declaró: “declaramos y definimos al Bendito Junípero Serra a ser santo, y lo incluimos entre los santos, decretando que se le venere como tal por toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
A pesar de la sencillez en su composición, la jubilosa congregación quedó atrapada en el esplendor del momento. Oportunamente el Papa Francisco comenzó su homilía con las palabras de San Pablo en su carta a los Filipenses (4:4 ) “Estad siempre alegres en el Señor, otra vez digo, regocijaos”. La alegría y agradecimiento resonó en toda la congregación. Al final de su homilía el Papa Francisco refirió las palabras que fueron el lema en la vida de San Junípero Serra. Siempre, adelante, siempre adelante. “Él era la encarnación de la ‘una Iglesia que va hacia adelante’, una Iglesia que lleva a todas partes la reconciliadora ternura de Dios”, dijo el Papa. Este es el tema que el Papa Francisco ha abordado en repetidas ocasiones y es el llamado para todos nosotros de ser discípulos misioneros.
El Santo Padre continuó dando grandes discursos al Congreso, a los delegados de las Naciones Unidas y a la multitud de los fieles en la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Hubo otras importantes homilías y discursos que revelan el corazón de este siervo de los Siervos de Dios, y es mi objetivo el sintetizar esta fuente de sabiduría en mi próxima columna. Mientras tanto, que el Señor Jesús, el Buen Pastor, y Sumo y Eterno Sacerdote continúe concediéndonos una temporada de refrescamiento a través del testimonio, las palabras y alegre sonrisa de Francisco de Roma, Sucesor de Pedro, y el Vicario de Cristo.

Encounter with Pope Francis invigorating

By Bishop Joseph Kopacz
The pastoral visit of Pope Francis to the United States, after a few days in Cuba, dominated the news outlets for far more than the six days that he was on American soil.  Preparation for the visit absorbed most of a full year.  The impact will endure for years to come. Without a doubt his presence in our nation was captivating.
Pope Paul V1 was the first to come to our shores in October 1965 to speak to the United Nations at the time when the Vietnam War was escalating. His words are enshrined for posterity. “No more war, never again war. Peace, it is peace that must guide the destinies of people and of all mankind.” St. John Paul II made several pastoral visits to the United States one of which included a similar circuit that Pope Francis just completed.
He also toured the Southeast and the Deep South with his cherished visit to New Orleans in 1987. Many in our region fondly recall the experience. St. John Paul presided over The World Youth Day in Denver, Colorado in 1993 inspiring generations of the young and not so young. John Paul had launched the biannual tradition of World Youth Day in Rome in 1984 because of the his profound love for young people throughout his entire priesthood.
Now we have celebrated the Pope Francis moment, a time in history when the hearts of many within the Church and throughout the world are hungering and thirsting for greater justice and peace, solidarity and hope for the human family. I directly experienced this longing in Washington, D.C. last week at the prayer service at St. Matthew’s Cathedral, and during the Mass of Canonization of Junipero Serra at the Shrine of the Immaculate Conception.  These were smaller gatherings in comparison to New York and Philadelphia, but the Spirit of the Lord was no less present.
In this column I intend to reflect upon my personal experiences, and the gist of Pope Francis’ homilies in the Cathedral of Saint Matthews, and at the Canonization Mass. Whenever a Head of State lands upon foreign shores the security is sweeping. For all of the nearly 300-400 bishops in attendance, the movement from place to place was glacier-like, even with a police escort for our seven buses. At times we flew along the streets of Washington, and then we waited. But it was all worth the wait. As we sat in Saint Matthew’s Cathedral, quietly praying in anticipation, the first sound that alerted us to the Pope’s arrival was the security Chopper leading his convoy as a Head of State. In short order, the Cathedral doors opened and Pope Francis entered with a smile as big as Argentina.  As he walked down the center aisle to enthusiastic applause, it hit me that his entire demeanor embodied the joy of the Gospel, the title of his Apostolic Letter, Evangelii Guadium. His love for the Lord oozes from his being, and his desire to celebrate this love with all whom he meets, is what endears him to the human spirit.
At the end of the prayer service at St. Matthew’s Pope Francis spoke specifically to the bishops in attendance surrounded by many Catholics of the Archdiocese of Washington who packed the Cathedral. His message was one of encouragement, and he ardently spoke of the bishop’s ministry as one of unity, charity, and zeal in service of the Good Shepherd who laid down his life for the flock. We are to walk with our people, strengthen our priests, and welcome the stranger in our midst. His love for us was palpable throughout his passionate address.
Upon leaving St. Matthew’s Cathedral we paused at the St. John Paul II Center for lunch before heading to the Shrine of the Immaculate Conception for the Mass of Canonization of Junipero Serra. This was a festive celebration with the faithful participating from all over the country. Many journeyed from the West Coast including representatives of the Native American lineage from the California Missions. As we processed in before the arrival of Pope Francis the congregation of 25,000 was basking in the sun and greeting us with heartfelt words and gestures.  It was humbling to see their love for the Lord and for the Church.
More than 220 years ago, the California Indians evangelized by Father Junípero Serra declared him a saint. In this historic canonization in the nation’s capital, Pope Francis ratified that declaration, declaring him a saint for the veneration of the universal church. Adding to the historic nature of the event was that Pope Francis, the first pope from the Americas, was declaring the first Hispanic saint for the United States in his first Mass in the U.S. Red Star, a representative of the Chumash of the Ventura Mission, told the Register that he and seven other California Indian chiefs were in attendance at the Mass and also had the opportunity to meet personally with Pope Francis. They appreciated the acknowledgement of their people and culture throughout the Mass.
The ritual of canonization occurred immediately after the opening greeting from Pope Francis. After the celebration of the Litany of the Saints Pope Francis declared “We declare and define Blessed Junípero Serra to be a saint, and we enroll him among the saints, decreeing that he is to be venerated as such by the whole Church. In the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit.”
Although simple in its makeup the joyful congregation was caught up in the splendor of the moment. Pope Francis fittingly began his homily with the words of Saint Paul from his letter to the Philippians (4,4) “Rejoice in the Lord always, again I say rejoice.” Joy and thanksgiving resounded through the congregation. At the close of his homily Pope Francis referred to the words that were the motto for Saint Junipero Serra’s life. Siempre, adelante, siempre adelante. “He was the embodiment of ‘a church which goes forth,’ a church which sets out to bring everywhere the reconciling tenderness of God,” the pope said. This is the theme that Pope Francis has repeatedly addressed and it is the call to all of us to be missionary disciples.
The Pope went on to give major addresses to Congress, to delegates at the United Nations, and to a throng of the faithful at the closing mass to the World Meeting of Families in Philadelphia. There were other important homilies and speeches that reveal the heart of this Servant of the Servants of God, and it is my goal to synthesize this font of wisdom for my next column. Meanwhile, may the Lord Jesus, the Good Shepherd and Eternal High Priest continue to grant us a season of refreshment through the witness, words, and joyful smile of Francis of Rome, the Successor of Peter, and the Vicar of Christ.

Todos están invitados a la reconciliación

Por Obispo Joseph Kopacz
“La justicia demorada es justicia negada”, una frecuente cita de sabiduría, es ampliamente comprendida y aceptada al considerar la virtud que rige el orden social. Recientemente, el Papa Francisco decretó que la misericordia tampoco se retrasaría más cuando un pecador arrepentido confiesa el pecado del aborto en el sacramento de la reconciliación.
El Papa Francisco anunció el martes que los sacerdotes Católicos Romanos estarán facultados para ofrecer la absolución del pecado del aborto durante el Año Santo de la Misericordia que comienza el 8 de diciembre. A pesar de que la mayoría de los obispos de los Estados Unidos ya han autorizado a sus sacerdotes en el tema, muchos en otros países no lo han hecho, es decir a las mujeres que buscan la absolución puede que le pongan obstáculos, que se las retrasen o rechazen.
El mandato de Francisco efectivamente optimiza el proceso por solo un año. El razonamiento detrás de la tradicional práctica pastoral es que la iglesia considera el aborto como un pecado tan grave que pone en manos de un obispo la concesión de perdón para éste, quien podría escuchar la confesión de la mujer él mismo o delegar a un sacerdote que es experto en este tipo de situaciones.
La oferta del Papa Francisco no es sin precedente. En el año 2000, el Papa Juan Pablo II permitió a los sacerdotes ofrecer la misma absolución, sin embargo, el Papa Francisco demuestra un impulso más amplio para hacer a la iglesia más misericordiosa y acogedora.
“Me he encontrado con tantas mujeres que llevan en su corazón la cicatriz de esta penosa y dolorosa decisión”, dijo el Papa Francisco en un comunicado emitido por el Vaticano. “Lo que ha sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo comprendiendo la verdad de esto puede permitirle a uno a no perder la esperanza”.
Enfrentando la verdad de haber terminado una vida en sus primeras etapas puede ser profundamente doloroso, pero puede encaminarlo a uno en el camino a la curación, la esperanza y la libertad de las cadenas del pasado. Esto puede ser un motivo de vergüenza, pero Dios no quiere que nadie mantenga esa vergüenza, un estado de mente y de corazón que pueden ser tan destructivos. Este es un tipo de algo sano de culpabilidad que puede llevar al perdón y la reconciliación. Un movimiento de la culpabilidad hacia el perdón y a la reconciliación, y una nueva oportunidad en la vida, es la verdad que lo hace libre a uno, y una experiencia de la vida en abundancia que Jesús ofrece a través de la fe en Él.
Como un sacerdote de la Diócesis de Scranton tuve la bendita experiencia en participar en un retiro de fin de semana llamado “Viñedo de Raquel (Rachel’s Vineyard). Este es un ministerio que ofrece a las mujeres que han sufrido el trauma del aborto la oportunidad de encontrar curación y esperanza, y la paz que sólo puede venir de Dios, el Shalom de Jesucristo, crucificado y resucitado. La siguiente cita es de la Dra. Theresa Burke, la fundadora de Viñedo de Raquel y estaríamos de acuerdo que sus palabras están en armonía con la invitación del Papa Francisco de cruzar el umbral de la misericordia.
Querida amiga,
“Quiero darte la bienvenida al “Viñedo de Raquel”. Si las heridas emocionales y espirituales de un pasado   aborto han ido debilitando la fe, el amor y la alegría de su vida, le prometo que si entras en este proceso de sanación, tu vida comenzará a cambiar. El caminar en un “Viñedo de Raquel” es un regalo que sólo tú puedes abrir tu corazón para recibirlo. El proceso espiritual de la reconciliación con ti misma, con Dios y con tu hijo perdido realmente resultará en plenitud y libertad y la diferencia serás capaz de sentirla dentro de tu corazón.
Este proceso de curación te dará una profunda compasión por ti misma. Es también un recorrido que te dará una nueva apreciación de tu fuerza y valentía. Al recorrer por el camino de curación en el “Viñedo de Raquel” podrás experimentar un fin a la soledad, la desesperación y la desesperanza. Tendrás la posibilidad de visitar metas y sueños abandonados y articular los deseos más profundos de tu futuro”.
El sitio Web de la Viña de Raquel ofrece una amplia visión de la belleza y el poder de este increíble ministerio.
En la última parte de esta columna quiero recordar el pasaje del Libro de las Lamentaciones en el Antiguo Testamento, que muestra la profundidad de la marginalidad que puede abrumar a una persona en la agonía del pecado, seguido inmediatamente por el don de la misericordia de Dios que provee un camino de vida nueva. Estas palabras de Dios son para todos y especialmente para aquellos atrapados en las cadenas del pecado.

De mi se ha alejado la paz,
y he olvidado lo que es la felicidad;
Me digo a mi mismo que mi vigor ha perecido  ,
todo lo que yo esperaba del Señor.
Acuerdate de mi afliccion y de mi vagar;
del ajenjo y de la amargura,
recordando esto una y otra vez,
deja mi alma triste.
Pero llamaré esto a la mente.
Las bondades del Señor jamás terminan;
Sus misericordias nunca fallan.
Se renuevan cada mañana tan grande es su fidelidad. Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
por eso en él confio!

La misericordia no se retrasará para todo aquel que busca el don del perdón y libertad por la opción de abortar una vida por nacer, hombre o mujer. El sacramento de la reconciliación es el medio ordinario en la vida de la iglesia que ofrece la extraordinaria misericordia que sólo puede venir de Dios.
Tal vez una persona está demasiado paralizada para acercarse a Dios. Recuerden la experiencia en el Evangelio cuando Jesús estaba predicando y cuatro amigos abrieron el techo de la casa para bajar a su amigo paralítico justo delante del Señor. “Tus pecados te son perdonados; levántate y camina”, fue la respuesta inmediata del Señor.
A través de la ayuda de otros o por nuestros propios esfuerzos, pongámonos en presencia del Señor Jesús para que seamos perdonados y restaurados de una manera que sea digna de los hijos de Dios.

All invited to seek reconciliation, healing

By Bishop Joseph Kopacz
“Justice delayed is justice denied,” an oft-quoted piece of wisdom, is widely understood and accepted when considering the virtue that governs the social order. Recently Pope Francis decreed that mercy also would no longer be delayed when a repentant sinner confesses the sin of abortion in the Sacrament of Reconciliation.
Pope Francis announced Tuesday that all Roman Catholic priests would be empowered to offer absolution for the sin of abortion during the church’s Holy Year of Mercy, which begins on December 8. Though most bishops in the United States have already empowered their priests on the issue, many in other countries have not — meaning women seeking absolution can face delays, obstacles or rejection. Francis’ edict effectively streamlines the process for a single year. The reasoning behind the traditional pastoral practice is that the Church views abortion as such a grave sin that it put the matter of granting forgiveness for an abortion in the hands of a bishop, who could either hear the woman’s confession himself or delegate that to a priest who is expert in such situations.
Francis’ offer is not without precedent. Pope John Paul II enabled priests to offer the same absolution during the last Holy Year, in 2000, yet it shows his broader push to make the Church more merciful and welcoming.
“I have met so many women who bear in their heart the scar of this agonizing and painful decision,” Francis said in a statement issued by the Vatican. “What has happened is profoundly unjust; yet only understanding the truth of it can enable one not to lose hope.”
Facing the truth of having terminated life at its earliest stages can be deeply painful, but it can set one on the path of healing, hope, and freedom from the shackles of the past. This can be a matter of shame, but God wants no one to wallow in shame, a state of mind and heart that can be so destructive. This is the stuff of healthy guilt that can lead to forgiveness and reconciliation. A movement through guilt to forgiveness and reconciliation, and a new lease on life, is the truth that sets one free, and an experience of the life in abundance that Jesus Christ offers through faith in Him.
As a priest in the Diocese of Scranton I had the blessed experience of participating in the Rachel’s Vineyard weekend retreat. It is a ministry that offers women who have experienced the trauma of abortion or miscarriage the opportunity to find healing and hope, and the peace that can only come from God, the Shalom of Jesus Christ, crucified and risen. The following quote is from Dr. Theresa Burke, the founder of Rachel’s Vineyard’s Ministries, and we would agree that her words are in harmony with Pope Francis’ invitation to cross the Threshold of Mercy.
Dear friend,
“I would like to personally welcome you to Rachel’s Vineyard! If the emotional and spiritual wounds of a past abortion have been sapping faith, love and joy from your life, I can promise, that if you enter this process for healing, your life will begin to change. A journey into Rachel’s Vineyard is a gift only you can open your heart to receive. The spiritual process of reconciliation with yourself, with God and your lost child will truly result in wholeness and freedom and a difference you will be able to feel inside your heart. This healing process will give you a deeper compassion for yourself. It’s also a journey that will give you a new appreciation of your strength and courage. By traveling a path of healing in Rachel’s Vineyard, you will experience an end to isolation, despair and hopelessness. You will have the potential to revisit abandoned goals and dreams, and articulate your truest and deepest desires for your future.”
The Rachel’s Vineyard Website provides a comprehensive overview of the beauty and the power of this amazing ministry.
For the final part of this column I want to recall the passage from the Book of Lamentations in the Old Testament which shows the depth of brokenness that can overwhelm a person in the throes of sin, followed immediately by the gift of God’s mercy that provides a path to new life. These words of God are intended for all, and especially those ensnared in the shackles of sin.

My soul is deprived of peace;
I have forgotten what happiness is;
I tell myself my future is lost,
all that I hoped for from the Lord.
The thought of my homeless poverty is wormwood and gall; Remembering it over and over leaves my soul downcast.
But I will call this to mind.
The favors of the Lord are not exhausted;
His mercies are not spent.
They are renewed each morning so great is his faithfulness.
My portion is the Lord, says my soul;
Therefore, will I hope in Him.

Mercy will not be delayed to anyone who seeks the gift of forgiveness and freedom from the choice to abort unborn life, woman or man. The Sacrament of Reconciliation is the ordinary means in the life of the Church that offers the extraordinary mercy that can only come from God. Perhaps a person is too paralyzed to make a move toward God. Remember the experience in the Gospel when Jesus was preaching and four friends opened up the roof for their paralyzed friend and lowered him right in front of the Lord. “Your sins are forgiven; get up and walk” were the Lord’s immediate response.
Through the help of others, or by our own efforts, may we place ourselves in the presence of the Lord Jesus that we may be forgiven and restored in a manner that is befitting for the children of God.

El Día del Trabajador subraya la lucha por la justicia

Por Obispo Joseph Kopacz
Las familias han estado recibiendo mucha atención recientemente en el mundo católico. El sínodo extraordinario de la familia volverá a reunirse en el otoño en Filadelfia, y durante la tradicional audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco está ofreciendo una catequesis sobre la familia.
En su encíclica, Laudato Si’, el Papa Francisco enseña que de todos los grupos que desempeñan un papel en el bienestar de la sociedad y ayudan a garantizar el respeto a la dignidad humana, “la familia sobresale entre ellos como célula básica de la sociedad” (n. 157).
Por lo tanto, en este Día del Trabajador, el 7 de septiembre, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre cómo el trabajo digno con un salario esencial es crítico para ayudar a que nuestras familias y nuestra sociedad prospere. En su encíclica, Laudatio Si, el Papa Francisco nos enseña que el trabajo debe permitir al trabajador desarrollarse, florecer como persona y también debe proporcionar los medios para que las familias puedan prosperar. “El trabajo es una necesidad, una parte del significado de la vida sobre la tierra, un camino de crecimiento, desarrollo humano y realización personal” (n. 128). El trabajo con dignidad y los frutos de esa labor nutren a las familias, a las comunidades y al bien común.
El año pasado el Papa Francisco canonizó a San Juan XXIII y a San Juan Pablo II. Ambos hicieron enormes contribuciones a la doctrina social de la iglesia sobre la dignidad del trabajo y su importancia al florecimiento humano. San Juan Pablo II indicó que el trabajo es “probablemente la clave esencial de toda la cuestión social” (Laborem Exercens, No. 3).  San Juan XXIII destacó que los trabajadores tienen “derecho a un salario que se determine de acuerdo con los preceptos de la justicia” (Pacem in Terris, No. 20).
Es evidente para aquellos que tienen ojos ver que el capitalismo ha cosechado enormes beneficios desde la fundación de nuestra nación. Muchos tienen un nivel de vida que es inimaginable en muchas partes del mundo, que en gran parte es debido a los recursos naturales de nuestro país, la libertad arraigada en nuestra constitución, la capacidad empresarial, genio creativo, el trabajo duro y el deseo de tener una vida mejor para nuestros hijos.
Por otro lado, es una variada historia cuando consideramos los efectos de la codicia desenfrenada, el talón de Aquiles del capitalismo. El medio ambiente a menudo ha sido objeto de saqueos y pillajes, hombres y mujeres han sido aplastados por la rueda, usando una frase del autor Herman Hesse, y la pobreza sigue siendo intratable en muchas comunidades de nuestro país.
Cada generación debe comprometerse a si misma a una sociedad que sea más justa y solidaria, por lo menos si vamos a reclamar que somos parte del plan de Dios, promoviendo el mandato divino de ser co-trabajadores en la tierra, la joya de la creación. ¿Hay alguna duda de que las familias en los Estados Unidos están luchando hoy? Muchos matrimonios tienen el peso aplastante de los horarios impredecibles de varios trabajos que hacen imposible el tener tiempo suficiente para nutrir a los hijos, para la fe y la comunidad. Millones de niños viven cerca o en la pobreza en este país. Muchos de ellos son niños que tienen llave de casa, que vuelven a sus viviendas vacías todos los días mientras sus padres  trabajan para sobrevivir. Además, algunas parejas demoran intencionalmente el matrimonio, mientras que el desempleo y los trabajos de baja recompensa hacen la vida de una familia estable difícil de ver.
El Arzobispo Thomas Wenski de Miami en su declaración el Día del Trabajador, en nombre de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) pinta el siguiente inquietante panorama. “La tasa de desempleo se ha reducido, pero mucho de eso es debido al hecho de que la gente simplemente ha dejado de buscar empleo, no porque hayan encontrado trabajo a tiempo completo. ¿Proporcionan la mayoría de los empleos suficiente salario, prestaciones de jubilación, estabilidad o seguridad de la familia?
Muchas familias están encadenadas a empleos a medio tiempo para pagar sus cuentas. Las oportunidades para los trabajadores jóvenes están en declive. La tasa de desempleo de los adultos jóvenes en Estados Unidos, a más del 13 por ciento, es más del doble del promedio  nacional (6,2 por ciento).  Hay el doble de personas buscando trabajo como hay trabajos disponibles, y eso no incluye los siete millones de trabajadores a medio tiempo que quieren un trabajo a tiempo completo. Millones de personas más, especialmente los que han estado desempleados por mucho tiempo, están desanimados y abatidos”.
Cuando la dignidad de la persona y la estabilidad de las familias son fuertes motivadores, y no la avaricia, o un margen de beneficio insostenible, o la presión de los accionistas, puntos de luz pueden soportar, incluso en tiempos difíciles. Yo era párroco en el área de Pocono en la Diócesis de Scranton cuando la última recesión golpeó duro. Uno de los miembros de la parroquia, propietario de una empresa con un par de docenas de trabajadores, compartió conmigo en una conversación que era una lucha conseguir suficientes contratos para mantener a su personal trabajando, pero que ese era su principal objetivo. Dios lo había bendecido y tenía suficiente riqueza para vivir bien, como él mencionó, e incluso si los beneficios de su negocio declinaran profundamente, él iba a asegurarse  que sus hombres pudieran trabajar y cuidar de sus familias.
El confíaba que la recesión económica mejoraría. Su confianza estaba basada en Dios y en la dignidad de la persona. Esta ética de vida es una rareza en las grandes empresas y corporaciones multinacionales, y esto es lo que el Papa Francisco describió como el estiércol del diablo del capitalismo en su reciente visita a Ecuador, cuando los beneficios borran la dignidad de la persona humana.
Nuestro desafío en este Día del Trabajador es el de levantarse al desafío de la solidaridad de Jesús cuando ordenó, “Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros” (Juan 13:34 ).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que, “los problemas socio-económicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: la solidaridad de los pobres entre si mismos, entre los ricos y los pobres, los trabajadores entre sí, entre los empleadores y los empleados de una empresa, la solidaridad entre las naciones y los pueblos” (No. 1941).  Ya que cada uno de nosotros está hecho a la imagen de Dios y obligado por su amor, poseyendo una profunda dignidad humana, tenemos la obligación de amar y honrar esa dignidad entre nosotros y especialmente en nuestro trabajo.
En el mejor de los casos, los sindicatos y las instituciones como ellos encarnan solidaridad mientras promueven el bien común. Ayudan a los trabajadores “no sólo a tener más pero, sobre todo, a ser mejores …  y realizar más plenamente su humanidad en todos los sentidos” (Laborem Exercens, no. 20).
Sí, los sindicatos y las asociaciones de trabajadores son imperfectos como son todas las instituciones humanas. Pero el derecho de los trabajadores a asociarse libremente es apoyado por la enseñanza de la iglesia con el fin de proteger a los trabajadores y moverlos, especialmente a los más jóvenes, mediante la orientación y el aprendizaje, hacia empleos decentes con salarios justos.
Compartimos un hogar común como parte de una grande y única familia para que la dignidad de los trabajadores, la estabilidad de las familias y el estado de salud de las comunidades estén todas conectadas. ¿Cómo podemos avanzar la obra de Dios, en las palabras del salmista, “hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos, y da libertad a los presos” (Salmo 146:7)?
Estas preguntas son difíciles de hacer, pero hay que hacerlas. La reflexión y acción individual es fundamental. Tenemos la necesidad de una profunda conversión de corazón en todos los niveles de nuestra vida. Examinemos nuestras opciones y demandemos para nosotros mismos y entre nosotros espíritus de gratitud, auténtica relación y una verdadera inquietud.
Que Dios bendiga la obra de nuestras manos, corazones y mentes.

El dia del trabajo subraya la lucha por la justicia

Por Obispo Joseph Kopacz
Las familias han estado recibiendo mucha atención recientemente en el mundo católico. El sínodo extraordinario de la familia volverá a reunirse en el otoño, y durante la tradicional audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco esá ofreciendo una catequesis sobre la familia. En su encíclica, Laudato Si’, el Papa San Francisco enseña que de todos los grupos que desempeñan un papel en el bienestar de la sociedad y ayudan a garantizar el respeto de la dignidad humana, “sobresaliente entre ellos es la familia, como célula básica de la sociedad” (n. 157).
Por lo tanto, en este Día del Trabajo, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre cómo el trabajo digno con un salario esencial es crítico para ayudar a que nuestras familias y nuestra sociedad prospere. En su encíclica, Laudatio Si, el Papa Francisco nos enseña que el trabajo debe permitir al trabajador desarrollarse y florecer como persona. El trabajo también debe proporcionar los medios para que las familias puedan prosperar. “El trabajo es una necesidad, una parte del significado de la vida sobre la tierra, un camino de crecimiento, desarrollo humano y realización personal” (n. 128).  El trabajo con dignidad y los frutos de esa labor nutren a las familias, las comunidades, y al bien común.
El año pasado el Papa Francisco canonizó a San Juan XXIII y a San Juan Pablo II. Ambos han hecho enormes contribuciones a la doctrina social de la Iglesia sobre la dignidad del trabajo y su importancia al florecimiento humano. San Juan Pablo II indicó que el trabajo es “probablemente la clave esencial de toda la cuestión social” (Laborem Exercens, No. 3).  San Juan XXIII destacó que los trabajadores tienen “derecho a un salario que se determina de acuerdo con los preceptos de la justicia” (Pacem in Terris, No. 20).
Es evidente para aquellos que tienen ojos ver que el capitalismo ha cosechado enormes beneficios desde la fundación de nuestra nación. Muchos tienen un nivel de vida que es inimaginable en muchas partes del mundo, que es en gran parte debido a los recursos naturales de nuestro país, la libertad arraigada en nuestra constitución, la capacidad empresarial, genio creativo, el trabajo duro y el deseo de tener una vida mejor para nuestros hijos. Por otro lado, es una variada historia cuando consideramos los efectos de la codicia desenfrenada, el talón de Aquiles del capitalismo. El medio ambiente a menudo ha sido objeto de saqueos y pillajes, hombres y mujeres han sido aplastados por la rueda, usando una frase del autor, Herman Hesse, y la pobreza sigue siendo intratable en muchas comunidades de nuestro país.
Cada generación debe comprometerse a si misma a una sociedad que sea más justa y solidaria, por lo menos si vamos a reclamar que somos parte del plan de Dios, promoviendo el mandato divino de co-trabajadores en la tierra, la joya de la creación. ¿Hay alguna duda de que las familias en los Estados Unidos están luchando hoy? Muchos matrimonios tienen el peso aplastante de los horarios impredecibles de varios trabajos, que hacen imposible tiempo suficiente para nutrir a los hijos, para la fe y la comunidad. Millones de niños viven cerca o en  pobreza en este país. Muchos de ellos son niños con llave de casa, que vuelven a sus viviendas vacías todos los días mientras los padres de familia trabajan para sobrevivir. Además, algunas parejas demoran intencionalmente el matrimonio, mientras que el desempleo y los trabajos de baja recompensa hacen la vida de una familia estable difícil de ver.
El Arzobispo Thomas Wenski de Miami en su declaración el Día del Trabajador en nombre de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) pinta el siguiente inquietante panorama. “La tasa de desempleo se ha reducido, pero mucho de eso es debido al hecho de que la gente simplemente ha dejado de buscar empleo, no porque hayan encontrado trabajo a tiempo completo. ¿La mayoría de los empleos proporcionan suficiente salario, prestaciones de jubilación, estabilidad o seguridad de la familia?
Muchas familias están encadenadas a empleos a medio tiempo para pagar sus cuentas. Las oportunidades para los trabajadores jóvenes están en declive. La tasa de desempleo de los adultos jóvenes en Estados Unidos, a más del 13 por ciento, es más del doble del promedio  nacional (6,2 por ciento).  Hay el doble de personas que están buscando trabajo como hay trabajos disponibles, y eso no incluye los siete millones de trabajadores a medio tiempo que quieren trabajar a tiempo completo. Millones de personas más, especialmente los desempleados de mucho tiempo, están desanimados y abatidos”.
Cuando la dignidad de la persona y la estabilidad de las familias son fuertes motivadores, y no avaricia, o un margen de beneficio insostenible, o la presión de los accionistas, puntos de luz pueden soportar, incluso en tiempos difíciles.
Yo era párroco en el área de Pocono en la Diócesis de Scranton cuando la última recesión golpeó duro. Uno de los miembros de la parroquia, propietario de una empresa con un par de docenas de trabajadores, compartió conmigo en una conversación que era una lucha conseguir suficientes contratos para mantener a su personal trabajando, pero que ese era su principal objetivo. Dios lo había bendecido y tenía suficiente riqueza para vivir bien, como él mencionó, e incluso si los beneficios de su negocio declinaran profundamente, él iba a asegurarse  que sus hombres pudieran trabajar y cuidar de sus familias.
El confíaba que la recesión económica mejoraría. Su confianza estaba basada en Dios y en la dignidad de la persona. Esta ética de vida es una rareza en las grandes empresas y corporaciones multinacionales, y esto es lo que el Papa Francisco describió como el estiércol del diablo del capitalismo en su reciente visita a Ecuador, cuando los beneficios borran la dignidad de la persona humana.
Nuestro desafío en este Día del Trabajo es el de levantarse al desafío de la solidaridad de Jesús cuando ordenó, “Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros” (Juan 13:34 ).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que, “los problemas socioe-conómicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: la solidaridad de los pobres entre si mismos, entre los ricos y los pobres, los trabajadores entre sí, entre los empleadores y los empleados de una empresa, la solidaridad entre las naciones y los pueblos” (No. 1941).  Ya que cada uno de nosotros está hecho a la imagen de Dios y obligado por su amor, poseyendo una profunda dignidad humana, tenemos la obligación de amar y honrar esa dignidad entre nosotros y especialmente en nuestro trabajo.
En el mejor de los casos, los sindicatos y las instituciones como ellos encarnan solidaridad mientras promueven el bien común. Ayudan a los trabajadores “no sólo tienen más, pero, sobre todo, para ser más…  y realizar más plenamente su humanidad en todos los sentidos” (Laborem Exercens, nO 20).
Sí, los sindicatos y las asociaciones de trabajadores son imperfectos, como son todas las instituciones humanas. Pero el derecho de los trabajadores a asociarse libremente es apoyado por enseñanza de la Iglesia con el fin de proteger a los trabajadores y moverlos, especialmente a los más jóvenes, mediante la orientación y el aprendizaje, hacia empleos decentes con salarios justos.
Compartimos un hogar común como parte de una grande y única familia, para que la dignidad de los trabajadores, la estabilidad de las familias y el estado de salud de las comunidades estén todas interconectadas. ¿Cómo podemos avanzar la obra de Dios, en las palabras del salmista, “hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos, [y] da libertad a los cautivos” (Salmo 146:7)?
Estas preguntas son difíciles de hacer, pero hay que hacerlas. La reflexión y acción individual es fundamental. Tenemos la necesidad de una profunda conversión de corazón en todos los niveles de nuestra vida. Examinemos nuestras opciones, y demandemos para nosotros mismos, y de otro espíritus de gratitud, auténtica relación y una verdadera inquietud.
Que Dios bendiga la obra de nuestras manos, corazones y mentes.