El papa habló con acciones y con palabras

Por Obispo Joseph Kopacz
La visita pastoral del Papa Francisco a los Estados Unidos fue un torbellino de visitas a los más poderosos en sus respectivos ámbitos y a los débiles en su realidad diaria. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, Argentina, estaba acostumbrado a encontrarse casi a diario con los pobres y los de influencia en su arquidiócesis, y se encontraba como en su casa en las villas o en  los barrios de Argentina, donde por lo regular caminaba, oraba y alentaba a las personas que vivían en los márgenes de la París de América Latina.
Por lo tanto, cuando escogió servir una cena en un comedor cercano en la ciudad de Washington, D.C., en vez de almorzar con los miembros del Congreso de los Estados Unidos – no era una oportunidad para que le tomaran fotografías–  como sería el caso de muchos funcionarios públicos, sino más bien una gracia de espontaneidad que es parte de su carácter y de su Evangelio ADN. Es una extensión del de abrazo de San Francisco de Asís al leproso cuando no había nadie por allí con una cámara.
Los gestos y las palabras del Papa Francisco arderán en nuestros corazones, mentes e imaginación en los próximos años. Para el resto de esta columna quiero ofrecer una selección de su sabiduría que trasciende la política y la ideología.

Inmigración
“Como hijo de una familia de inmigrantes, estoy feliz de ser un huésped en este país, el cual fue construido en gran parte por estas familias. Espero con interés que estos días de encuentro y de diálogo, en los cuales espero escuchar y compartir muchas de las esperanzas y los sueños del pueblo americano”. La inmigración fue un tema que se repitió a lo largo de todos sus discursos y homilías durante sus cinco días completos en nuestro país. Al final de su discurso a los obispos de Estados Unidos en la Catedral San Mateo, el Papa Francisco concluyó su homilía con un pedido a un encuentro y acompañamiento al inmigrante con dignidad y respeto.

LIBERTAD RELIGIOSA
“Señor  Presidente, junto con sus compatriotas, los católicos estadounidenses están comprometidos a  construir una sociedad que sea verdaderamente tolerante e inclusiva de salvaguardar los derechos de los individuos y las comunidades y de rechazar toda forma de discriminación injusta. Con muchas otras personas de buena voluntad, están igualmente preocupados de que los esfuerzos para construir una sociedad justa, ordenada y prudente que respeten sus preocupaciones profundas y sus derechos a la libertad religiosa. Esa libertad sigue siendo una de las más preciadas posesiones en América. Y como mis hermanos, los obispos de Estados Unidos, nos han recordado, todos están llamados a ser vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, a fin de preservar y defender esa libertad de todo lo que la amenace o la comprometa”.
El Papa Francisco empezó su discurso en el Jardín de las Rosas con este tema fundamental de la libertad religiosa, y está claro que él ha esta al tanto de la lucha de la Iglesia en los últimos tiempos. El podría haber añadido también que la libertad religiosa está consagrada en la Primera Enmienda de nuestra querida constitución, la piedra angular de nuestra sociedad.

El camino al encuentro y al diálogo
Homilía en la Catedral San Mateo a los obispos.
“El camino que tenemos por delante es el diálogo entre ustedes, el diálogo en su presbiterio, el diálogo con los laicos, el diálogo con las familias, el diálogo con la sociedad…De lo contrario, fallamos en comprender la forma de pensar de los demás, o de realizar profundamente que el hermano o hermana que deseamos alcanzar y rescatar, con el poder y la cercanía del amor, cuentan más de sus posiciones, distantes como pueden ser de lo que entendemos como verdadero y cierto.
“Un lenguaje cruel y divisivo no es propio de la lengua de un pastor, no tiene lugar en su corazón. A pesar de que momentáneamente pareciera ganar el día, sólo el perdurable encanto de la bondad y el amor sigue siendo verdaderamente convincente”. El Papa Francisco ens estas palabras ofrece una excelente catequesis de 1Pedro 3:15, para hablar con humildad y respeto, y en Efesios 4:15 para hablar la verdad en el amor.

La responsabilidad de los miembros del Congreso
“Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social. Su responsabilidad, como miembros del Congreso, es permitir que este país, por su actividad legislativa, crezca como una nación. Ustedes son la cara de su gente, sus representantes. Ustedes están llamados a defender y preservar la dignidad de los conciudadanos en la incansable y exigente búsqueda del bien común ya que es el objetivo principal de todos los políticos. Una sociedad política perdura cuando busca, como una vocación, satisfacer necesidades comunes, estimulando el crecimiento de todos sus miembros, especialmente los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa se basa siempre en el cuidado de las personas. A esto ustedes han sido invitados, llamados y convocados por aquellos que los eligieron.”
El Papa Francisco habló como el Jefe de Estado del Vaticano, pero aun más como una voz moral y espiritual en la plaza pública a nuestros funcionarios electos. Imagínense si todos los responsables del bien común en virtud de su cargo caminan el noble camino de la vocación y el servicio.

En la familia
La fe abre una “ventana” a la presencia y acción del espíritu. Nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a pequeños gestos. “Quien da un vaso de agua en mi nombre – un pequeño gesto – no dejará de recibir recompensa”, dice Jesús (cf.  Marcos 9:41). Estos pequeños gestos son los que aprendemos en el hogar, en la familia; se pierden en medio de todas las otras cosas que hacemos y hacen cada día diferente.
Son las cosas tranquilas que hacen las madres y las abuelas, los padres y los abuelos, los niños, los hermanos. Son pequeños signos de ternura, afecto y compasión. Como la cena caliente que esperamos por la noche, el almuerzo temprano que espera alguien que se levanta temprano para ir a trabajar. Gestos hogareños. Como una bendición antes de ir a la cama, o un abrazo después de regreso tras un duro día de trabajo.
Cosas pequeñas muestran su amor, la atención a los pequeños signos diarios que nos hacen sentir como en casa. La fe crece cuando es vivida y formada por el amor. Es por ello que nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas iglesias domésticas. Son el lugar adecuado para que la fe se convierta en vida, y la vida crece en la fe.
En conclusión, el Papa Francisco exhorta a que la sabiduría de la vida de familia bien vivida es vital para nuestro mundo de hoy. “El Evangelio de la familia es verdaderamente ‘buenas noticias’ en un mundo donde el interés por sí mismo parece reinar”.