Causa de Canonización para hermana Thea Bowman, F.S.P.A., Ph.D. 1937-1990

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Durante el mes de noviembre, nos encantamos con el esplendor de la Fiesta de todos los Santos y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. La verdadera nube de testigos (Hebreos 12,1), algunos canonizados oficialmente, la mayoría no, nos recuerdan que nuestra ciudadanía está en el cielo con Jesucristo, el camino, la verdad, la resurrección y la vida.
Desde la Fiesta de todos los Santos la visión de San Juan, en el libro de Apocalipsis, nos permite entrever la eternidad en “una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: ¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!” (Apocalipsis 7, 9-10)
El 13 de noviembre en Baltimore, en la reunión anual de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, presentaré formalmente la Causa para la Canonización de la hermana Thea Bowman, FSPA, Sierva de Dios, afroamericana, de la ciudad de Canton, en el seno de la Diócesis de Jackson, a quienes declaramos con fe ser una miembro de la Nube de Testigos.
Mucho se sabe de su vida, pero me gustaría iluminar sus últimos seis años. En 1984, la hermana Thea, hija única, sufrió la muerte de sus queridos padres, el Dr. Theon y Mary, y ese mismo año a ella le diagnosticaron cáncer. Con la presión de la mortalidad, y comprendiendo la gravedad de su enfermedad, proclamó valientemente que “viviría hasta que muriera”.
De hecho, así lo hizo, viajando, evangelizando, enseñando, cantando e inspirando hasta el final.
En 1984, en la escena nacional, los Obispos Católicos Negros de los Estados Unidos emitieron una Carta Pastoral sobre la Evangelización llamada “Lo que hemos visto y oído”. Esta carta fue publicada cinco años después de la publicación en 1979 de la Carta pastoral contra el racismo titulada “Hermanos y hermanas para nosotros”, de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos.
En junio de 1989, diez años después de la primera carta contra el racismo, y cinco años después de la segunda, la hermana Thea fue invitada a hablar en la Conferencia de Obispos en la Universidad Seton Hall. Su testimonio, canción y palabras en esa ocasión encarnaron, en gran parte, lo que estaba escrito en las Cartas pastorales anteriores.
“Lo que hemos visto y oído” agradecía a los primeros misioneros que plantaron la semilla del Evangelio en las familias y comunidades afroamericanas. En su discurso a los obispos, la hermana Thea ofreció su gratitud a los discípulos misioneros en su vida cuando dijo. “Los cristianos católicos llegaron a mi comunidad y nos ayudaron con la educación, nos ayudaron con el cuidado de la salud, nos ayudaron a encontrar respeto propio y a reconocer nuestras capacidades cuando el mundo nos dijo durante tanto tiempo que no éramos nada y no llegaríamos a nada. Yo quería ser parte de ese esfuerzo. Eso es cristianismo radical, eso es catolicismo radical … Me atrajo examinar y aceptar la fe católica debido al ejemplo cotidiano de los cristianos católicos ante todo me amaron y luego compartieron conmigo su historia, sus valores, sus creencias; a quienes primero me amaron y luego me invitaron a compartir con ellos en comunidad, oración y misión. De niña, yo no reconocí el trabajo de la evangelización en mi vida. Reconocí solo amor, servicio, comunidad, oración y fe”.
“Lo que hemos visto y oído” manifestó conmovedoramente el don de la reconciliación arraigado en el sufrimiento, la liberación y la justicia, que la experiencia afroamericana podía ofrecer a la Iglesia, a la nación y al mundo. “Sin justicia, cualquier reconciliación significativa es imposible. La justicia salvaguarda los derechos y delinea las responsabilidades de todos. Un pueblo debe proteger su propia identidad cultural y sus propios valores culturales. Asimismo, deben respetar los valores culturales de los demás. Por esta razón, la reconciliación sincera se basa en el reconocimiento mutuo y el respeto mutuo. Sobre esta base se puede erigir un auténtico amor cristiano. La escritura testifica: ‘Pero ahora, unidos a Cristo Jesús por la sangre que el derramó, ustedes, que una vez estuvieron lejos, se han acercado. Porque él es nuestra paz, el que hizo las dos cosas y derribó el muro divisorio de la enemistad, a través de su carne’-(Efesios 2, 13-14).
Buscamos la justicia entonces, porque
buscamos la reconciliación, y buscamos la reconciliación porque por la sangre de Cristo somos hechos uno. El deseo de reconciliación para nosotros es el regalo más precioso, porque la reconciliación es el fruto de la liberación. Nuestra contribución a la construcción de la Iglesia en América y en el mundo es ser un agente de cambio para ambos”.
Hacia el final de su vida, la hermana Thea se hizo eco de las palabras de su hermano Obispos. “Nos unimos a la obra redentora de Cristo, cuando nos reconciliamos, cuando hacemos la paz, cuando compartimos la buena noticia de que Dios está en nuestras vidas, cuando reflexionamos a nuestros hermanos y hermanas la sanidad de Dios, el perdón de Dios, el amor incondicional de Dios”.
A principios de este año, el Papa Francisco publicó la Exhortación apostólica sobre la santidad, Guadete et Exultate, traducida, Alégrate y Regocíjate, las propias palabras de nuestro Señor desde las bienaventuranzas que ilumina sobre las exhortaciones anteriores del Santo Padre sobre la alegría del Evangelio y la alegría del amor. La hermana Thea habría pedido un Amén o dos sobre estas exhortaciones.
“Lo que hemos visto y oído” presentó elocuentemente un regalo de la alegría como algo esencial para entender la espiritualidad afroamericana que la hermana Thea vivió magnánimamente. “La alegría es lo primero de una celebración. Celebración es movimiento y canción, ritmo y sentimiento, color y sensación, júbilo y acción de gracias. Celebramos la presencia y la proclamación de la Palabra hecha carne. La alegría es un signo de nuestra fe y especialmente de nuestra esperanza. Nunca es un escape de la realidad “.
Como un discípulo misionero alegre por siempre, la hermana Thea nos exhorta ” ¡Niños, madres, padres, hermanas y hermanos, vayan! Hay una canción que nunca se cantará a menos que la canten. Hay una historia que nunca se contará a menos que la cuentes. Hay un gozo que nunca se compartirá a menos que lo demuestres. Ve a decirle al mundo. Ve y predica el Evangelio. Ve y enseña la Buena Nueva. Dios Es. Dios es amor. Dios es con nosotros. Dios está en nuestras vidas “.

Cause for canonization for Sister Thea Bowman, FSPA, Ph.D. 1937-1990

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
During the month of November, we bask in the glow of the Feast of All Saints, and the Commemoration of All Souls. The great Cloud of Witnesses (Hebrews 12,1), some officially canonized, most not, remind us that our citizenship is in heaven with Jesus Christ, the way and truth, the resurrection and life. From the Feast of All Saints, the vision of Saint John in the book of Revelation affords us a glimpse of eternity in “a great multitude which no one could count, from every nation, race, people and tongue. They stood before the throne and before the Lamb, wearing white robes and holding palm branches in their hands. They cried out in a loud voice: Salvation comes from our God, who is seated on the throne and from the Lamb. (Revelations 7, 9-10)
On November 13, at the United States Conference of Catholic Bishops annual meeting in Baltimore, I will formally introduce the Cause for Canonization for Sister Thea Bowman, FSPA, Servant of God, an African-American, from the town of Canton, in the bosom of the Diocese of Jackson, whom we declare in faith to be a member of the Cloud of Witnesses. Much is already known about her life, but I would like to shine the light on her final six years. In 1984 Sister Thea, an only child, grieved the deaths of her beloved parents, Dr. Theon and Mary, and in the same year she was diagnosed with cancer. With the press of mortality, and understanding the severity of her disease, she courageously proclaimed that she would “live until she died.”
Indeed she did, traveling, evangelizing, teaching, singing and inspiring to the very end. In 1984 on the national scene, the Black Catholic Bishops of the United States issued a Pastoral Letter on Evangelization: “What We Have Seen and Heard.” This letter was released five years after the 1979 publication by the entire Conference of Bishops of “Brothers and Sisters to Us: Pastoral Letter Against Racism.”
In June, 1989, 10 years after the first letter against racism, and five years after the second, Sister Thea was invited to speak to the conference of bishops at Seton Hall University. Her witness, words and song on that occasion embodied so much of what was written in the earlier Pastoral Letters.
“What We Have Seen and Heard” gave thanks for the early missionaries who planted the seed of the Gospel in the African-American families and communities. In her address to the bishops Sister Thea offered her gratitude to the missionary disciples in her life. “Catholic Christians came into my community, and they helped us with education, they helped us with health care, they helped us to find our self-respect and to realize our capabilities when the world told us for so long that we were nothing and would amount to nothing. And I wanted to be a part of that effort. That’s radical Christianity, that’s radical Catholicism… I was drawn to examine and accept the Catholic faith because of the day-to-day lived witness of Catholic Christians who first loved me, then shared with me their story, their values, their beliefs, who first loved me, then invited me to share with them in community, prayer and mission. As a child I did not recognize evangelization at work in my life. I did recognize love, service, community, prayer and faith”
“What We Have Seen and Heard” reflected movingly on the gift of reconciliation, rooted in suffering, liberation and justice, that which the African-American experience can offer to the Church, to the nation and to the world. “Without justice any meaningful reconciliation is impossible. Justice safeguards the rights and delineates the responsibilities for all. A people must safeguard their own cultural identity and their own cultural values. Likewise, they must respect the cultural values of others. For this reason, sincere reconciliation builds upon mutual recognition and mutual respect. On this foundation can be erected an authentic Christian love. The Scripture testifies: ‘But now you who once were far off have become near by the Blood of Christ. For he is our peace, he who made both one and broke down the dividing wall of enmity, through his flesh.’ (Ephesians 2, 13-14)
We seek justice then, because we seek reconciliation, and we seek reconciliation because by the blood of Christ we are made one. The desire of reconciliation for us is a most precious gift, because reconciliation is the fruit of liberation. Our contribution to the building up of the Church is America and in the world is to be an agent of change for both.” Toward the end of her life Sister Thea echoed the words of her brother bishops. “We unite ourselves with Christ’s redemptive work, when we reconcile, when we make peace, when we share the good news that God is in our lives, when we reflect to our brothers and sisters God’s healing, God’s forgiveness, God’s unconditional love.”
Earlier this year, Pope Francis published the Apostolic Exhortation on holiness, “Guadete et Exultate,” translated, Rejoice and Be Glad, our Lord’s own words from the Beatitudes. It illuminates the Holy Father’s previous exhortations on the Joy of the Gospel, and the Joy of Love.
Sister Thea would have called for an “Amen” or two over these exhortations. “What We Have Seen and Heard” eloquently presented the gift of joy as essential for understanding African-American spirituality, and Sister Thea magnanimously lived it. “Joy is first of all celebration. Celebration is movement and song, rhythm and feeling, color and sensation, exultation and thanksgiving. We celebrate the presence and the proclamation of the Word made Flesh. Joy is a sign of our faith and especially our hope. It is never an escape from reality.” Forever a joyful missionary disciple Sister Thea exhorts us. “Children, Mothers, Fathers, Sisters, Brothers, go! There is a song that will never be sung unless you sing it. There is a story that will never be told unless you tell it. There is a joy that will never be shared unless you bear it. Go tell the world. Go preach the Gospel. Go teach the Good News. God is. God is love. God is with us. God is in our lives.”

Seguir Adelante con Transparencia

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Hace semanas participé en cuatro audiencias públicas, alrededor de la Diócesis de Jackson, en respuesta a la crisis actual después del Informe del Gran Jurado de Pensilvania y el escándalo del Cardenal Theodore McCarrick.
Estas sesiones tomaron cuatro días consecutivos, del 4 al 7 de octubre, en Tupelo, Cleveland, Madison y Natchez respectivamente, a las que asistieron alrededor de 200 feligreses.
La hermana Dorothy Heiderscheit, quien prestó servicios en la Diócesis de Jackson, en dos ocasiones diferentes durante tres décadas, facilitó las cuatro sesiones. Ella es la actual directora del Instituto Southdown, en las afueras de Toronto, Canadá. Todos los asistentes tuvieron la oportunidad de responder a tres preguntas.
1. ¿Qué sentimientos, emociones, preocupaciones le nacen en este momento? 2. ¿Cómo te mantienes como una persona de fe durante este tiempo? 3. ¿Qué te ayudará a continuar?
Siguiendo el modelo de las 17 sesiones para la Visión de la Diócesis, de hace dos años y medio, todos los participantes pudieron reflexionar y conversar con otros en sus mesas y luego compartir el fruto de sus discusiones con todos los asistentes. Creo que los participantes, aunque no tan numerosos como los 1,100 que asistieron a la consulta de la Visión de la Diócesis, representaron bien a la Diócesis de Jackson en general.
Las preguntas les dieron a cada uno la oportunidad de expresar con profundidad, de manera sincera y respetuosa, sus emociones, compartir su fe, el amor por la Iglesia y hacer preguntas específicas sobre nuestras estructuras diocesanas, políticas y protocolos, nuestro apoyo y compasión por víctimas de abuso sexual, respuesta a las denuncias de abuso en la actualidad, nuestra relación con las autoridades civiles, la voz de las mujeres y sus roles en todos los niveles de la vida diocesana, la independencia auténtica de nuestras juntas diocesanas y de quienes investigan las denuncias, la selección de candidatos para el seminario, así como la formación, transparencia y responsabilidad del seminario, el estado actual de los entornos seguros en nuestras parroquias, escuelas y ministerios, y cómo responderán los obispos en su reunión de noviembre en Baltimore, especialmente con respecto a protocolos transparentes para su propia responsabilidad.
Las sesiones duraron entre una hora y media y dos horas. La hermana Dorothy observó que “…muchos de los asistentes expresaron agradecimiento por la oportunidad de compartir preocupaciones, frustraciones e ideas con el obispo, y que sus preguntas fueran respondidas con honestidad y franqueza.”
Compartí con los asistentes que sus emociones y sus voces, clamando por el arrepentimiento, la justicia y la reconciliación desde el centro de la Iglesia Católica hasta los bordes de esta, surgen del corazón de Dios. Todos tenemos una profunda sensación de que el abuso por parte de un clérigo ordenado supera con creces el abuso sexual de un maestro, entrenador, tutor, vecino o un miembro de la familia extendida, etc.
En estos casos, tan brutal como es, una víctima a menudo puede encontrar consuelo, apoyo y esperanza en sus familias. El abuso sexual por parte del clero está más a la par con el abuso por parte de un padre porque, en ambos casos, la seguridad del hogar, en este caso la morada espiritual de uno, la Iglesia, se destruye. Es indignante porque puede destruir la relación de uno con Jesucristo y su amor salvador. De hecho, los participantes expresaron sus emociones más viscerales de ira hacia los abusadores, especialmente los depredadores, y la mala gestión y encubrimiento de algunos en la jerarquía.
Otros sentimientos fueron de vergüenza, tristeza profunda, confusión, incertidumbre sobre el futuro de la Iglesia, miedo, tristeza abrumadora, vergüenza de ser católicos, preocupación y compasión por las víctimas, sus familias y por todo el clero fiel.
Muchos de los participantes eran de mediana edad y mayores. Hubo el sentimiento compartido de que este momento es una carga pesada para los católicos de cuna, cuya confianza en la Iglesia y su liderazgo ha sido la base de sus vidas. ¿Por qué hay una preponderancia, en personas de la segunda mitad de la vida, de asistir a sesiones como estas? Por un lado, muchos jóvenes no son una parte activa interesada en la Iglesia y esto no es una prioridad.
Otro observó, en una nota positiva que las familias más jóvenes, que participan en la Iglesia, han experimentado de primera mano desde 2002 un alto nivel de seguridad, para sus niños y jóvenes, en nuestros programas y ministerios, fomentando la confianza en el compromiso de la Iglesia de proteger en ambientes seguros. Para mí, durante estas cuatro sesiones, se reforzó el hecho de que no es intrascendente discutir adecuadamente los esfuerzos de la Iglesia desde 2002, no de una manera presuntuosa sino en un contexto de transparencia y rendición de cuentas.
Los católicos mayores, que no han experimentado directamente protocolos de entorno seguro en las últimas décadas, apreciaron los efectos positivos de nuestros estándares de entorno seguro, la relación activa con el Fiscal del Distrito en cada condado, la manera independiente y oportuna de investigar y procesar las denuncias cuando llegan y, sobre todo, a nuestra divulgación y preocupación activa por todas las víctimas de abuso sexual en la Iglesia.
Los niveles más profundos de arrepentimiento, conversión, sanación y esperanza son siempre un trabajo en progreso y sabemos sin lugar a duda que el Señor Jesús está hablando en este momento a través de muchos profetas en la Iglesia y la sociedad, la mayoría de los cuales no están ordenados.
Debido a que la Iglesia es una organización mundial de más de 2000 años, el cambio puede ser terriblemente lento. Paradójicamente, debido a que la Iglesia es un organismo mundial, a veces el cambio puede suceder a un ritmo acelerado. ¿Qué evidencia hay para esto? En los 16 años y medio transcurridos desde la Carta de Dallas, nuestro compromiso con protocolos eficaces para entornos seguros ha transformado el paisaje y la cultura de la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Todo el Cuerpo de Cristo, laicado y ordenado, ha estado girando la rueda de la transparencia y la rendición de cuentas desde 2002.
Me di cuenta, el domingo pasado en Christ the King en Southaven durante la celebración de la Confirmación, que la gran mayoría de los 74 Confimandi que celebraron el don del Espíritu Santo nacieron en 2002 o más tarde. Ellos han conocido las bendiciones de los estándares efectivos de ambiente seguro en los ministerios y programas de la Iglesia.
Comparto esta reflexión como un ejemplo de lo que puede suceder cuando los laicos y los ordenados trabajan juntos por el bien de todo el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, especialmente en nombre de nuestros niños y jóvenes. Tengo esperanza y la confianza, no de forma ingenua, que dondequiera que la pudrición del clericalismo y la resistencia a la conversión se manifiesten en la Iglesia, la luz de Jesucristo brillará en esa oscuridad, transformando el Cuerpo de Cristo. Todos los que aman al Señor Jesús y a la Iglesia están llamados a orar y trabajar juntos para lograr este fin.

Moving forward through listening, addressing concerns

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
A few weeks ago, I participated in four listening/dialogue sessions around the Diocese of Jackson in response to the current crisis in the aftermath of the Pennsylvania grand jury report and the Cardinal Theodore McCarrick scandal. These sessions occurred over four consecutive days, October 4-7, in Tupelo, Cleveland, Madison and Natchez with a combined total of nearly 200 concerned Catholic parishioners in attendance. Sister Dorothy Heiderscheit, who served in the Diocese of Jackson on two different occasions spanning three decades, facilitated the four sessions. She is now the Director of the Southdown Institute outside of Toronto, Canada. All in attendance were given the opportunity to respond to the following three questions.
1. What feelings, emotions, concerns surface for you at this time?
2. How do you sustain yourself as a faith filled person during this time?
3. What will help you continue to move forward?
Following the model of the 17 Envisioning Listening Sessions from two and a half years ago all participants were able to reflect quietly at table, engage in conversation, and then share the fruit of their table discussions with all in attendance. I believe that the participants, although not as numerous as the 1,100 who attended the Envisioning Listening Sessions, well represented the Diocese of Jackson as a whole. The questions gave everyone the opportunity to air in a heartfelt and respectful way the depth of their emotions, share their faith, their love for the Church, and to ask pointed questions about our diocesan structures, our polices and protocols, our support and compassion for victims of sexual abuse, our response to allegations of abuse today, our relationship with civil authorities, the voice of women and their consequential roles at all levels of diocesan life, the authentic independence of our diocesan lay boards and of those who investigate allegations, the selection of candidates for the seminary, as well as seminary formation, transparency and accountability, the current state of safe environments in our parishes, schools and ministries, and how the bishops will respond at their November meeting in Baltimore, especially regarding transparent protocols for their own accountability.
The sessions lasted between one-and-a-half and two hours, and Sister Dorothy observed, “many in attendance expressed their gratitude for having an opportunity to share concerns and frustrations and ideas with the bishop, and to have their questions answered with honesty and openness.”
I shared with the attendees that their emotions and their voices that cry out for repentance, justice and reconciliation from the center of the Catholic Church to the margins, arise from the heart of God. We all have a deep sense that abuse by an ordained cleric far surpasses the sexual abuse of a teacher, coach, trainer, neighbor or an extended family member, etc., In these instances, as brutal as it is, a victim often can find comfort, support and hope in their families. Clergy sexual abuse is more on par with the abuse by a parent because in both instances the safety and security of home, in this case one’s spiritual home, the Church, is destroyed. It’s an outrage because it can shatter one’s relationship with Jesus Christ and his saving love. Indeed, the participants expressed their visceral emotions of anger at the abusers, especially predators, and the mis-management and cover up of some in the hierarchy. Other feelings were shame, profound sorrow, confusion and uncertainty about the future of the Church, fear, overwhelming sadness, embarrassment about being Catholic, worry, compassion for the victims and families, and for all faithful clergy.
Many of the participants were midlife and older. There was a shared sentiment that this is a heavy burden for cradle Catholics whose trust in the Church and her leadership has been the foundation for their lives. Why a preponderance of attendees from the second half of life? On the one hand, many young people are not stakeholders in the Church and this is not a priority. Another observed, on a positive note, that younger families who are involved in the Church have experienced first-hand since 2002 that our ministries and programs maintain a high level of safety for their children and young people, fostering confidence in the Church’s commitment to protect within safe environments. It was reinforced for me during these four sessions that it is not inconsequential to discuss appropriately the Church’s efforts since 2002, not in a smug or matter-of-fact way, but in the context of transparency and accountability. Older Catholic who have not directly experienced safe environment protocols in recent decades were appreciative to know the positive effects of our safe environment standards, the active relationship with the District Attorney in each county, the independent and timely manner of investigating and processing allegations when they come to light, and most of all, our outreach and active concern for all victims of sexual abuse in the Church.
The deeper levels of repentance, conversion, healing and hope are always a work in progress and we know beyond a shadow of a doubt that the Lord Jesus is speaking at this time through many prophets in the Church and society, most of whom are not ordained. Because the Church is a 2,000-year-old world-wide organization, change can be painfully slow. Paradoxically, because the Church is a world-wide body, at times change can happen at an accelerated pace. What evidence is there for this? In the 16-and-a-half years since the Dallas Charter our commitment to effective protocols for safe environments have transformed the landscape and culture of the Catholic Church in the United States. The entire Body of Christ, laity and ordained, has been turning the wheel of transparency and accountability since 2002.
It occurred to me last Sunday at Southaven Christ the King during the celebration of Confirmation that the vast majority of the 74 Confimandi who celebrated the gift of the Holy Spirit were born in 2002 or later. They have known the blessings of effective safe environment standards in the Church’s ministries and programs. I share this reflection as an example of what can happen when laity and ordained work together for the good of the entire Body of Christ, the Church, especially on behalf of our children and young people. I have hope and confidence, not naively, that wherever the rot of clericalism, and the resistance to conversion festers in the Church, the light of Jesus Christ will shine in this darkness, transforming the Body of Christ. All who love the Lord Jesus and the Church are called to pray and work together to this end.

Encuentro transformador energiza la Iglesia

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
Desde el Papa Francisco, con amor, a Grapevine, Texas, a aproximadamente 3,500 líderes católicos de todos los Estados Unidos. El Santo Padre alentó a los reunidos para la reunión nacional V Encuentro a “derribar muros y construir puentes…A través de este proceso de V Encuentro, usted puede promover una cultura del encuentro”, dijo el Papa Francisco. “Es una manera concreta de ir más allá de nuestras zonas de confort y buscar a aquellos que necesitan esperanza en sus vidas, especialmente los jóvenes y aquellos que están en la periferia”.
Los obispos de Estados Unidos iniciaron “Encuentro,” proceso que significa encontrarse para servir mejor a la creciente comunidad latinoamericana. El proceso continuará hasta 2020. “Para el Papa, el discipulado misionero comienza con un encuentro con Cristo”, dijo el arzobispo Christophe Pierre, nuncio apostólico de los Estados Unidos, en sus comentarios bilingües. “Nos hemos reunido para encontrar al Cristo que da sentido a nuestras vidas. Una vez que lo hayamos encontrado, lo compartiremos con quienes nos encontremos “.
En medio de la celebración, el Arzobispo García-Siller de San Antonio reconoció el dolor por el escándalo de abusos sexuales que salió a la luz en el informe del gran jurado de Pensilvania y las revelaciones sobre el arzobispo Theodore McCarrick. “Tienes razón al tener el corazón roto por las faltas de tus pastores”, dijo. “Recemos a Dios por las víctimas de los crímenes de esta crisis. Haz todo lo que puedas por las víctimas. Oren también por los perpetradores y por nosotros sus obispos “. Entonces, al momento, el arzobispo García-Siller trajo la luz y la esperanza del Evangelio. “El Espíritu Santo viene a despertarnos e inflamar nuestros corazones con un amor renovado por Dios”, dijo. “No debemos tener miedo. El Señor estará presente con nosotros. Él es el crucificado, pero él es el resucitado también “.
La Hermana de la Misericordia, Ana María Pineda, profesora asociada de la Universidad de Santa Clara y miembro fundador de la Iniciativa Teológica Hispana, compartió una reflexión sobre la historia del proyecto Encuentro, que comenzó en 1972. Encuentros posteriores en 1977 y 1985 ayudaron a la iglesia a discernir mejor sus cambios demográficos. El cuarto Encuentro, o Encuentro 2000, celebró las contribuciones de las muchas culturas que conforman la Iglesia de los Estados Unidos.
“Una vez más, Dios nos recuerda”, dijo la hermana Pineda sobre el V Encuentro, “Hoy reivindicamos nuevamente quiénes somos”. Por así decirlo “Quienes somos” es una realidad muy diferente a la de hace 46 años en el momento del primer Encuentro. La comunidad latina ha crecido y evolucionado en más de dos generaciones adicionales a través del nacimiento y la inmigración a casi el 40% de la Iglesia Católica en los Estados Unidos.
El enfoque del V Encuentro es el reconocimiento de que los latinos están llamados a asumir un mayor liderazgo en la Iglesia. Como la demografía de la Iglesia Católica en las últimas décadas se ha desplazado desde el Nordeste y el Medio Oeste hacia el Sur y el Oeste, también los descendientes de inmigrantes europeos han cedido a la inmigración de América Central y América Latina, Asia, África y las Islas del Caribe.
Desde la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965, los laicos en virtud del llamado universal a la santidad en el Bautismo y su vocación de ejercer el ministerio en el Cuerpo de Cristo han adoptado la misión y los ministerios de la Iglesia que una vez fueron casi dominio exclusivo del ordenado y el religioso. La presencia creciente de católicos latinos y católicos asiáticos, en este momento en la Iglesia de los Estados Unidos, inevitablemente transformará la tez del liderazgo en el futuro. El V Encuentro trata de hacer esta transformación más intencional.
A pesar de las sombras que oscurecen la misión y visión de la Iglesia, Encuentro estuvo marcado por una alegría generalizada, considerable ánimo (espíritu), amor entusiasta por el Señor y la Santísima Madre, y el-sigue adelante-, esperanza para el futuro.
La oración de la mañana y la tarde, y especialmente la Misa, se celebraron con reverencia en el fuego del Espíritu Santo. Nuestros delegados de la Diócesis de Jackson estuvieron completamente involucrados en todos los procedimientos y muchos en el frente interno estuvieron presentes en oración y espíritu.
Nuestro compromiso y nuestra colaboración con el ministerio hispano a lo largo y ancho de nuestra Diócesis es notable. Esta no es solo mi humilde opinión. Este año, Extensión Católica (Catholic Extension, por su nombre en inglés) ha seleccionado a nuestro ministerio hispano como uno de sus finalistas para el premio Lumen Christi, que se otorga anualmente a un destinatario en una Diócesis Misionera, por su trabajo ejemplar al servicio del Evangelio. Con San Pablo en su carta a los Filipenses, podemos regocijarnos en el Señor, siempre y que el Señor, que ha comenzado el buen trabajo en nosotros, lo lleve a su cumplimiento en el día de Cristo Jesús.

Transformative encounter means to energize church

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
From Pope Francis, with love, to Grapevine, Texas to an estimated 3,500 Catholic Leaders from throughout the United States. The Holy Father encouraged those gathered for the V Encuentro national gathering to “tear down walls and build bridges.” “Through this V Encuentro process, you can promote a culture of encounter,” Pope Francis said. “It is a concrete way to move beyond our comfort zones and look for those who need hope in their lives, especially young people and those who are on the peripheries.”
The U.S. bishops initiated the Encuentro, which means “Encounter,” to better serve the growing Latin American community. The process will continue through 2020. “For the pope, missionary discipleship begins with an encounter with Christ,” Archbishop Christophe Pierre, apostolic nuncio to the United States, said in his bilingual remarks. “We have come together to encounter the Christ that gives meaning to our lives. Once we have encountered him, we will share him with those we encounter.”
Amid the celebration, Archbishop García-Siller of San Antonio acknowledged the sexual abuse scandal brought to light by the Pennsylvania grand jury report and revelations about Archbishop Theodore McCarrick. “You are right to be broken-hearted by the faults of your shepherds,” he said. “Let us pray to God for the victims of the crimes of this crisis. Do all you can for the victims. Pray also for the perpetrators and for us your bishops.”
Then he brought the light and hope of the Gospel to the moment. “The Holy Spirit comes to wake us up and inflame our hearts with a renewed love for God,” he said. “We must not be afraid. The Lord will be present with us. He is the crucified one, but he is the risen one, too.”
Sister of Mercy Ana María Pineda, an associate professor at Santa Clara University and a founding member of the Hispanic Theological Initiative, shared a reflection on the history of the Encuentro project, which began in 1972. Subsequent Encuentros in 1977 and 1985 helped the church better discern its changing demographics. The fourth Encuentro or Encuentro 2000, celebrated the contributions of the many cultures that make up the U.S. Church. “Once again God remembers us,” Sister Pineda said of the V Encuentro. “Today we once again claim who we are.”
“Who we are,” so to speak, is a far different reality from 46 years ago at the time of the first Encuentro.
The Latino community has grown and evolved over two additional generations through birth and immigration to nearly 40 percent of the Catholic Church in the United States. The focus of the V Encuentro is the recognition that Latinos are called to assume greater leadership in the Church. As the demographics of the Catholic Church in recent decades has shifted from the Northeast and the Midwest to the South and the West, so too have the descendants of European immigrants yielded to immigration from Central and Latin America, Asia, Africa and the Islands of the Caribbean.
Since the conclusion of the Second Vatican Council in 1965 the laity by virtue of the universal call to holiness in Baptism and their vocation to exercise ministry in the Body of Christ, has embraced the mission and ministries of the Church that were once the nearly exclusive domain of the ordained and religious. The burgeoning presence of Latino Catholics and Asian Catholics at this moment in the Church of the United States will inevitably transform the complexion of leadership going forward. The V Encuentro is about making this transformation more intentional.
In spite of the shadows that obscure the Church’s mission and vision, The Encuentro was marked by widespread joy, considerable animo (spirit), enthusiastic love for the Lord and the Blessed Mother and hope for the future (sigue adelante). Morning and evening prayer and especially the Mass, were celebrated with reverence in the fire of the Holy Spirit. Our delegates from the Diocese of Jackson were fully engaged in all of the proceedings and many on the home front were present in prayer and spirit. Our commitment to and our collaboration with the Hispanic ministry throughout our Diocese is remarkable.
This is not just my humble opinion. This year Catholic Extension has selected our Hispanic ministry as one of their four finalists for the Lumen Christi award which is bestowed annually to a recipient in a mission ds iocese for exemplary work in service of the Gospel. With Saint Paul in his letter to the Philippians, we can rejoice in the Lord, always and may the Lord who has begun the good work in us bring it to fulfillment on the day of Christ Jesus.

Corazón de la Iglesia: palabra, adoración, comunidad, servicio

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
El anuncio del Evangelio de Marcos, proclamado el domingo 9 de septiembre, de la curación del hombre que sufría de sordera, acompañada por un impedimento del habla, revela la misión del Señor Jesús y de la Iglesia. “El Verbo se hizo carne y vivió entre nosotros” (Prólogo del Evangelio de San Juan). En este milagro único, la humanidad y la divinidad de Jesús brillan. En resumen, Jesús respondió a la súplica de la multitud bulliciosa al separarse con el hombre para lograr su cura. Jesús tocó sus oídos y escupiendo, tocó su lengua y mirando al cielo, gimió y dijo: “que sean abiertos”. En ese momento el cielo y la tierra estaban en armonía y la curación física conducía a alabanzas de gratitud que no podían ser silenciadas.
Desde el principio, la misión de la Iglesia, con la mente y el corazón de Jesucristo y en el poder del Espíritu Santo, trajo su mensaje salvador a todos los que tenían oídos para escuchar. De la carta de Santiago, también de las escrituras del último fin de semana, escuchamos que las divisiones surgieron al principio en la incipiente comunidad cristiana. A los ricos se les dio un tratamiento de primera clase y los pobres se quedaron en los márgenes de la comunidad reunida. Inmediatamente, el Espíritu de Dios convenció e iluminó a los discípulos para cambiar su forma de pensar y actuar. En virtud de la sangre salvadora del Señor que une a los que están lejos y los que están cerca (Efesios), todos los bautizados tienen igual dignidad alrededor de la mesa del Señor, ricos y pobres, judíos y griegos, hombres y mujeres, esclavos y libres (Gálatas) Los primeros cristianos aprendieron rápidamente en Jerusalén, cuando recordamos los Hechos de los Apóstoles, que la orden de los diáconos se estableció por Diakonia – servicio amoroso – para satisfacer las necesidades crecientes de la comunidad de Jerusalén. La acción del Señor en la Última Cena, cuando lavó los pies de sus discípulos, fomentó la visión de los primeros cristianos quienes se cuidaban unos a otros de una manera totalmente desconocida en el Imperio Romano. En contraste con la cultura brutal del primer siglo, el cristianismo y los primeros cristianos fueron cálidos, acogedores, amables y generosos y la cultura cristiana primitiva fue profundamente personal. Extendieron el toque salvador y sanador del Señor sin costo para muchos al margen de la sociedad
La palabra, el culto, la comunidad y el servicio marcaron a estos primeros cristianos y, de hecho, se abrieron los oídos para escuchar la Palabra salvadora, las bocas se unieron en alabanza y las manos en servicio amoroso. Con el tiempo, a los diáconos se les confió la administración de los recursos materiales de la Iglesia, y el rapaz Imperio Romano pensó que podría enriquecer sus arcas confiscando la propiedad y la riqueza de los cristianos. A mediados del siglo III, el Diácono Lawrence, quien en su martirio se convirtió en el patrón de Roma, recibió la orden de entregar la riqueza de la Iglesia al gobernador. Reunió a los pobres, a los cojos, a los ciegos, a los leprosos, etc. y los exhibió ante el gobernador, anunciando que éstos eran la riqueza y la fortuna de la Iglesia. Esto no lo impresionó y martirizaron a Lawrence sobre un carbón ardiente. De maneras creativas, en diferentes momentos y escenarios mundiales, la Iglesia ha encarnado la misión de Jesucristo de tocar el mundo con la curación, la esperanza y una nueva vida en el Reino de Dios.
El viernes 7 de septiembre por la noche, Jim Caveizel hizo una aparición especial en Jackson en nombre de Caridades Católicas (Catholic Charities, por su nombre en inglés) e inspiró a todos por su profundo compromiso con el Señor y su fe católica. Comenzó su presentación con un clip de la Madre Teresa en el discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 1977. La piedra angular de su inspirador discurso fue que nunca habrá paz mientras el aborto haga estragos a la vida en el útero. Eso hizo que más de unos pocos en el público se sintieran incómodos en esa ocasión, pero Santa Teresa de Calcuta no se disculpó porque la dignidad de la vida está en todas las etapas. Ella capturó la imaginación de todo el mundo cuando se adentró en la suciedad y la miseria de los peores barrios de Calcuta, India. Cada día que se despertaba, trabajaba con los olvidados, con los más pobres entre los pobres, las víctimas del HIV, y los cuidaba como si fuera el mismo Jesús. A partir de esta introducción, Jim Caveizel resaltó el trabajo de Caridades Católicas como un ejemplo vivo que respira lo que significa pertenecer a Jesucristo y aceptar su misión. Escuchar y seguir el llamado del Señor, observó Caveizel, puede tener un gran costo, pero ¿de qué sirve ganar todo el mundo y perder el alma? Cuando el Señor nos toca, entendemos los versículos finales de las escrituras del último domingo de la carta de Santiago, “somos llamados a ser ricos en fe, herederos del Reino, que Dios prometió a los que lo aman”. Durante estos días de angustia por muchas víctimas de abuso sexual y sus familias, y por aquellos que aman a la Iglesia, que nuestras oraciones gimientes dirigidas al cielo y nuestras acciones de servicio amoroso abran los corazones y las mentes de todos los que sufren y reciban la curación del Señor, la esperanza y la paz.

Cristo está en el centro de la formación de la fe

+ Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
En temporada y fuera de temporada, el Señor nos llama a crecer en sabiduría, conocimiento y gracia, como sus discípulos. Este es el trabajo de la conversión, la formación de la fe y, en última instancia, la santidad. En un horario continuo durante esta temporada del año, nuestras Escuelas Católicas, Certificación de Formación de Fe para Adultos, programas de Educación Religiosa, R.C.I.A., preparación Sacramental, cursos de las Escrituras, Días de Formación de Fe, retiros, capacitación en Ambiente Seguro y más, continúan con gran celo y esperanza.
Nuestra visión diocesana de discípulos inspiradores, sirviendo a los demás y abrazando la diversidad se renueva una vez más. Esta manifestación externa de la actividad de la colmena se basa en un verano lleno de merecido descanso, revisión del año pasado y planificación para la nueva temporada.
El trabajo de formación en la fe es una misión de 12 meses y estoy eternamente agradecido a todos los que permanecen en el camino escuchando el llamado del Señor Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.
A principios de este año, el 19 de marzo, el Papa Francisco abrió una puerta para todos los que están comprometidos en la misión de evangelización y formación de fe con su Exhortación Apostólica, “Guadete et Exultate( Regocijate y sé feliz), el llamado a la santidad en el mundo moderno”. Esta exhortación inspiradora y legible comienza con los santos que nos animan y nos acompañan, y los santos de la puerta de al lado.
Por supuesto, el primer grupo es la Nube de Testigos que ya está alrededor del trono de Dios, como se describe en la carta a los hebreos y el libro del Apocalipsis, y el último se refiere a miembros de la familia, vecinos, feligreses y amigos. Una de las gemas de este documento es la sección sobre las Bienaventuranzas que es una brújula para que todos los discípulos abracen la mente y el corazón del Señor.
Nuestras Escuelas Católicas han elegido las Bienaventuranzas como centro para el enfoque de este año. Otra oportunidad de oro para el liderazgo diocesano es nuestra convocatoria de otoño, cuyo tema es “Formar discípulos intencionales”.
Sherry Weddell, autora del libro de referencia sobre los discípulos intencionales y conferencista nacional en demanda, aceptó nuestra invitación a nuestra convocatoria de tres días por nuestra visión diocesana de Inspirar a discípulos- Servir a los demás- Abrazar la diversidad. Felicitaciones a nuestro Comité de Formación Continua por este resultado excepcional.
Lo anterior es un notable paquete de formación de fe y evangelización, pero quiero reflexionar sobre lo que para todos nosotros es la fuente y la cumbre de toda formación, evangelización y santidad, la Misa.
Durante las últimas cinco semanas, la Iglesia en todo el mundo católico ha proclamado el discurso del Pan de Vida del sexto capítulo en el Evangelio de San Juan. Hoy fue el diálogo culminante entre Jesús y aquellos que estaban luchando por comprender sus impactantes palabras. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo los resucitaré en el último día. Porque mi carne es comida real y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en ellos. Así como el Padre viviente me envió y yo vivo por el Padre, así también el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Este es el pan de vida que bajó del cielo. Sus antepasados comieron el maná y murieron, pero el que se alimenta de este pan vivirá para siempre “.
La Eucaristía, Palabra y Sacramento, la presencia real de Jesucristo, el Hijo de Dios es una formación permanente para todos los discípulos. Nosotros en el mundo católico tenemos el don y el misterio de la fe eucarística, que ha sido nuestro alimento para el viaje en el camino a la vida eterna. Yo los animo a todos en la formación de la fe a que nunca se cansen de integrar plenamente a todos en la vida sacramental de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía.
Palabra, adoración, comunidad y servicio son el paquete total de lo que significa pertenecer a Jesucristo, el Pan de Vida, el Maestro, quien nos lleva al Padre en el poder del Espíritu Santo.
A medida que la miasma de la crisis de abuso sexual envuelve a la Iglesia una vez más, no olvidemos que una de nuestras prioridades pastorales críticas es el mandato del Evangelio de perdonar, sanar y reconciliar a las comunidades.
La evangelización y la formación de la fe no son posibles sin arrepentimiento y conversión. Gracias a Dios, la Iglesia ha plantado muchas de estas semillas que han crecido y continúan floreciendo en todos nuestros ministerios.
Las víctimas de abuso sexual y sus familias son la prioridad para recibir sanación y reconciliación y nunca debemos cansarnos de restaurar la vida a través de la misericordia de Dios y la justicia al pie de la Cruz.
Gracias a todos los que diariamente fomentamos entornos seguros para nuestros niños y jóvenes y a los que acompañan a las víctimas que están en el camino de la curación y la esperanza. Nada es imposible para Dios, porque Dios es Amor.

Christ at the center of faith formation

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
In season and out of season the Lord calls us to grow in wisdom, knowledge and grace as his disciples. This is the work of conversion, faith formation and ultimately, holiness. On a rolling timetable during this season of the year our Catholic Schools, Adult Faith Formation Certification, Religious Education programs, R.C.I.A., Sacramental preparation, scripture courses, Faith Formation Days, retreats, Safe Environment training and more, resume with great zeal and hope.
Our Diocesan Vision of Inspiring Disciples, Serving Others and Embracing Diversity is renewed once again. This external manifestation of beehive activity rests upon a summer full of well-deserved rest, review of the past year and planning for the new season. The work of faith formation is a 12-month quest and I am eternally grateful to all who remain on the path hearing the call of the Lord Jesus, the Way, the Truth and the Life.
Earlier this year on March 19, Pope Francis opened a door for all who are engaged in the mission of evangelization and faith formation with his Apostolic Exhortation, “Guadete et Exultate (Rejoice and be Glad), the Call to Holiness in the Modern World.” This inspiring and readable exhortation begins with the Saints who encourage and accompany us, and the Saints next door.” Of course, the former is the Cloud of Witnesses already around the throne of God, as described in the letter to the Hebrews and the book of Revelation, and the latter refers to family members, neighbors, parishioners and friends. One of the gems of this document is the section on the Beatitudes that is a compass for all disciples to embrace the Lord’s mind and heart.
Our Catholic Schools have chosen the Beatitudes as central to this year’s focus. Another golden opportunity for diocesan leadership is our fall convocation whose theme is “Forming Intentional Disciples.” Sherry Weddell, the author of the landmark book pertaining to intentional disciples, and a national speaker in demand, accepted our invitation to our three-day convocation because of our Diocesan Vision to Inspire Disciples-Serve Others-Embrace Diversity. Kudos to our Continuing Formation Committee for this exceptional outcome.
The above is a remarkable package of faith formation and evangelization, but I want to reflect upon what for all of us is the source and summit of all formation, evangelization and holiness, the Mass. During the past five weeks the Church throughout the Catholic world has proclaimed the Bread of Life discourse from the sixth Chapter in Saint John’s Gospel. Today was the culminating dialogue between Jesus and those who were struggling to understand his shocking words. “Whoever eats my flesh and drinks my blood has eternal life, and I will raise them up at the last day. For my flesh is real food and my blood is real drink. Whoever eats my flesh and drinks my blood remains in me, and I in them. Just as the living Father sent me and I live because of the Father, so the one who feeds on me will live because of me. This is the bread that came down from heaven. Your ancestors ate manna and died, but whoever feeds on this bread will live forever.”
The Eucharist, Word and Sacrament, the real presence of Jesus Christ, the Son of God, is life-long formation for all disciples. We in the Catholic world have the gift and mystery of Eucharistic faith that has been our food for the journey on the path to eternal life. I encourage all in faith formation to never tire of fully integrating everyone in faith formation into the sacramental life of the Church, especially the Eucharist. Word, worship, community and service are the total package of what it means to belong to Jesus Christ, the Bread of Life, the Master Teacher draws us to the Father in the power of the Holy Spirit.
As the miasma of the sexual abuse crisis envelops the Church once again let us not forget that one of our critical pastoral priorities is the Gospel mandate to be forgiving, healing and reconciling communities. Evangelization and faith formation are not possible without repentance and conversion. Thanks be to God, the Church has planted many of these seeds which have grown and continue to flourish in all our ministries. The priority for healing and reconciliation are the victims of sexual abuse and their families, and we must never tire of restoring life through God’s mercy and justice at the foot of the Cross. Thank you to all who daily foster safe environments for our children and young people and who accompany victims who are on the path of healing and hope. Nothing is impossible for God, because God is love.

El abusado clama al cielo por justicia

+ Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
A lo largo de la Iglesia Católica en los Estados Unidos muchos están agonizando por las revelaciones de los crímenes, del Cardenal Theodore McCarrick contra menores, el flagrante abuso de poder y el comportamiento sexual desenfrenado con seminaristas y otros. Dolor, ira y vergüenza están ensombreciendo a los fieles y viejas heridas se reabren. Hay muchas preguntas sin respuesta, pero por más desagradable que sea la verdad, pues solo la verdad pondrá a las víctimas, sus familias y a la Iglesia en el camino hacia la sanación, la justicia y la nueva vida. La revelación del comportamiento pecaminoso de un prelado de alto rango en la Iglesia no resta valor a todo el buen trabajo que la Iglesia Católica ha hecho para proteger a los niños y jóvenes desde 2002, pero es un retroceso horrible en los esfuerzos para restaurar la confianza.
La vasta mayoría de las diócesis católicas en Estados Unidos han trabajado muy duro durante estos 16 años para ser fieles al documento conocido como La Carta de Dallas, titulada “ Promesa de Proteger y Compromiso de Sanar” (Promise to Protect and the Pledge to Heal; por su nombre en inglés). El fomento de entornos seguros en nuestros ministerios es ahora la norma, y el apoyo firme a las víctimas de abuso sexual que luchan por la sanación y la esperanza en sus vidas, ha sido un compromiso incansable.
Los resultados son dignos de elogio; los protocolos creados por los programas para una Iglesia de ambiente seguro han reducido significativamente los abusos a menores por miembros del personal de las iglesias. De igual manera sabemos que toma entre 20 y 30 años, como promedio, para que una víctima se decida a dar un paso adelante y cuente su trágica historia. Este fue el caso de las víctimas del Cardenal McCarrick. Muchos nunca revelan su herida porque es demasiado doloroso el hacerlo. Esta es la razón por la cual difundimos repetidamente la declaración que alienta, a todas las víctimas de abuso sexual por parte del personal de la Iglesia, a presentarse sin importar cuánto tiempo haya pasado desde ocurrido el abuso. El sufrimiento no tiene estatuto de limitaciones.
El abuso sexual es un mal y un crimen que causa estragos, destrucción y desesperación, por tanto el enemigo, el maligno se regocija en esto porque el abuso está envuelto en tinieblas, mentiras y vergüenza. El abuso desata el poder del infierno sobre las víctimas y sus familias y con frecuencia se propaga de una generación a otra, a menos que el ciclo se rompa a la luz de la verdad, la curación y la reconciliación.
Al principio de mi sacerdocio, durante un período de 15 años, tuve la oportunidad de enseñar Desarrollo Humano a adolescentes en tres de nuestras escuelas primarias en la Diócesis de Scranton. El don de la sexualidad está floreciendo a esta edad, y el saber que hay personas en la Iglesia que se aprovechan de estos jóvenes, adolescentes y de los menores en cada etapa de su desarrollo es un ataque desmedido contra la dignidad humana.
En la Diócesis de Jackson nos comprometemos a fomentar ambientes seguros en nuestras Escuelas Católicas, en nuestros Programas de Educación Religiosa y en nuestros Ministerios de la Juventud para que los niños y jóvenes que nos han sido confiados puedan alcanzar el potencial dado por Dios en cada aspecto de sus vidas.
Además, serví como Director de Formación durante 14 años en nuestro Seminario Universitario en Scranton, Pensilvania y escuchar de la explotación de jóvenes que están discerniendo una vocación por aquellos en autoridad y supuestos a nutrirlos, también clama al cielo por justicia. La transparencia y el cultivo de una cultura de confianza, respeto y responsabilidad son las normas de los seminarios donde nuestros seminaristas de Jackson están formándose: Saint Ben’s (Colegio Seminario St. Joseph) en Covington, Luisiana; Notre Dame en Nueva Orleans y el Sagrado Corazón en Hales Corner, Wisconsin.
Durante los dos últimos años, como miembro de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB; por sus siglas en inglés), he estado sirviendo en el Comité para la Protección de Niños y Jóvenes. Esto me sitúa en el centro de la resolución permanente de la Iglesia de proteger y sanar, tal como se establece en La Carta de Dallas y de aplicar estos esfuerzos y mejores prácticas a nuestra propia red de Ambientes Seguros en nuestra Diócesis.
La Carta dirige la acción en los siguientes asuntos:
• Crear un ambiente seguro para niños y jóvenes;
• Sanación y reconciliación de víctimas y sobrevivientes;
• Hacer una respuesta pronta y efectiva a las acusaciones;
• Cooperar con las autoridades civiles;
• Disciplinar a los culpables;
• Proporcionar medios de rendición de cuentas para garantizar en el futuro que el problema continúe siendo tratado de manera efectiva a través de la Secretaría de Protección de Niños y Jóvenes y la Junta Nacional de Revisión.
Que el Señor Jesús, que dio la bienvenida a los niños y los abrazó en su amor, traiga la verdad que nos hará libres, la justicia que restablecerá las relaciones correctas con Dios y con los demás, la sanación y la reconciliación que son los estándares de todas las comunidades cristianas, su cuerpo, la Iglesia.