Lo que diferencia a la atención médica católica de otros proveedores

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
El Sistema Católico de Atención Médica, en el centro de Mississippi, dio un paso histórico el lunes 1 de julio de 2019, cuando las Hermanas Dominicas de Springfield, Illinois, pasaron la antorcha de patrocinio a las Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora con sede en Baton Rouge, Louisiana.
El ministerio Franciscano de Calais ha estado proporcionando atención médica católica en el centro-norte de Louisiana desde 1911, mientras que las Hermanas Dominicas empezaron su misión, con atención médica católica, en Jackson en 1946. Ambas congregaciones imaginaron y fomentaron el ministerio compasivo y sanador de Jesucristo como una dimensión vital de la misión de la Iglesia Católica para fomentar el Reino de Dios en nuestro mundo, sin perder nunca de vista nuestro eterno destino .
El tema que las hermanas Dominicas y Franciscanas eligieron para esta histórica transición reza “Compañeros en el Viaje,” tema con el que recorrieron en el tiempo casi 800 años atrás, a una conversación entre sus respectivos fundadores, Santo Domingo y San Francisco, para trazar su curso para el futuro. “…Tú eres mi compañero; trabajaremos juntos, apoyándonos uno al otro hasta el mismo fin, y nadie prevalecerá contra nosotros…,” dijo Santo Domingo a San Francisco mientras ambos estaban en Roma para recibir la bendición oficial de sus órdenes religiosas.
Uno podría preguntarse, en primer lugar, por qué una transición en este sistema de salud era necesaria. Aunque el sistema de atención médica de St. Dominic es bastante extenso; empleando a cerca de 3 mil personas en una amplia gama de servicios, y en este momento es estable financieramente; en realidad es pequeño en comparación con los sistemas de salud católicos o no sectarios existentes en todo Estados Unidos. Ningún proveedor de atención médica independiente del tamaño de St. Dominic sobrevivirá por mucho tiempo en el mercado actual. Con esta fusión, la atención médica católica se fortalece en el futuro inmediato para el centro-norte de Louisiana y el centro de Mississippi.
El nuevo sistema sigue siendo parte de la red católica de salud nacional que proporciona una sexta parte de las necesidades de la atención médica de toda la nación. Las Directivas Éticas y Religiosas para la Atención Médica Católica informan a la misión y establecen los estándares para los proveedores grandes, medianos o pequeños de atención médica católica. La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ratificó, en junio de 2018, la sexta edición de las Directivas un documento que es el fruto de la colaboración de muchos, comprometidos a promover el amor compasivo y sanador de Jesucristo desde el corazón de la Iglesia Católica.
Las Directivas Éticas y Religiosas para la Atención Médica Católica , un folleto de 40 páginas, ofrece una presentación sustancial de quiénes somos y quiénes somos en nuestra misión de atención médica como católicos.
A continuación citaré extensamente este documento para apreciar cuán bendecidos estamos de tener ahora una presencia católica ampliada en nuestra región, con la fusión de las tradiciones Dominicana y Franciscana:
“La Iglesia siempre ha buscado encarnar la preocupación de nuestro Salvador por los enfermos. Los relatos del evangelio del ministerio de Jesús atraen una atención especial a sus actos de curación: curó a los leprosos; dio vista a los ciegos; le permitió hablar a uno que estaba mudo; curó a una mujer que estaba sufriendo una hemorragia; Él trajo a una joven a la vida. De hecho, los Evangelios están llenos de ejemplos de cómo el Señor curó todo tipo de dolencias y enfermedades … La misión de sanación de Jesús fue más allá de preocuparse solo por la aflicción física. Tocó a las personas en el nivel más profundo de su existencia; buscó su curación física, mental y espiritual. Él vino para que tuvieran vida y la tuvieran más abundantemente … El misterio de Cristo ilumina cada faceta de la atención médica católica; ver la curación y la compasión como una continuación de la misión de Cristo; Ver el sufrimiento como una participación en el poder redentor de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y ver la muerte transformada por la resurrección, como una oportunidad para un acto final de comunión con Cristo”.
La misión y visión de los Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora y las Hermanas Dominicas de Springfield se alinean a la perfección con la misión del Señor, como lo demuestran sus servicios de atención médica desde su inicio.
Las Directivas Éticas y Religiosas para la Atención Médica Católica explican con más detalle lo que diferencia a la atención médica católica de otros proveedores, cito – “Primero, el ministerio de atención médica católica se basa en el compromiso de promover y defender la dignidad humana; este es el fundamento de su preocupación por respetar lo sagrado de cada vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte … El derecho a la vida conlleva el derecho a los medios para el desarrollo adecuado de la vida, como la atención médica adecuada. Segundo, el mandato bíblico de cuidar a los pobres requiere que expresemos esto en acciones concretas en todos los niveles de la atención de salud católica … Se debe prestar atención a las necesidades de atención de salud de los pobres, los no asegurados y los que tienen un seguro insuficiente. En tercer lugar, el ministerio católico de atención de la salud busca contribuir al bien común, a las condiciones que aseguran la protección de los derechos fundamentales de todos los individuos y permite que todos cumplan su propósito común y alcancen sus objetivos comunes. En cuarto lugar, el ministerio católico de atención médica ejerce la administración responsable de los recursos disponibles de atención médica. Quinto, dentro de una sociedad pluralista, los servicios de atención médica católicos encontrarán solicitudes de procedimientos médicos contrarias a las enseñanzas morales de la Iglesia. La atención médica católica no ofende los derechos de las conciencias individuales al negarse a proporcionar o permitir procedimientos médicos que se juzgan moralmente incorrectos por la autoridad de enseñanza de la Iglesia”.
Qué bendición es que esta nueva unión, en la atención médica católica, encarna la mente y el corazón de Jesucristo, quien invitó a todos al banquete de la vida, especialmente a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos (Lucas 14:13). Y cito “Los servicios de atención médica católica se regocijan en el desafío para ser la sanación compasiva de Cristo en el mundo y ver su ministerio no sólo como un esfuerzo para restaurar y preservar la salud, sino también como un servicio espiritual y un signo de esa curación final que algún día vendrá sobre la nueva creación que es el fruto final del ministerio de Jesús y el amor de Dios por todos nosotros.”
Que Dios, que comenzó el buen trabajo en la visión de nuestras hermanas Dominicas y Franciscanas, continúe bendiciendo su compromiso durante muchos años y lo lleve a cumplimiento en el día de Cristo Jesús.

Eucharist feeds Church in Ordinary Time

By Bishop Joseph Kopacz
The Solemnity of the Most Holy Body and Blood of Christ, Corpus Christi, brings to fulfillment the power of Pentecost and the unfathomable mystery of the Most Holy Trinity. We are now on the cusp of the long liturgical season which the Catholic Church celebrates as Ordinary Time when, as always, we will gather at Holy Mass, the Eucharist, the tables of Word and Sacrament to be inspired by the Sacred Scripture and nourished by the most holy Body and Blood of Christ.
In season and out of season, the Eucharist is our daily bread, food for the journey, the union of heaven and earth and the promise of eternal life. “He who eats this bread and drinks this cup will live forever.” (John 6,54) The Lord could not be any more direct at the Last Supper. “This is my body; this is my blood; do this in memory of me.” (Matthew, Mark, Luke). Faithful to the Lord’s mandate, the Eucharist is celebrated on a daily basis, except for Good Friday, proclaiming the death of the Lord until he comes.
The document Lumen Gentium of the Second Vatican Council bestowed upon the Church a fountain of wisdom, exhorting us to cherish the gift and the mystery of the Mass as the source and summit of the Christian life. (#11).
The treasury of God’s word and the sacrament of the Eucharist, the body and blood, soul and divinity of Jesus Christ are a fountain flowing up to eternal life. From the universal elements of bread and wine, fruit of the earth and of the vine, flow the gift of salvation brought to fulfillment in the Lord’s lifegiving death and resurrection. Like the headwaters of the mighty Mississippi, which originates as a modest stream, the humble institution of the Eucharist in the Upper Room has unfolded in God’s plan as an immeasurable river of grace flowing through time. Beginning in Baptism and nurtured at the altar of sacrifice, the Lord intends that his body, the Church, is to be a blessing for the world.
This is evident at the inception of the Eucharist when Jesus washed the feet of his disciples at the Last Supper and purposely stated, “I have given you an example. As I have done, so you must do.” (John 13,15) He went on to say on this same night before he died that his disciples will be an astounding blessing wherever they go. “Very truly I tell you, whoever believes in me will do the works I have been doing and they will do even greater things than these, because I am going to the Father.” (John 14,12) What are some of the works that Jesus did that we will far surpass? In the Gospel of Luke from last Sunday’s feast of Corpus Christi, Jesus fed the 5,000 who had followed him into deserted places. (Luke 9, 10-17) He said to his disciples who wanted to dismiss the crowds, “you give them something to eat.”
And immediately he took the bread and the fish, raised his eyes to heaven, blessed them, broke them and gave them to his disciples who proceeded to wait on those clustered in groups of 50. Over the centuries, the Lord’s disciples have fed uncountable throngs. This is Eucharistic and the mission of all disciples of the Lord Jesus from one generation to the next, to be a blessing to all whom we encounter, beginning in our homes and reaching out to the ends of the earth.
In most countries of the world nearly 2,000 years later, we celebrate the Lords passion, death and resurrection at the altar and we continue to further the work of God’s Kingdom in our world as his body, a blessing for billions and billions. The Lord intends that his disciples will work in the church for the salvation of all, evident in the manifest signs of the Kingdom, justice, peace and the joy of the Holy Spirit.
At the Bishops’ Conference recently concluded in Baltimore, overwhelmingly we voted to strengthen all the protocols for which the entire people of God are clamoring in order to root out the evil and crime of the sexual abuse of minors. Pope Francis recently issued a Motu Propio, “You are the Light of the World,” in which he has established universal standards for untiringly combating the scourge of the sexual abuse of minors and the exploitation of vulnerable adults. The full scope of the bishops’ deliberations and endorsements are contained in this issue of the Mississippi Catholic.
Unless we overcome this demon of sexual abuse and exploitation we can never be the blessing the Lord intends us to be, nor can we accomplish the works of salvation that the Lord assured us are guaranteed in his name, the fruit that will endure. It is encouraging because transparency and accountability are a growing forest in the Church, in the words of Saint Francis, that were evident in substantial and measurable ways in the body of bishops in Baltimore.
For those who experienced the Church as a curse due to the sins of sexual abuse and exploitation, we commit ourselves to restore the original blessing intended by our God who so loves this world and by the Lord Jesus who commands us to love one another as he loves us.
May the gift of the Eucharistic recently celebrated on the feast of Corpus Christi keep ever before us that where sin increases, grace overflows all the more.” (Romans 5,20) May the church, the Body of Christ, be the blessing the Lord intends us to be in the power of his Holy Spirit.
The anointing of the Holy Spirit opens up for us a world of wonder and mystery, blessing and promise, commitment and purpose.

La Eucaristía alimenta a la Iglesia

Por Obispo Joseph Kopacz
La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi, trae la culminación del poder de Pentecostés y el misterio insondable de la Santísima Trinidad.
Ahora estamos en la cúspide de un largo tiempo litúrgico que la Iglesia Católica celebra como Tiempo Ordinario cuando, como siempre, nos reuniremos en la Santa Misa, la Eucaristía, la Palabra y la mesa del Sacramento para ser inspirados por la Sagradas Escrituras y nutridos por el Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En temporada y fuera de temporada, la Eucaristía es nuestro pan de cada día, alimento para el viaje, la unión del cielo y la tierra y la promesa de la vida eterna. “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día “ (Juan 6,54). El Señor no podría ser más directo en la Última Cena. “ Este es mi cuerpo; esta es mi sangre haz esto en memoria mía. ”(Mateo, Marcos y Lucas).
Fieles al mandato del Señor, la Eucaristía se celebra a diario, excepto el Viernes Santo, día en que se proclama la muerte del Señor hasta que venga.
El documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II otorgó a la Iglesia una fuente de sabiduría, exhortándonos a apreciar el don y el misterio de la Misa como la fuente y cumbre de la vida cristiana. (# 11). El tesoro de la Palabra de Dios y el sacramento de la Eucaristía, el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo son una fuente que fluye hacia la vida eterna.
De los elementos universales del pan y el vino, fruto de la tierra y de la vid, fluye el don de la salvación realizado en la muerte y resurrección de la vida del Señor.
Al igual que las cabeceras del poderoso rio Mississippi, que se originan como una corriente modesta, la humilde institución de la Eucaristía es el aposento alto donde se ha desarrollado el plan de Dios; como un inmenso río de gracia que fluye a través del tiempo.
Comenzando en el bautismo y nutrido en el altar del sacrificio, el Señor pretende que su cuerpo, la Iglesia, sea una bendición para el mundo. Esto es evidente en el inicio de la Eucaristía cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos en la Última Cena y declaró a propósito: “yo Les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho” (Juan 13,15).
Esa noche, antes de morir, continuó diciendo que sus discípulos serán una bendición asombrosa adondequiera que vayan. “les aseguro que el que cree en mi hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy a donde está el Padre”. (Juan 14,12)
¿Cuáles son algunas de las obras que hizo Jesús que superaremos? En el Evangelio de Lucas, de la fiesta del Corpus Christi del domingo pasado, Jesús alimentó a los 5000 que lo habían seguido a lugares desiertos. (Lucas 9, 10-17). Jesús dijo a sus discípulos que querían despedir a las multitudes, “denles ustedes de comer”.
Inmediatamente tomó el pan y el pescado, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los rompió y se los dio a sus discípulos, quienes procedieron a atender a los agrupados en grupos de 50. Los discípulos del Señor han alimentado innumerables multitudes. Esto es Eucarístico, y la misión de todos los discípulos del Señor Jesús de una generación a la otra, es bendecir a todos los que nos encontramos, comenzando en nuestros hogares y llegando a los confines de la tierra.
En la mayoría de los países del mundo, 2000 años después, celebramos la pasión, muerte y resurrección del Señor en el altar, y continuamos promoviendo la obra del Reino de Dios en nuestro mundo como su cuerpo, una bendición para miles de millones.
El Señor tiene la intención de que sus discípulos trabajen en la iglesia para la salvación de todos, evidentes en los signos manifiestos del Reino, la justicia, la paz y la alegría del Espíritu Santo.
En la Conferencia de Obispos recientemente concluida en Baltimore, votamos abrumadoramente para fortalecer todos los protocolos por los cuales todo el pueblo de Dios está clamando para erradicar el mal y el crimen del abuso sexual de menores.
El Papa Francisco recientemente emitió el Motu Propio, “Tú eres la luz del mundo”, en el que ha establecido estándares universales para combatir incansablemente el flagelo del abuso sexual de menores y la explotación de adultos vulnerables. El alcance completo de las deliberaciones y respaldo de los obispos se encuentra en este número del Mississippi Católico.
A menos que superemos estos demonios de abuso y explotación sexual, nunca podremos ser la bendición que el Señor pretende que seamos, ni podremos realizar las obras de salvación que el Señor nos aseguró están garantizadas en su nombre, un fruto que perdurará.
Es alentador porque la transparencia y la rendición de cuentas son un bosque en crecimiento en la Iglesia, según las palabras de San Francisco, que fueron evidentes en forma sustancial y mensurable en el cuerpo de obispos reunidos en Baltimore.
Por aquellos que experimentaron los pecados del abuso y la explotación sexual en la Iglesia como una maldición, nos comprometemos a restaurar la bendición original que pretende nuestro Dios que tanto ama a este mundo, y a seguir al Señor Jesús que nos manda a amarnos los unos a los otros como él nos ama.
Que el don de la Eucaristía celebrado recientemente en la fiesta del Corpus Christi mantenga siempre ante nosotros que” la ley se añadió para que aumentara el pecado; pero cuando el pecado aumento, Dios se mostró aún más bondadoso “(Romanos 5,20).
Que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, sea la bendición que el Señor nos propone con el poder de su Espíritu Santo.La unción del Espíritu Santo nos abre un mundo de maravilla y misterio, bendición y promesa, compromiso y propósito.

Jesus makes us young, new, full of life

Bishop Joseph R. Kopacz

By Bishop Joseph Kopacz
In the fourth Gospel and in his letters the beloved disciple, Saint John, returns repeatedly to his bold proclamation that “God so loved the world that he gave his only Son so that the world might be saved through him.” (John 3,15) As in the Synoptic Gospels of Matthew Mark and Luke the Lord’s death on the Cross is the fulfillment of this eternal love where Saint John portrays the blood and water flowing from the side of the crucified beloved Son of God. These sacred streams became the dual fountains of new life in the Church in the saving waters of Baptism and in the new covenant of his blood each time the Mass is offered and celebrated.
In his document, Christus Vivit, to young people and to the entire people of God, fresh off on the press on March 25, the feast of the Annunciation, Pope Francis boldly proclaims that because God so loved the world, “Jesus Christ is alive, and he wants you to be alive! He is our hope, and in a wonderful way he brings youth to our world, and everything he touches becomes young, new and full of life.” On each sacred occasion when we celebrate the sacraments of Baptism and the Eucharist during the Easter season which began on Easter Sunday and will culminate at Pentecost 50 days later, the Lord Jesus goes about his saving work of making the world young, new and full of life. On the second and third Sundays of this Easter season we proclaimed the resurrection appearances from Saint John that reveal the personal and universal plan of salvation. In the creation story of Genesis God formed man and woman from the earth’s elements and breathed into them the breath of life, and we became living beings. (Genesis Ch. 2)
To the apostles huddled in fear, (J0hn 20,19ff) the risen Lord bathed them in peace and breathed upon them the creative and reconciling love of the Holy Spirit. “As the Father has sent me, so I send you.” In particular the Lord encountered Thomas, broken in spirit and overwhelmed by doubts that had broken the back of his faith. Jesus restored him to life through the touch of his wounds and the sound of his voice.
In last Sunday’s Gospel Jesus appeared to several of the Apostles at the sea of Galilee who had returned to their former lives after the crucifixion, among whom were Peter, Thomas and John. Jesus was waiting for them at the shore after guiding them to another successful catch that could barely be contained – 153 in all. This number represents God’s universal plan to bring the Gospel to all the known nations of that time. From the universal to the personal, now it was Peter’s turn to be reconciled and restored. (John 21,1ff) As they gathered around the fire for breakfast, the memory of the fire in the courtyard had to be weighing on Peter when he vehemently denied that he knew his Savior. Then, it was night. Jesus had gazed at Peter in that moment and remembering the Lord’s prediction at the Last Supper, Peter went out and wept bitterly.
But now it is the dawning of a new day, and with the fire between them for a second time, Jesus gazed on Peter with the warmth of his love and asked three times, “do you love me?” There was no reproach in the words and tone of Jesus to Peter, to Thomas or to any of his apostles for their behavior during the time of his suffering and death, but rather a deep desire to restore them to life in his name in order to launch the Gospel to the ends of the earth. The rest is history.
Peter fulfilled his destiny as the leader of the early Church, and Thomas brought the Good News to the realm of India. God so loves the world that this eternal question is directed to each of us who disciples of his beloved son are. Do we love him? In Christus Vivit Pope Francis quotes the poetic words of Pedro Arrupe, the legendary Jesuit Superior. “Nothing is more practical than finding God, than falling in love in a quite absolute, final way. What you are in love with, what seizes your imagination, will affect everything. It will decide what will get you out of bed in the morning, what you will do with your evenings, how you will spend your weekends, what you read, whom you know, what breaks your heart, and what amazes you with joy and gratitude. Fall in love, stay in love and it will decide everything.” This love for God is possible thanks to the Holy Spirit who raised Jesus from the dead.
Writing nearly three generations after the death and resurrection of Jesus, Saint John ends his gospel with words of enduring love, hope and light for all people for all time. “Now Jesus did many other signs in the presence of his disciples that are not written in this book. But these are written that you might come to believe that Jesus is the Messiah, the Son of God, and that through this belief you may have life in his name.” (John 20, 30-31).

“Dios amó tanto al mundo que dió a su Hijo”

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
En el cuarto Evangelio y en sus cartas, el amado discípulo, San Juan, vuelve repetidamente a su audaz proclamación que “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna “ (Juan 3,15-16).
Como en los evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas, la muerte del Señor en la Cruz es la realización de este amor eterno donde San Juan retrata la escena de la sangre y el agua que fluyen del costado del amado Hijo de Dios crucificado.
Estos dos torrentes sagrados se convirtieron en las fuentes duales de una nueva vida en la Iglesia, en las aguas salvadoras del Bautismo y en el nuevo pacto a través de su sangre, cada vez que se celebra la Misa.
En su documento, Christus Vivit , a los jóvenes y al pueblo de Dios, recién publicado en la prensa el 25 de marzo en la fiesta de la Anunciación, el Papa Francisco proclama valientemente que debido a que Dios amó al mundo, “…Jesucristo está vivo, y Él quiere que estés vivo! Él es nuestra esperanza, y de una manera maravillosa trae jóvenes a nuestro mundo, y todo lo que Él toca se vuelve joven, nuevo y lleno de vida”.
En cada ocasión sagrada, cuando celebramos los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía durante la temporada de Pascua, que comenzó el domingo de Pascua y culminará en Pentecostés, 50 días después, el Señor Jesús se ocupa de salvar al mundo joven, nuevo y lleno de vida.
En el segundo y tercer domingo de esta temporada de Pascua, proclamamos las apariciones de resurrección de San Juan que revelan el plan personal y universal de salvación.
En la historia de la creación de Génesis, Dios formó al hombre y la mujer a partir de los elementos de la tierra y sopló en ellos el aliento de la vida, y nos convertimos en seres vivos. (Génesis Capítulo 2). A los apóstoles acurrucados de miedo, (Juan 20,19 en adelante) el Señor resucitado los bañó en paz y les dio el amor creativo y reconciliador del Espíritu Santo. “Como el Padre me envió, también yo os envío”. En particular, el Señor se encontró con Tomás con el espíritu indispuesto y abrumado por las dudas que habían roto la columna de su fe. Jesús lo devolvió a la vida a través del toque de sus heridas y con el sonido de su voz.
En el Evangelio del domingo pasado, Jesús se apareció a varios de los apóstoles en el mar de Galilea, adonde habían regresado a sus vidas anteriores después de la crucifixión, entre los cuales se encontraban Pedro, Tomás y Juan.
Jesús los estaba esperando en la orilla después de guiarlos a otra captura exitosa que apenas podía contener 153 en total. Este número representa el plan universal de Dios para llevar el Evangelio a todas las naciones conocidas de ese tiempo. De lo universal a lo personal, ahora fue el turno de Pedro de reconciliarse y restaurarse. (Juan 21,1 y en adelante).
Mientras se reunían alrededor del fuego para desayunar, la llama debió traer a Pedro el recuerdo de cuando negó con vehemencia que conocía a su Salvador. Entonces, era de noche. Jesús había mirado a Pedro en ese momento y recordando la predicción del Señor en la última cena, Pedro salió y lloró amargamente. Pero ahora es el amanecer de un nuevo día, y con el fuego entre ellos por segunda vez, Jesús miró a Pedro con la calidez de su amor y le preguntó tres veces: “¿Me amas?” No hubo reproche en sus palabras ni en el tono de Jesús a Pedro, a Tomás o a cualquiera de sus apóstoles por su comportamiento durante el tiempo de su sufrimiento y muerte, sino más bien un profundo deseo de devolverles la vida en su nombre para lanzar el Evangelio hasta el fin de la tierra.
El resto es historia. Pedro cumplió su destino como líder de la Iglesia primitiva, y Tomás trajo la Buena Nueva al reino de la India. Dios ama tanto al mundo que esta pregunta eterna está dirigida a cada uno de nosotros, discípulos de su hijo amado. ¿Lo amamos?
En Christus Vivit, el Papa Francisco cita las palabras poéticas de Pedro Arrupe, el legendario Superior jesuita. “ ¡Enamórate! (o déjate enamorar), porque «nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera”Este amor por Dios es posible gracias al Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos.
Escribiendo casi tres generaciones después de la muerte y resurrección de Jesús, San Juan termina su evangelio con palabras de amor perdurable, esperanza y luz para todas las personas y por siempre. “Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de Él.”(Juan 20, 30-31).

Homilia de la Misa Crismal 2019

Por Obispo Joseph Kopacz
Desde el párrafo inicial de la Exhortación postsinodal a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios, titulada Christus Vivit, leemos palabras alegres del Papa Francisco que promueven la obra del Señor en nuestro mundo moderno y que están en armonía con el evangelio proclamado en nuestra Misa Crismal.
El Papa Francisco escribe: “¡Cristo está vivo! Él es nuestra esperanza, y de una manera maravillosa trae juventud a nuestro mundo, y todo lo que toca se vuelve joven, nuevo, lleno de vida. Las primeras palabras, entonces, que me gustaría decir a cada joven cristiano (y a todo el pueblo de Dios) son estas. ¡Cristo está vivo y quiere que estés vivo! “
Las primeras palabras que Jesús escogió para hablar en su ministerio público, según San Lucas, proclaman frescura y esperanza divinas “ El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungí para proclamar buenas nuevas a los pobres. Él me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos, recuperar la vista a los ciegos, a liberar a los cautivos, y a anunciar un año de favor del Señor.” Sabemos que esta es la intención para todas las personas, de parte de Dios y del Verbo hecho carne, Jesucristo a través de sus innumerables acciones y palabras durante su ministerio público.
Recordamos las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan Capítulo 10 sobre el Buen Pastor:
“He venido para que tengas vida y la tengas en abundancia”. En la plenitud de los tiempos, la acción y las palabras del Señor Jesús alcanzaron su cumplimiento en su pasión y muerte en la Cruz, tan poderosamente proclamadas del Evangelio de Lucas en el pasado domingo de Ramos.
Las innumerables unciones con los aceites que siguieron a lo largo de la diócesis, después de bendecidos y consagrados en nuestra liturgia, tienen origen y propósito en la sangre, el agua y las palabras que brotaron del corazón de Jesús en la Cruz: el perdón a los torturadores romanos, los conspiradores judíos, para toda la multitud que estuvo abucheando, la esperanza para el ladrón arrepentido, y en última instancia, la fe y la aceptación de la voluntad de Dios.
Aunque la Iglesia y nuestra propia diócesis están conmocionadas por la crisis de abuso sexual que desestabiliza, y para algunos, destruye el precioso don de la fe en el Señor Jesús y en el Cuerpo de Creyentes que él fundó, todavía quedan muchos canales de la gracia de Dios que pueden generar un Año de Favor del Señor.
En primer lugar, el Espíritu del Señor está sobre nosotros para producir buenas noticias para todos aquellos que viven con la carga del abuso sexual, las víctimas y las familias, la libertad para las víctimas esclavizadas por ataques contra su dignidad, justicia, sanación y recuperación de la vista para los ciegos ante crímenes contra la inocencia. En nuestro tiempo, entre todas las buenas obras apremiantes de la Iglesia, esta tarea siempre está delante de nosotros.
En la última semana, el papa emérito Benedicto XVI emitió la declaración “La Iglesia y el escándalo del abuso sexual”. En la introducción él dice” Como yo mismo había servido como Pastor de la Iglesia en el momento del estallido público de la crisis, tuve que preguntarme, como emérito, qué podría aportar a un nuevo comienzo “En medio de su reflexión de 6000 palabras, Benedicto enseña “Solo la obediencia y el amor al Señor Jesucristo pueden señalar el camino”, y él pregunta, “¿qué quiere el Señor?”
“El Señor ha iniciado una narrativa de amor con nosotros y quiere sumir toda la creación en ella. La fuerza contraria al mal, que nos amenaza a nosotros y al mundo entero, en última instancia, puede consistir únicamente en nuestra entrada en este amor. Es la verdadera contrafuerza contra el mal. El poder del mal surge de nuestra negativa a amar a Dios. El que confía en el amor de Dios es redimido … “” …Todo se vuelve diferente si uno presenta a Dios, no deja a Dios en segundo plano, sino que reconoce a Dios como el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones. En Jesucristo, Dios habla con nosotros, vive con nosotros, sufre con nosotros y murió por nosotros. Si esto es solo una cuestión de palabras, corremos el riesgo de convertirnos en maestros de la fe, en lugar de ser renovados y dominados por la fe “.
Cuando amamos al Señor, abrazamos su Misión para ser la Buena Nueva, para ser un pueblo del pan y el vino, su cuerpo y sangre, de la Palabra y de los sacramentos, de los aceites de alegría, catecúmenos, enfermos, crisma para ser un pueblo de toalla y agua en servicio amoroso.
Nuestra visión católica de la vida es sacramental y llena de esperanza, para todas las personas y el sacerdote, sirve de manera única en el centro de la vida crucificada y resucitada del Señor. Pero como Benedicto afirma con elocuencia, no solo somos llamados a ser dueños de nuestra tradición de fe; El Señor exige que seamos renovados y dominados por la fe.
Todos los sacerdotes reunidos en la Misa Crismal renovaron sus votos en unión entre ellos, el obispo y con todo el pueblo de Dios para volver a comprometerse con un Año del Favor como instrumentos y canales de la presencia y promesas de Dios, para ser dominados por la fe. A través del sacramento de la ordenación, el Dios viviente los ha apartado para la obra de salvación, para ser ministros de reconciliación y embajadores de su amado Hijo, Jesucristo, haciendo presente al Señor sacramentalmente y en un servicio amoroso y fiel.
En otras palabras, el sacerdocio es un gran don en la Iglesia y en el mundo. Todos aquí les agradecen por su compromiso con el Señor y por su trabajo en la Iglesia por la salvación de todos.
También quiero agradecer a todos los demás líderes en el Cuerpo de Cristo a través de la Diócesis de Jackson, presentes aquí y en espíritu. Usted está activamente involucrado en la Buena Nueva de Jesucristo en nuestra Cancillería, en nuestras parroquias, en Caridades Católicas, en nuestras escuelas, en la atención médica y en una variedad de otros ministerios.
Quiero felicitar a sus ministerios con las palabras de la hermana Thea Bowman, Sierva de Dios, cuya vida y causa de canonización son la narrativa de amor en las palabras de Benedicto, la increíble dedicación de una generación a otra en nuestra diócesis. Hermana Thea dijo:
“Me sentí atraída a examinar y aceptar la fe católica por el testimonio cotidiano de los cristianos católicos que primero me amaron y luego compartieron conmigo su historia, sus valores, sus creencias; quien me amó primero, luego me invitó a compartir con ellos en comunidad, oración y misión. De niña no reconocí la evangelización en el trabajo en mi vida. Reconocí el amor, el servicio, la comunidad, la oración y la fe“.
Gracias por su servicio en la obra de salvación, como siervos de Dios. El viaje de Thea en el camino hacia la canonización refleja la evangelización y el servicio son la sal y la luz de nuestra generación.
Hoy y especialmente en la Pascua nos regocijamos con el Papa Francisco: Christus Vivit. De hecho, resucitado de entre los muertos, Jesucristo vive, y se aparece a muchos en cada generación cuando nosotros, sus discípulos, recibimos y vivimos la Buena Nueva.

Christ is alive and wants you to be alive

By Bishop Joseph Kopacz
(Editor’s note: In lieu of a column this week, Bishop Kopacz offers his homily from the chrism Mass.)
From the opening paragraph in the Post-Synodal Exhortation to young people and to the entire people of God, entitled Christus Vivit, we read the joyful words of Pope Francis which further the work of the Lord in our modern world and are in harmony with the Gospel just proclaimed at our annual Chrism Mass. Pope Francis writes: “Christ is alive! He is our hope, and in a wonderful way he brings youthfulness to our world, and everything he touches becomes young, new, full of life. The very first words, then, that I would like to say to every young Christian (and to the entire people of God) are these. Christ is alive and he wants you to be alive!” The very first words that Jesus chose to speak in his public ministry as recorded by Saint Luke proclaim divine freshness and hope. “The spirit of the Lord is upon me, because he has anointed me to proclaim good news to the poor. He has sent me to proclaim liberty to the captives and recovery of sight to the blind, to set captives free, to announce a year of favor from the Lord.”
We know that this is God’s intention for all people in the Word made Flesh, Jesus Christ, through his countless actions and words during his public ministry. We recall the words of Jesus from Chapter 10 in John’s Gospel in the Good Shepherd narrative:
“I have come that you may have life and have it more abundantly.”
In the fullness of time the action and words of the Lord Jesus reached their fulfillment in his life-giving passion and death on the Cross so mightily proclaimed from Luke’s Gospel on Palm Sunday two days ago. The countless anointings with the oils which will follow throughout the diocese after their blessing and consecration in our liturgy have their origin and purpose in the blood, water, and words that flowed from the heart of Jesus on the Cross: forgiveness to the Roman torturers, the Jewish conspirators, and to the jeering mob: hope to the repentant thief, and ultimately faith and acceptance of God’s will.
Although the Church and our own diocese are shaken by the sexual abuse crisis that unsettles, and for some, destroys the precious gift of faith in the Lord Jesus and in the Body of Believers that he founded, there remain many channels of God’s grace that can converge to generate a Year of Favor from the Lord. First and foremost, the Spirit of the Lord is upon us to produce good news for those living with the burden of sexual abuse, victims and families, liberty to victims enslaved by such assaults against their dignity; justice, healing and restored sight to those blinded by such crimes against innocence. Among all the pressing good works of the Church, this task is ever before us in our time.
Within the last week Emeritus Pope Benedict released a statement addressing, “The Church and the Scandal of Sexual Abuse.” In the introduction he states: Since I myself had served as Shepherd of the Church at the time of the public outbreak of the crisis, I had to ask myself, as emeritus, what I could contribute to a new beginning.” In the middle of his 6000-word reflection Benedict teaches: “Only obedience and love for the Lord Jesus Christ can point the way, and he asks, so what does the Lord want?”
“The Lord has initiated a narrative of love with us and wants to subsume all creation in it. The counterforce of evil, which threatens us and the whole world, can ultimately only consist in our entering into this love. It is the real counterforce against evil. The power of evil arises from our refusal to love God. The one who entrusts him or herself to the love of God is redeemed…”
“Everything becomes different if one presents God, not leaving God in the background, but recognizing God as the center of our thoughts, words and actions. In Jesus Christ, God speaks with us, lives with us, suffers with us, and died for us. If this is only a matter of words, we run the risk of becoming masters of faith, instead of being renewed and mastered by faith.”
When we love the Lord, we embrace his Mission to be the Good News, to be a people of the bread and wine, his body and blood, of the Word and the sacraments, of the oils of gladness, catechumens, the sick, chrism, and to be a people of the towel and water regarding loving service. Our Catholic vision of life is sacramental and hope-filled for all people and the priest uniquely stands and serves in the center of the Lord’s crucified and resurrected life. But as Benedict eloquently states, not only are we called to be masters of our tradition of faith; the Lord demands that we are being renewed and mastered by faith. Shortly, all the priests gathered today will renew their vows in union with one another, the bishop, and the people of God to recommit themselves to a Year of Favor as instruments and channels of God’s presence and promises, to be mastered by faith.
Through the sacrament of ordination, the living God has set them apart for the work of salvation, to be ministers of reconciliation and ambassadors for his beloved Son, Jesus Christ, making the Lord present sacramentally and in faithful loving service. In other words, the priesthood is a great gift in the Church and in the world. Everyone here thanks you for your commitment to the Lord and for your work in the Church for the salvation of all. (Applause)
Before the renewal of priestly vows, I also want to thank all other leadership in the Body of Christ throughout the Diocese of Jackson, present and here in spirit. You are actively engaged in the Good News of Jesus Christ in our Chancery, in our parishes, at Catholic Charities, in our schools, in health care and in a variety of other ministries. I want to commend your ministries with the words of Sister Thea Bowman, Servant of God, whose life and cause for canonization are the narrative of love in the words of Benedict, the incredible dedication from one generation to the next in our diocese. Sister Thea:
“I was drawn to examine and accept the Catholic faith because of the day-to-day lived witness of Catholic Christians who first loved me, then shared with me their story, their values, their beliefs; who first loved me, then invited me to share with them in community, prayer and mission. As a child I did not recognize evangelization at work in my life. I did recognize love, service, community, prayer and faith.”
Thank you for your service in the work of salvation, as servants of God. Thea’s journey on the road to canonization reflects the evangelization and service that are the salt and light of our generation. Today and especially at Easter we rejoice with Pope Francis: Christus Vivit. Indeed, raised from the dead, Jesus Christ does live, and he appears to many in every generation when we, his disciples, receive and live the Good News.

Reconciling love of God breaks through on Holy Week

By Bishop Joseph Kopacz
As Holy Week commences, we relive the biblical divine drama each year when the light shines in the darkness and the passion, death and resurrection of the Son of God scatters the darkness of sin and death and all its shadows. The Gospel of Luke set the stage on the First Sunday of Lent when the tempter, the enemy, waged an all-out campaign against God’s beloved, he whose identity was revealed at his Baptism, who endured hunger and solitude for 40 days, and who confirmed his full humanity and divinity in the face of potentially ruinous temptations.

Bishop Joseph R. Kopacz

In that moment, Saint Luke alerts us to remain vigilant, because although vanquished, the tempter lurks and awaits another opportunity. The enemy returns in the encounter we know as the Agony in the Garden of Gethsemane when the full force of the impending crucifixion assails Jesus. Fully human and fully divine, an inexhaustible mystery, Jesus of Nazareth sweats drops of blood and is tempted to seek another way, but in the fullness of his communion with the Father, he accepted the divine will.
From the blood splattered ground Jesus arose to walk purposely into the passion which he foretold on several occasions during his pubic ministry. He moved with the same resolve, impelled by the same Holy Spirit who drove him into his public ministry following the desert combat. For Catholics and for many Christians the divine action of salvation is compressed into the proclamation of the passion on Palm Sunday weekend. Most do not partake of the Triduum during Holy Week, but the faith-filled commemoration of the passion and death of the Lord prepares the faithful to celebrate his resurrection on Easter, and to renew the promises of Baptism.
This weekend ahead, when the passion narrative from Luke’s Gospel takes root and remains alive in our hearts and minds, and when the palm is prominent in the home as a blessed reminder of whom we adore, then Jesus Christ will be alive wherever we are.
The world needs to hear the compassionate and reconciling words of the Lord from the Cross from Luke’s passion account, poured out with his precious blood. To those who crucified Jesus we hear, “Father, forgive them for they know not what they do.” Likewise, with the repentant thief we are remembered by God, now and forever. “From this day forward, you are with me in paradise.” At the moment of death, Jesus seals his sacrifice on the Cross with these words to his beloved Father. “Into your hands I commend my spirit.” Ultimate faith and hope in eternal life and renewal in forgiveness, are the way forward in Holy Week and the royal road for a lifetime.
In the Church and in society the Lord wants to pour out his reconciling love upon, the violent, the hardened of heart, the repentant, and those approaching death. This eternal love of God is evident during the passion and from the Cross, and in all of the resurrection appearances. “In the tender compassion of our God the dawn from on high breaks upon to shine on those who dwell in darkness and the shadow of death and to guide our feet in the way of peace.” (Luke 1,78-79)
It is only the crucified love of the Lord that can scatter the darkness in the Church from the scandal of sexual abuse, the lust for religious power, the suffering of the victims, and the brokenness in families and Church communities. Just like the apostles huddled in fear in the Gospel of John in the vacuum between the crucifixion and resurrection, the Lord appears to us to show us his wounds, to forgive our sins, to grant us peace, to breathe into us the Holy Spirit of God, and to renew us in our mission to make disciples of all the nations.
Many are scattered in our time because of the scandals, as were the apostles of the Lord after the scandal of the Cross, mired in fear, anger, doubt, shame and grief, but the crucified and risen Lord is with us always to rebuild and restore his Church for her sacred mission so that even the gates of hell will not prevail before the divine presence. The seeds of healing and hope are already growing and flowering, and the oils of salvation are will be flowing at the Easter Vigil and throughout the year. May the precious blood and life-giving words of the Lord from the Cross, followed by his Holy Spirit, raise us up, grant us peace, and make us busy about the Lord’s work in our families, communities of faith, and in our society.
“Hosanna in the Highest! Blessed is the one who comes in the name of the Lord, Hosanna in the Highest!”

Semana Santa: Fe. Esperanza. Perdon

Por Obispo Joseph Kopacz
Cuando comienza la Semana Santa, revivimos cada año el drama bíblico divino de la luz brillando en la oscuridad y donde la pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios dispersan la oscuridad del pecado, la muerte y todas sus sombras.
El Evangelio de Lucas, el primer domingo de Cuaresma, preparó el escenario cuando el tentador, el enemigo, emprendió una campaña total contra el amado de Dios, cuya identidad fue revelada en su Bautismo; en contra de aquel que soportó el hambre y la soledad durante 40 días, y quien confirmó su plena humanidad y divinidad frente a las tentaciones potencialmente ruinosas.

Obispo Joseph R. Kopacz


En ese momento, San Lucas nos alerta a permanecer vigilantes porque, aún vencido, el tentador se esconde y espera otra oportunidad. El enemigo regresa al encuentro con toda fuerza, en lo que conocemos como la Agonía en el Jardín de Getsemaní, para impedir la inminente crucifixión y asalta a Jesús.
Completamente humano y completamente divino, un misterio inagotable, Jesús de Nazaret suda gotas de sangre y es tentado a buscar otro camino, pero en la totalidad de su comunión con el Padre, Jesús aceptó la voluntad divina.
Sobre el terreno salpicado de sangre, se levantó Jesús, para caminar deliberadamente hacia la pasión que había predicho en varias ocasiones durante todo su ministerio púbico. Se movió con la misma resolución, impulsado por el mismo Espíritu Santo que lo llevó a su ministerio público después del combate en el desierto.
Para los católicos y para muchos cristianos, la acción divina de la salvación se resume en la proclamación de la pasión hecha el fin de semana del Domingo de Ramos.
La mayoría no participa del Triduo durante la Semana Santa, pero la conmemoración de la pasión y muerte del Señor, llena de fe, prepara a los fieles a celebrar su resurrección en la Pascua y a renovar las promesas del Bautismo.
Este fin de semana se acerca, y es cuando la narración de la pasión del Evangelio de Lucas echa raíces para que permanezca viva en nuestros corazones y mentes; es cuando la palma ocupa un lugar importante en el hogar, como un recordatorio bendito de aquel a quién adoramos; y es cuando Jesucristo estará vivo dondequiera que estemos.
El mundo necesita escuchar las palabras compasivas y reconciliadoras del Señor desde la Cruz, en la historia de la pasión narrada por Lucas, palabras dichas a los que crucificaron a Jesús, derramadas como su sangre preciosa, y donde escuchamos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Asimismo, como el ladrón arrepentido, somos recordados por Dios, ahora y por siempre. “Te aseguro, que hoy estarás conmigo en el paraíso”. En el momento de la muerte, Jesús sella su sacrificio en la Cruz con estas palabras a su amado Padre. “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
La fe y la esperanza supremas en la vida eterna y la renovación por el perdón son el camino a seguir en la Semana Santa y el camino real para toda la vida.
En la Iglesia y en la sociedad, el Señor quiere derramar su amor reconciliador al violento, al del corazón endurecido, al arrepentido y a los que se acercan a la muerte.
Este amor eterno de Dios es evidente durante la pasión y desde la Cruz, y en todas las apariciones después de la resurrección. “Porque nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad, y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz”. (Luke 1,78-79)
Es solo el amor crucificado del Señor que puede dispersar la oscuridad en la Iglesia, por el escándalo del abuso sexual, la lujuria por el poder religioso, el sufrimiento de las víctimas y el quebrantamiento de las familias y las comunidades de la Iglesia.

Así como los apóstoles se recogieron temerosos, según el Evangelio de Juan, en el vacío entre la crucifixión y la resurrección, el Señor se nos aparece para mostrarnos sus heridas, para perdonar nuestros pecados, para darnos paz, para exhalar en nosotros el Espíritu Santo de Dios, y para renovarnos en nuestra misión de hacer discípulos en todas las naciones.
Muchos, en nuestro tiempo, están dispersos a causa de los escándalos, así como lo estuvieron los apóstoles del Señor después del escándalo de la Cruz, sumidos en el miedo, la ira, la duda, la vergüenza y el dolor, pero el Señor crucificado y resucitado está siempre con nosotros para reconstruir y restaurar a su Iglesia para su misión sagrada, para que incluso las puertas del infierno no prevalezcan ante la presencia divina.
Las semillas de la sanación y la esperanza ya están creciendo y floreciendo, y los aceites de la salvación fluirán en la Vigilia Pascual y durante todo el año.
Que la sangre preciosa y las palabras de vida del Señor desde la Cruz, acompañadas por su Espíritu Santo, nos levanten, nos concedan paz y nos hagan realizar la obra del Señor en nuestras familias, comunidades de fe y en nuestra sociedad.
“¡Hosanna en las alturas!
¡Bienaventurado el que viene en nombre del Señor!,
¡Hosanna en las alturas!

Los antiguos santos ofrecen orientación, esperanza durante las pruebas modernas

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
De muchas y variadas formas, invocamos las intercesiones de los santos en nuestra oración, con una devoción singular a través de María, la madre de nuestro Señor Jesucristo.
A principios de esta semana publicamos los nombres de sacerdotes, hermanos religiosos y diáconos que fueron acusados creíblemente de abuso sexual de menores. Al mismo tiempo, tres santos especiales, faros de esperanza para nuestros tiempos difíciles, convergieron en nuestro calendario litúrgico: San Patricio (17 de marzo), San Cirilo de Jerusalén (18 de marzo) y San José (19 de marzo).
San José es el santo patrón de la Iglesia Universal debido a su singular vocación en el plan de salvación de Dios como el esposo de María y el padre adoptivo de Jesús. San Juan Pablo II, hace casi 30 años, el 15 de agosto de 1989, bendijo a la iglesia universal en su Exhortación apostólica, Redemptoris Custos, un documento sobre San José como el Guardián del Redentor.
Elegimos su fiesta, el 19 de marzo, para divulgar los nombres de los clérigos acusados creíblemente del abuso sexual de menores con la intención especial de que este guardián del Redentor y patrón de la Iglesia Universal pueda renovarnos en nuestro cuidado por los miembros de la Iglesia, la familia de Dios, el Cuerpo de Cristo.
En las palabras y pensamiento de san Juan Pablo II leemos. “San José fue llamado por Dios para servir a la persona y la misión de Jesús directamente a través del ejercicio de su paternidad. Es precisamente de esta manera que, como enseña la liturgia de la Iglesia, cooperó en la plenitud del tiempo en el gran misterio de la salvación y es verdaderamente un ‘ministro de la salvación’. Su paternidad se expresa concretamente en haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora relacionada con él”.
Debajo de esta luz, oramos para que todos los ordenados para el servicio en la iglesia puedan dedicar sus vidas como un sacrificio al misterio de la Encarnación, la Palabra hecha carne, el Redentor. San José, ora pro nobis.
El 18 de marzo celebramos la fiesta de San Cirilo de Jerusalén, no muy conocida en la corte celestial canonizada, pero a quien la tradición conoce como un gran evangelizador y catequista. Le confiamos a todos los catecúmenos y candidatos que buscan estar en plena comunión con la Iglesia Católica.
En el primer domingo de Cuaresma en todo el mundo católico, la Iglesia Universal en el Rito de la Elección convocó por nombre a aquellos que se encuentran en este viaje hacia la plena comunión en la Vigilia Pascual.
La alegría y la esperanza resonaron en toda la iglesia de San Francisco de Asís en Madison hace dos semanas cuando se proclamaron los nombres de los elegidos y los candidatos. Por otro lado, a principios de esta semana publicamos los nombres de todos los clérigos acusados de manera creíble que prestaron servicios en la Diócesis de Jackson desde 1924.
Por supuesto, esta lista evoca una serie de sentimientos negativos en su mayor parte. Sin embargo, no exclusivamente, porque muchos experimentan una sensación de alivio y oran para que comience un nuevo día que permitirá a la Iglesia avanzar en la verdad y la esperanza.
Esta no es una acción punitiva por parte de la Iglesia contra aquellos que han ofendido. Más bien, la declaración pública se hace por el bien de la transparencia, el restablecimiento de la confianza y especialmente para la curación de las víctimas, sus familias y la iglesia. San Cirilo de Jerusalén, ora pro nobis.
El 17 de marzo, la Iglesia Universal no pudo celebrar la fiesta de San Patricio porque aterrizó el segundo domingo de Cuaresma. (Sin embargo, para el desfile y los devotos de la fiesta, el sábado 16 estuvo bien.) Todos los alborotos y las festividades, una excelente manera de marcar la transición del invierno a la primavera en el hemisferio norte, pueden eclipsar fácilmente a los asombrosos espirituales y terrenales. Logros vinculados de este gran santo.
No hay suficiente espacio en un periódico, y mucho menos en una columna para registrarlos todos, pero uno en particular es sobresaliente, ya que la Iglesia Católica se esfuerza por reconciliar las heridas y superar el escándalo de los problemas de abuso sexual.
Durante la vida de San Patricio, la era cristiana naciente en Irlanda erradicó el comercio bárbaro de la trata de personas de los celtas paganos. Desarrollaron el mismo sistema de destrucción humana que impulsó el comercio de esclavos de África, que ahora se presenta en el Museo de Derechos Civiles de Mississippi.
La Iglesia, especialmente en las últimas décadas, se ha comprometido a erradicar el flagelo del abuso sexual, y hasta la fecha la marea está cambiando. Con San Patricio como nuestra guía, podemos redoblar nuestros esfuerzos para erradicar el pecado bárbaro del abuso sexual.
San Patricio, ora, pro nobis.
Aunque los lamentos marcan todos los rincones de esta edición del periódico Mississippi Catholic, las semillas de la verdad, la compasión, la justicia y la sanación ya están plantadas y traen una nueva primavera a toda nuestra diócesis.
Que el llamado del Señor para la conversión no caiga en oídos sordos durante este tiempo de Cuaresma, ahora y siempre.