Yo Soy la Resurreción y la Vida

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
“Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.” (1 Juan 3:2-3)

La Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos a principios de noviembre nos llevan al umbral de la vida eterna que anunciamos en cada Misa en el Credo de Nicea en el Día del Señor. “Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén.”

A lo largo de este mes, cada pasaje del Evangelio de San Lucas nos inspira a ver más allá de este mundo hacia nuestro destino en el cielo. El domingo pasado los saduceos que creían en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero que no creían en la vida después de la muerte, le presentaron a Jesús una situación que era un intento de hacerlo tropezar.

Obispo Joseph R. Kopacz

Usando la Ley Mosaica que requería que un hermano se casara con la viuda de su hermano fallecido si no tenían hijos, inventaron un ridículo escenario en el que siete hermanos se casaban con la mujer. “Pues bien, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, si los siete estuvieron casados con ella? (Lucas 20:33) le preguntaron al Señor, probablemente sonriendo, pensando que habían dado jaque mate.

La respuesta del Señor no solo fue brillante, sino que también fue una invitación a los saduceos para ampliar su comprensión de quién es Dios y quiénes somos nosotros como hijos de Dios, “…pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, porque ya no pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado. Hasta el mismo Moisés, en el pasaje de la zarza que ardía, nos hace saber que los muertos resucitan. Allí dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¡Y él no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!” (Lucas 20:35-38)

En este fin de semana que se avecina, Jesús les asegura a sus discípulos que, en medio de los trastornos y sufrimientos mundanos, “¡Manténganse firmes, para poder salvarse!” (Lucas 21:19)

En la Solemnidad de Cristo Rey, el último domingo del año eclesiástico, la promesa de vida eterna se despliega desde la Cruz cuando Jesús responde al ladrón arrepentido. “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23:43)

En el Evangelio de Lucas estas son las palabras finales de la existencia terrenal de Jesús dirigidas a otra persona. Todo lo que quedó fue el evento trascendental de la resurrección, cumpliendo las palabras del Señor habladas a Marta con ocasión de la muerte de su hermano Lázaro. “Jesús le dijo entonces: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Ella le dijo: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.” (Juan 11:25-27)

¿Cree usted esto? ¿Cuán dichosa es la persona que puede decir sí al Señor con la convicción de Marta? Esta es la primera obra que agrada a Dios. “La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha enviado. (Juan 6:29)

Durante noviembre tenemos una perspectiva única para considerar la promesa de la vida eterna a través de las palabras y acciones de Jesús. “…aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar.”

¿Fue dejado atrás el ladrón impenitente, juzgado indigno? Ahora somos hijos de Dios, pero ¿nos mantenemos puros como Dios es puro?

¿Nuestras elecciones tienen suficiente seriedad como hijos de Dios? ¿Nuestra libertad de amar refleja la mente y la misericordia del Señor crucificado?

Estas son solo algunas de las preguntas que surgen de la Palabra de Dios durante este mes de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Incluso cuando la oscuridad se profundiza con cada día que pasa, la Luz del Mundo siempre nos está sacando de la oscuridad hacia su propia luz maravillosa.