By Bishop Joseph Kopacz
La diócesis acaba de finalizar las sesiones de escucha, 17 en total, un proceso que le brindó a muchos la oportunidad de reunirse, reflexionar, debatir y compartir su gratitud, aspiraciones, preocupaciones específicas y metas a seguir. Para mí fue una bendición participar en forma de apoyo, aunque moderada, lo que le permitió a cada uno la oportunidad de hablar y escucharse mutuamente. En las sesiones los participantes escucharon su propio corazón y mente, seguido de una discusión con los integrantes de la mesa.
El último paso del proceso será el compartir con un grupo más grande, de unos 50 a 150, dependiendo del lugar donde se realicen las sessiones. Los comentarios fueron sinceros, respetuosos y llenos de esperanza para la vida de la diócesis, el Cuerpo de Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo, para la gloria de Dios.
Cuando nos detenemos a reflexionar sobre el ritmo diario y los patrones de nuestras vidas hay un sinfín de oportunidades para tener una sesión de escucha. Conversaciones con miembros de la familia, las inspiraciones de nuestros propios corazones, nuestras conversaciones con Dios en la oración, el escuchar los sonidos de la naturaleza con la llegada de la primavera, más evidente en las primeras horas de la mañana con los sonidos de las aves. Si sólo tuviéramos ojos para ver, y oídos para oír, como Jesús animó a sus discípulos. Todos hemos oído el viejo adagio que dice que Dios nos creó con dos oídos y una boca para que podamos escuchar dos veces más de lo que hablamos. Esto no es fácil de lograr cuando estamos en un modo de hablar compulsivo.
Podemos aplicar esto a la oración, nuestras conversaciones con Dios, recordando las obras de Jesús a sus discípulos en el Sermón de la Montaña en el evangelio de san Mateo. Al orar, no repitas palabras inútiles como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto mas hablen mas caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo piden. Ustedes deben orar así: Nuestro Padre . . . (Mateo 6:7-9).
La oración del Señor es tan substancial, tan sucinta, y las palabras son las de Jesús que es el camino, la verdad y la vida. Hablar y escuchar tranquilamente con el fin de discernir y actuar con mayor confianza son los distintivos de nuestra conversación con Dios. Recuerda, Dios nos dio dos oídos para escuchar sus palabras y ponerlas en práctica.
Esto también se aplica para la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, durante el tiempo de Cuaresma. Cada vez que se proclame la Palabra de Dios durante la misa en el día del Señor se pretende que sea una sesión de escucha. Los evangelios durante esta temporada de nueva vida están llenos con las palabras, la sabiduría y la compasión de Cristo Jesús. En el hostil encuentro entre Jesús y el diablo en el primer domingo de Cuaresma escuchamos: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, y, deberás rendir culto al Señor, tu Dios, y, a él solo servirás, y no deberás poner al Señor tu Dios a prueba.
Nuestra oración y ayuno durante estos 40 días nos invitan a agudizar nuestra conciencia acerca de los ídolos inútiles de esta vida cuando se comparan con el inestimable valor de la misericordia de Dios en Jesucristo.
En el segundo domingo de Cuaresma proclamamos el momento místico en el Monte Tabor, donde Jesús se transfiguró delante de los ojos de Pedro, Jacobo y Juan con Moisés y Elías, atrapados en la visión. La ley y los profetas, los pilares del camino de la salvación de Israel, ahora se cumplen en Jesús.
¿Y que es lo más importante de todo esto? Las palabras estampadas en la memoria de Pedro, Santiago y Juan fueron dadas a la Iglesia para todos los tiempos. Este es mi Hijo amado, escúchenlo. (Lucas 9:35).
Qué sesión de escucha fue esa para los tres apóstoles que tuvieron el privilegio de vislumbrar el misterio del plan de Dios para la salvación del mundo. En su segunda carta en el Nuevo Testamento, Pedro habla de la gracia de estar atentos, de escuchar lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. “Nosotros mismos escuchamos aquella voz que venía del cielo, pues estábamos con él en el monte sagrado. Además, poseemos el mensaje profético que es totalmente fiable. Ustedes hará bien en estar atentos a el, pues ese mensaje es como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana salga para alumbrarles el corazón,” (2 Pedro 1:18-19).
Escuchar la Palabra de Dios, estar atento a ella, y ponerla en práctica es el alba de la nueva vida cotidiana. Durante este jubileo de misericordia recordamos que las misericordias del Señor nunca se agotan, que se renuevan cada día.
El evangelio del domingo pasado nos asegura que el amor del Señor por nosotros es eterno, trabajando en el terreno de nuestras vidas, insistiendo en que nos arrepentamos y creamos en el evangelio para que su amor misericordioso renueve la faz de la tierra.
Como individuos, familias, comunidades parroquiales y diócesis, que el Señor abra nuestros oídos para oír sus palabras, y nuestra boca para proclamar sus alabanzas, y nuestra voluntad para ponerlas en práctica.
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La Pascua, un poco más personal este año
Por Obispo Joseph Kopacz
La pasión de Jesús de Nazareno, hijo de María, e hijo de Dios, culmina en la resurrección de Jesucristo en la mañana de Pascua. La fe pascual es siempre profundamente personal, así como una celebración de la Iglesia y la familia con la renovación de nuestros votos bautismales, una combinación de la renuncia al pecado y la profesión de fe en el Dios vivo, a quien conocemos como Padre, Hijo y Espíritu Santo. A lo largo de la Cuaresma nos hemos estado preparando para celebrar la Pascua del Señor a través de la oración, el ayuno y la limosna, y ahora llegamos al borde del desierto y miramos con anhelo hacia la tierra prometida del amor eterno.
Estamos en la cúspide de la Semana Santa con la conmemoración de la pasión del Señor el fin de semana del Domingo de Ramos. Las lecturas de la liturgia y el Evangelio terminan en la muerte del Señor mientras nos invitan a tener fe en su resurrección. La Misa de la Cena del Señor, la inmersión en su muerte el Viernes Santo y la Vigilia Pascual son una peregrinación de fe para toda la Iglesia en todo el mundo para que conozcamos la longitud y respiración, la altura y la profundidad del amor de Dios por nosotros en Cristo Jesús.
La fe en la Semana Santa y la Pascua es aún más personal este año en la Diócesis de Jackson a causa de la muerte de Monseñor William Houck, el noveno obispo de la diócesis. Nuestro querido obispo emérito murió en la mañana del miércoles 9 de marzo y fue enterrado el jueves 17 de marzo en la parcela de obispos al lado de la catedral.
Durante esta semana pasada celebramos con cariño su fallecimiento con la Liturgia de Aceptación de su cuerpo en la Catedral el martes, los ritos de la Vigilia el miércoles en la noche y la Misa de Cristiana Sepultura el jueves por la tarde. Muchas personas aprovecharon la oportunidad para presentar sus respetos mientras su cuerpo yacía cerca del santuario donde celebraba los sagrados misterios desde su llegada a la diócesis en 1979.
El Obispo Houck iba a cumplir 90 años en junio. Dedicó 65 años de su vida al sacerdocio, 37 de ellos como obispo. Hubo tres capítulos en su ministerio episcopal en nuestro medio. Se desempeñó como obispo auxiliar de Monseñor Joseph Brunini durante varios años (1979-1983), antes de servir como el noveno ordinario de la diócesis de 1983 al 2002 y, por último, como obispo emérito desde el 2002 hasta su reciente fallecimiento. El Señor lo bendijo con muchos años activos en su ministerio, más de la mitad como obispo, y ha bendecido a muchas personas a través de su vida como ordenado y consagrado para servir fielmente.
En la muerte un discípulo del Señor es confiado a Dios desde el corazón de la Iglesia, sea él o ella un recién bautizado o uno que vive cerca de 90 años. Igual dignidad es concedida a todos y la Palabra de Dios, la oración a lo largo de la liturgia y la Eucaristía, el Pan de los Ángeles y el Pan de la Vida, todos proclaman nuestra esperanza en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos y la promesa de la vida eterna.
Nuestra oración siempre y en todas partes también busca consuelo, fortaleza y paz para la familia y los amigos que lloran la pérdida de un ser querido. Inmediatamente al comienzo de la Misa de Cristiana Sepultura proclamamos nuestra fe pascual. “En las aguas del Bautismo, William murió con Cristo y subió con él. Que ahora comparta la gloria eterna”. Esta es nuestra esperanza, y este es el corazón de nuestra fe que celebramos durante la Semana Santa que se acerca.
En este momento oremos fielmente por el Obispo William Houck confiando su vida en la misericordia de Dios, y oremos por su familia que sufren por su fallecimiento. Además, no perdamos la oportunidad de su muerte al comienzo de la Semana Santa para renovar nuestra fe, esperanza y amor en Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos.
La renovación de nuestras promesas bautismales nos esperan durante las Misas de Pascua. Concluyo esta columna con el diálogo entre el sacerdote y el pueblo para la renovación de nuestro pacto con Dios, iniciado en el bautismo.
• ¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
• ¿Renuncian a la tentación del mal, para que ese pecado no tenga dominio sobre ustedes?
• ¿Renuncian a Satanás, el autor y príncipe del pecado?
• ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?
• ¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de la Virgen María, padeció y fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la diestra del Padre?
• ¿Creen en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna?
Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia. Nos gloriamos de profesarla en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Practicando el arte cuaresmal de escuchar
By Bishop Joseph Kopacz
La diócesis está finalizando las sesiones de escucha, 17 en total, un proceso que le está brindando a muchos la oportunidad de reunirse, reflexionar, debatir y compartir su gratitud, aspiraciones, preocupaciones específicas y metas a seguir. Para mí ha sido una bendición participar en forma de apoyo, aunque moderada, lo que le ha permitido a cada uno la oportunidad de hablar y escuchar al otro. En las sesiones los participantes están escuchando su propio corazón y mente, seguido de una discusión con los integrantes de la mesa.
El último paso del proceso es compartir con un grupo más grande, de unos 50 a 150, dependiendo del lugar. Los comentarios han sido sinceros, respetuosos y llenos de esperanza para la vida de la diócesis, el Cuerpo de Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo, para la gloria de Dios.
Cuando nos detenemos a reflexionar sobre el ritmo diario y los patrones de nuestras vidas hay un sinfín de oportunidades para tener una sesión de escucha. Conversaciones con miembros de la familia, las inspiraciones de nuestros propios corazones, nuestras conversaciones con Dios en la oración, el escuchar los sonidos de la naturaleza con la llegada de la primavera, más evidente en las primeras horas de la mañana con los sonidos de las aves. Si sólo tuviéramos ojos para ver, y oídos para oír, como Jesús animó a sus discípulos. Todos hemos oído el viejo adagio que dice que Dios nos creó con dos oídos y una boca para que podamos escuchar dos veces más de lo que hablmos. Esto no es fácil de lograr cuando estamos en un modo de hablar compulsivo.
Podemos aplicar esto a la oración, nuestras conversaciones con Dios, recordando las obras de Jesús a sus discípulos en el Sermón de la montaña en el evangelio de san Mateo. Al orar, no repitas palabras inútiles como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto mas hablen mas caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo piden. Ustedes deben orar así: Nuestro Padre . . . (Mateo 6:7-9).
La oración del Señor es tan substancial, tan sucinta, y las palabras son las de Jesús que es el camino, la verdad y la vida. Hablar y escuchar tranquilamente con el fin de discernir y actuar con mayor confianza son los distintivos de nuestra conversación con Dios. Recuerda, Dios nos dio dos oídos para escuchar sus palabras y ponerlas en práctica.
Esto también se aplica para la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, durante el tiempo de Cuaresma. Cada vez que se proclame la Palabra de Dios durante la misa en el día del Señor se pretende que sea una sesión de escucha. Los evangelios durante esta temporada de nueva vida están repletos con las palabras, la sabiduría y la compasión de Cristo Jesús. En el hostil encuentro entre Jesús y el diablo en el primer domingo de Cuaresma escuchamos: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, y, deberás rendir culto al Señor, tu Dios, y, a él solo servirás, y no deberás poner al Señor tu Dios a prueba.
Nuestra oración y ayuno durante estos 40 días nos invitan a agudizar nuestra conciencia acerca de los ídolos inútiles de esta vida cuando se comparan con el inestimable valor de la misericordia de Dios en Jesucristo.
En el segundo domingo de Cuaresma proclamamos el momento místico en el Monte Tabor, donde Jesús se transfiguró delante de los ojos de Pedro, Jacobo y Juan con Moisés y Elías, atrapados en la visión. La ley y los profetas, los pilares del camino de la salvación de Israel, ahora se cumplen en Jesús.
¿Y lo que es más importante de todo esto? Las palabras estampadas en la memoria de Pedro, Santiago y Juan fueron dados a la Iglesia para todos los tiempos. Este es mi Hijo amado, escúchenlo. (Lucas 9:35).
Qué sesión de escucha fue esa para los tres apóstoles que tuvieron el privilegio de vislumbrar el misterio del plan de Dios para la salvación del mundo. En su segunda carta en el Nuevo Testamento, Pedro habla de la gracia de estar atentos, de escuchar lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Nosotros mismos escuchamos aquella voz que venía del cielo, pues estábamos con él en el monte sagrado. Además, poseemos el mensaje profético que es totalmente fiable. Ustedes hará bien en estar atentos a el, pues ese mensaje es como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana salga para alumbrarles el corazón,” (2Pedro 1:18-19).
Escuchar la Palabra de Dios, estar atento a ella, y ponerla en práctica es el alba de la nueva vida cotidiana. Durante este jubileo de misericordia recordamos que las misericordias del Señor nunca se agotan, que se renuevan cada día.
El evangelio del domingo pasado nos asegura que el amor del Señor por nosotros es eterno, trabajando en el terreno de nuestras vidas, insistiendo en que nos arrepentamos y creamos en el evangelio para que su amor misericordioso renueve la faz de la tierra.
Como individuos, familias, comunidades parroquiales y diócesis, que el Señor abra nuestros oídos para oír sus palabras, y nuestra boca para proclamar sus alabanzas, y nuestra voluntad para ponerlas en práctica.
Practicing Lenten art of listening
By Bishop Joseph Kopacz
The diocese is in the homestretch of the listening sessions, 17 in all, a process that is providing the opportunity for many to gather, reflect, discuss and share their gratitude, aspirations and specific concerns and goals going forward. For me it has been a blessing to participate in a supportive, yet subdued manner, that allows everyone the opportunity to speak, and to listen to one another. Listening is occurring across the sessions as each participants listens to their own heart and mind, followed by discussion at table. The final step in the process is the sharing with the larger group, anywhere from 50 to 150, depending on the location. The input has been candid, respectful and hopeful for the life of the diocese, the Body of Christ, under the guidance of the Holy Spirit, for the glory of God.
When we pause to reflect upon the daily rhythm and patterns of our lives there are boundless opportunities to have a listening session. Conversations with family members, the promptings of our own hearts, conversations with God in prayer, listening to the sounds of nature with Spring’s arrival, most evident in the early morning sounds of the birds.
If only we have eyes to see, and ears to hear, as Jesus encouraged his disciples. We have all heard the old adage that God created us with two ears and one mouth in order that we might do twice as much listening as speaking. This is not easy to accomplish when we are in a compulsive talking mode.
We can apply this to prayer, our conversations with God, by recalling the works of Jesus to his disciples during the Sermon on the Mount in Matthew’s Gospel. “When praying, do not babble like the pagans, who think they will be heard because of their many words. Do not be like them. Your Father knows what you need before you ask him. This is how you are to pray: Our Father …”(Matthew 6,7-9). The Lord’s prayer is so substantial, yet so succinct, and the words are those of Jesus who is the way, the truth and the life. Speaking and quiet listening in order to discern and to act with greater confidence, are the hallmarks of our conversations with God. Remember, God gave us two ears for the sake of hearing his words and putting them into practice.
This is also true for the Church, the Body of Christ, during the season of Lent. It is intended to be a listening session each time the Word of God is proclaimed at Mass on the Lord’s day, and the gospels throughout this season of new life are replete with the words, wisdom and compassion of Jesus Christ. In the hostile encounter between Jesus and the devil on the first Sunday of Lent we hear: Man does not live by bread alone, but by every word that comes from the mouth of God, And, you shall worship the Lord, your God, and him alone shall you serve, And, You shall not put the Lord your God to the test. Our prayer and fasting during these forty days beckon us to sharpen our awareness about the useless idols of this life when compared to the inestimable worth of the mercy of God in Jesus Christ.
On the second Sunday in Lent we proclaimed the mystical moment on Mount Tabor where Jesus was transfigured before the eyes of Peter, James and John with Moses and Elijah caught up in the vision. The law and the prophets, the pillars of the Israel’s journey of salvation, are now fulfilled in Jesus. And what is most important about all of this? The words emblazoned in the memories of Peter, James, and John are given to the Church for all time. “This is my beloved Son, listen to Him” (Luke 9,35). What a listening session that was for the three apostles who were privileged to glimpse the mystery of God’s plan for the salvation of the world. In his second letter later on in the New Testament, Peter speaks of the grace to be attentive, to listen to what God is doing in our lives. We ourselves heard his voice come from heaven while we were with him on the holy mountain. Moreover, we possess the prophetic message which is altogether reliable. “You will do well to be attentive to it, as to a lamp shining in a dark place, until day dawns and the morning star rises in our hearts” (2Peter 1, 18-19).
Hearing God’s Word, being attentive to it, and putting it into practice is the dawn of new life every day. During this Jubilee Year of Mercy we recall that the mercies of the Lord are never exhausted, they are renewed each day. Last Sunday’s gospel assures us that the Lord’s love for us is eternal, at work in the soil of our lives, insisting that we repent and believe in the Gospel so that his merciful love will renew the face of the earth. As individuals, families, parish communities, and diocese, may the Lord open our ears to hear his words, and our mouths to proclaim his praises, and our wills to put them into practice.
La peregrinación como un camino de conversión
Por Bishop Joseph Kopacz
La peregrinación es una dimensión esencial a través de todo el Jubileo de la Misericordia. Nuestra Catedral de San Pedro Apóstol, junto con un grupo de iglesias en todo el territorio de la Diócesis de Jackson, son una constante invitación a los fieles a hacer una peregrinación al corazón de la misericordia de Dios.
¿Qué es tan especial acerca de una peregrinación? No sorprendentemente, la peregrinación ha existido en todos los tiempos y en la mayoría de las religiones y culturas en todas partes. El pueblo de Israel viajó al templo en Jerusalén. Los musulmanes hacen peregrinaciones a La Meca. Los hindúes viajan al Río Ganges, entre otros lugares sagrados. Los budistas viajan de un lugar a otro para recibir la misericordia del Gautama Buda.
La peregrinación es un símbolo importante para los cristianos. Como un miembro del pueblo de Dios, el cristiano está en la carretera. La peregrinación es el símbolo del camino del pueblo de Dios a lo largo de los siglos, y el modo de vida cristiano puede compararse a una peregrinación. Por lo tanto, uno puede hablar de los cristianos como estar en peregrinación.
La Iglesia Católica siempre ha honrado el viaje del peregrino. Un famoso símbolo de peregrinación es el laberinto de Chartres, en Francia, cuya catedral fue construida alrededor de 1230. La Edad Media fue una época de peregrinación, pero ya que no fue posible establecer fuera de Jerusalén, ellos en lugar fueron a catedrales como Chartres, donde podían hacer el camino espiritual siguiendo la ruta del peregrino en el laberinto.
Pueden haber muchas razones para realizar una peregrinación: para fortalecer la fe, para orar, para hacer penitencia, para pedir por el perdón del pecado, para rogar por un favor, para pedir por la sanación física o mental, o para pensar sobre las grandes cuestiones de la vida. Incluso si existen tales razones personales el peregrino siempre se une a las generaciones anteriores de peregrinos y de esta manera dan un paso hacia la tradición con una gran nube de testigos de las generaciones pasadas.
Peregrinación significa cambiar de mentalidad, el resultado de las experiencias en el camino. El peregrino es como un extraño que está viajando en una tierra extranjera. A lo largo del camino, la purificación pueden ocurrir; algo puede suceder y el cambio ocurre en las profundidades del corazón.
En la ruta, el peregrino se enfrenta a él o a ella misma. La peregrinación se convierte en el camino al arrepentimiento, a una revisión de la vida. San Agustín alentó a sus compañeros cristianos a desarrollar una teología de la peregrinación del corazón. “La verdadera peregrinación no se hace con los pies sino con el corazón, no con pasos corporales, sino con pasos del corazón. Según Agustín, el equipaje para este viaje es la humildad y el amor.”
A pesar de que la mayoría de nosotros no caminarán una gran distancia en peregrinación a las iglesias designadas iglesias en la diócesis, las bendiciones siguen siendo las mismas que las de los clásicos itinerarios espirituales. Un vínculo de solidaridad, compañerismo y unidad crece. Compartimos el mismo deseo de llegar al destino. Estamos llamados a llevar las cargas del uno al otro, a escuchar la historia personal de cada uno de los demás. Juntos escuchamos la historia de Dios a través de la oración y la acción de gracias.
Una vez que llegamos a nuestro destino nos damos cuenta de que la vida no es lo que era antes. Hemos cambiado. A través de la purificación y la penitencia nos acercamos más entre nosotros. La llegada no es el final del camino, sino un nuevo comienzo.
Todas los peregrinos tienen experiencias comunes y desafíos relacionados a la salida, al viaje en sí, y a la añoranza por el destino. Estamos en camino hacia la plenitud del reino de Dios, una gran caminata a la Jerusalén celestial, hacia Aquel que nos llama a la comunión, a la unidad en la diversidad.
A medida que empezamos nuestras sesiones de escucha en toda la diócesis a fin de desarrollar una visión compartida mutuamente y a las prioridades pastorales, lo hacemos en el corazón del Jubileo de la Misericordia en el comienzo de la cuaresma. Como peregrinos nos encaminamos juntos para fortalecer la iglesia de Jackson, el Cuerpo de Cristo. Somos bendecidos de tal manera al emprender este camino bajo la mirada de la misericordia de Dios.
Si fuese posible, incorporemos una peregrinación espiritual a nuestra disciplina para la Cuaresma o en algún punto en el Jubileo de la Misericordia.
Pilgrimage as journey of conversion
By Bishop Joseph Kopacz
The pilgrimage is an essential dimension throughout the Jubilee of Mercy. Our Cathedral of Saint Peter the Apostle, surrounded by a cluster of churches throughout the Diocese of Jackson, are a constant invitation to the faithful to make a pilgrimage into the heart of God’s mercy.
What is so special about a pilgrimage? Not surprisingly, pilgrimage has existed in all times, in most religions, and in cultures everywhere. The people of Israel journeyed to the temple in Jerusalem. Muslims make pilgrimages to Mecca. Hindus travel to the Ganges River, among other holy places. Buddhists travel from place to place to receive the mercy of Gautama Buddha.
Pilgrimage is an important symbol for Christians. As a member of the people of God, the Christian is on the road. Pilgrimage is the symbol of the journey of the people of God throughout the ages, and the Christian way of life can be compared to a pilgrim journey. Thus, one can speak of Christians as being on pilgrimage.
The Catholic Church has always honored the journey of the pilgrim. A famous symbol of pilgrimage is the labyrinth of Chartres in France whose Cathedral was built around 1230.
The Middle Ages was a time of pilgrimage, but since it was not possible for many people to set out for Jerusalem, people instead went to cathedrals such as Chartres, where they could make the spiritual journey by following the path of the pilgrim’s labyrinth.
There can be many reasons for making a pilgrimage: to strengthen one’s faith, to pray, to do penance, to ask for the forgiveness of sin, to beg for a favor, to ask for physical or mental healing or to think about the big questions of life. Even if there are such personal reasons the pilgrim always joins the preceding generations of pilgrims and in this way, they step into a tradition with a large cloud of witnesses from generations past.
Pilgrimage means changing one’s mindset, the result of the experiences on the road. The pilgrim is like a stranger who is traveling in a foreign land. Along the way, purification can take place; something can happen and change occurs in the depths of the heart. In route, the pilgrim is confronted with himself or herself. Pilgrimage becomes the road to repentance, to a revision of one’s life. Saint Augustine encouraged his fellow Christians to develop a theology of pilgrimage of the heart. “True pilgrimage is not undertaken with feet but with the heart, not with bodily footsteps but with the footsteps of the heart.” According to Augustine, the baggage for this journey is humility and love.”
Although most of us will not be walking a great distance on the pilgrimage to our designated churches throughout the diocese, the blessings remain the same as those of the classic spiritual journeys. A bond of solidarity, togetherness and unity grows. We share the same desire to arrive at the destination. We are called to bear each other’s burdens, to listen to each other’s personal story. Together we listen to the story of God through prayer and thanksgiving.
Once we arrive at our destination, we realize that life is not what it was before. We have changed. Through purification and repentance, we are drawn closer to each other. The arrival is not the end of the journey, but a new beginning.
All pilgrimages have common experiences and challenges related to the departure, to the journey itself and to the longing for the destination. We are on a pilgrimage to the fullness of God’s Kingdom, a great trek to the heavenly Jerusalem, toward the One who calls us to communion, to unity in diversity.
As we begin our listening sessions throughout the diocese in order to develop a mutually shared vision and pastoral priorities, we do so in the heart of the Jubilee of Mercy at the beginning of Lent. As pilgrims we are journeying together in order to strengthen the Church of Jackson, the Body of Christ.
We are so blessed to be undertaking this journey under the gaze of God’s mercy. If at all possible, let us incorporate a pilgrimage into our spiritual discipline for Lent or at some point in the Jubilee of Mercy.
Viaje a Saltillo resalta el Jubileo de Misericordia
By Bishop Joseph Kopacz
El Jubileo de la Misericordia está por comenzar como el tiempo de Cuaresma la próxima semana con la distribución tradicional de las cenizas. El Miércoles de Ceniza invita a los fieles a recordar las palabras y las normas del Señor en el capítulo VI del evangelio de San Mateo en el centro del Sermón en la Montaña. Las disciplinas cuaresmales de la oración, el ayuno y la abstinencia son una respuesta de fe del amor misericordioso de Dios Padre que nos invita de nuevo a alejarnos del pecado y a experimentar su ternura misericordia.
Los tres pilares tradicionales de la Cuaresma católica tienen casi dos mil años, siempre antiguo y siempre nuevo. Sostienen nuestra relación con Dios, inspirándonos para saber que estamos hechos a su imagen y semejanza, una dignidad que supera todo lo que el espíritu maligno del mundo busca destrozar.
Durante varios días la semana pasada tuve la bendita oportunidad por segunda vez de viajar a Saltillo, México, para representar a nuestra diócesis en la misión que tiene casi 50 años. Hubo muchas inspiradoras y sinceras experiencias sobre las cuales voy a escribir en la próxima edición de Mississippi Católico.
Con la Cuaresma en el horizonte quiero compartir con ustedes la experiencia de la consagración de la nueva iglesia construida en el corazón de la parroquia de San Miguel, la Divina Misericordia. Como el Jubileo de la Misericordia de Dios se acopla a nuestros corazones y mentes, me di cuenta de que esta nueva iglesia fue inspirada desde sus inicios. Cuando Monseñor Mike Flannery y yo fuimos en misión a Saltillo durante el fin de semana de Acción de Gracias en el 2014, participamos en la puesta de la primera piedra de la nueva iglesia con el obispo de Saltillo, Don Raúl. El nombre de la nueva iglesia había sido decidido antes que el Papa Francisco anunciara el jubileo de la misericordia. Catorce meses después volví para participar en la consagración del templo de la Divina Misericordia.
La iglesia tiene una capacidad de 500 a 600 personas y el día de la consagración estaba completamente llena con feligreses de la Parroquia San Miguel, sus capillas y con la gente de alrededor de la ciudad de Saltillo. La ceremonia de casi tres horas fue majestuosa y la mayoría de los hombres, mujeres y niños que llenaban la iglesia permanecieron hasta el final de la misa.
Fue verdaderamente una fiesta bañada en la alegría de la misericordia de Dios, reminiscencia del salmo 117. Naciones y pueblos todos, alaben al Señor, pues su amor por nosotros es muy grande; ¡la fidelidad del Señor es eterna!
En virtud de su ubicación y el nombre de la Iglesia será un lugar santo de peregrinación para muchos en este Jubileo de la Misericordia. La estatua de la Divina Misericordia, eregida en la cima de la estructura, es una invitación a todos para conocer la misericordia del Padre, independientemente de si entran o no al santificado edificio de esta iglesia.
El nombre de la Iglesia está estrechamente vinculado con la naciente orden religiosa de los dos sacerdotes que sirven fielmente en la misión de San Miguel y los 29 ranchos que fueron desarrollados por el Padre Patrick Quinn con el apoyo de muchos de la Diócesis de Jackson. El carisma de su orden religiosa es la misericordia divina y ellos dos amorosamente llevan adelante el legado del Padre Quinn.
En mis observaciones de clausura durante la misa de consagración le recordé a la congregación que mi presencia representaba a la Diócesis de Jackson, especialmente, pero también la de todos los católicos de Mississippi que siguen apoyando a la misión a través de su amor, sus oraciones y su generosidad. El Padre David y el Padre Evelio son dos sacerdotes asombrosamente dedicados que sirven en la misión junto con sus colaboradores laicos, fuertemente comprometidos. En repetidas ocasiones me ofrecieron a mí y a la diócesis su profunda gratitud por nuestra generosidad. Sin nuestro apoyo amoroso no habría una misión San Miguel y sus 29 ranchos, (communities) esparcidos por todo el estado de Coahuila en su alto desierto y montañoso terreno.
Lo que experimente en la misa de consagración fue un jubileo de misericordia que viene de la tierna compasión de Dios por todos los pueblos. Es mi oración para todos los católicos dentro de nuestros 65 condados que podamos celebrar la misericordia de Dios de igual manera, la misericordia que brota de nuestras asambleas eucarísticas, la fuente y cumbre de nuestras vidas, en nuestros corazones y hogares, en nuestras comunidades y nuestra diócesis.
Qué los 40 días de la Cuaresma sean un oasis de misericordia en este Año de gracia del Señor.
Trip to Saltillo puts Jubilee of Mercy into focus
By Bishop Joseph Kopacz
The Jubilee of Mercy is about to blossom as the season of Lent begins next week with the traditional distribution of ashes. Ash Wednesday invites the faithful to recall the words and standards of the Lord in the sixth chapter of Saint Matthew’s Gospel at the center of the Sermon on Mount.
The Lenten disciplines of prayer, fasting and abstinence are a response in faith to the merciful love of God the Father who invites us anew to turn away from sin and to experience his tender compassion. The three pillars of our Catholic Lenten tradition are nearly two thousand years old, ever ancient and ever new. They support our relationship with God, inspiring us to know that we are made in his image and likeness, a dignity that far surpasses all that the malignant evil spirit of the world seeks to tear apart.
For several days last week, I had the blessed opportunity for the second time to journey to Saltillo, Mexico, to represent our diocese in the mission that is nearly 50 years young. There were many inspiring and heartfelt experiences about which I will write in the next edition of Mississippi Catholic. With Lent on the horizon I want to share with you the experience of the consecration of the new church constructed in the heart of the San Miguel parish, Divina Misericordia, Divine Mercy.
As the Jubilee of God’s mercy engages our hearts and minds, I realized that this new church was inspired from its inception. When Msgr. Mike Flannery and I went on mission to Saltillo over the Thanksgiving weekend in 2014, we participated in the groundbreaking of the new church with the bishop of Saltillo, Bishop Don Raul. The name for the new church was already determined before Pope Francis announced the Jubilee of Mercy. Fourteen months later I returned to participate in the consecration of the Divina Misericordia.
The church has a seating capacity of 500 to 600 people and it was overflowing with parishioners from the San Miguel parish, its capillas (chapels) and with people from around the city of Saltillo. The nearly three-hour ceremony was majestic, and most of the men, women and children who filled the church remained throughout. It was truly a festive celebration bathed in the joy of God’s mercy, reminiscent of Psalm 117. Praise the Lord, all nations; acclaim him all peoples. Strong is his love for us; he is faithful forever.
By virtue of its location and name the church will be a holy site for pilgrimage for many in this Jubilee of Mercy. The statue of Divine Mercy that stands at the apex of the structure is an invitation to all to know the mercy of the Father, whether or not they ever enter into the church’s hallowed edifice.
The name of the church is closely linked with the nascent religious order whose two priests faithfully serve the mission of San Miguel and the 29 ranchos that were developed by Father Patrick Quinn with the on-site support of many from the Diocese of Jackson. The charism of their religious order is divine mercy, and they lovingly carry forward the legacy of Father Quinn.
In my closing remarks to the congregation at the mass of consecration I reminded them that my presence represents the Diocese of Jackson, especially, but all of Mississippi’s Catholics who continue to support the mission through their love, prayers and generosity. Padre David, and Padre Evelio are the two amazingly dedicated priests who serve the mission, along with their strongly committed lay collaborators, and repeatedly offered to me and to the diocese their profound gratitude for our generosity. Without our loving support there would be no San Miguel mission and its 29 ranchos scattered throughout the State of Coahuila over its high desert, mountainous terrain.
What I experienced at the Mass of consecration was a Jubilee of Mercy that comes from God’s tender compassion to all peoples. It is my prayer for all Catholics within our 65 counties that we will be able to celebrate the Mercy of God in like manner, the mercy that flows from our Eucharistic assemblies, the source and summit of our lives, into our hearts and homes, our communities and diocese.
May the 40 days of Lent be an oasis of mercy in this Year of Favor from the Lord.
Anniversaries call to mind struggle for justice
Like the swelling Mississippi River which is fed by many tributaries and sizeable rivers, during the month of January each year the quest for liberty and justice for all in our society is fed by key anniversaries and ever pressing reality.
This past weekend marked the 48th anniversary of the assassination of Martin Luther King Jr., and today and this weekend the 43 anniversary of Roe v Wade, the Supreme Court decision that permits abortion on demand throughout the nation. Both commemorations challenge our nation to take stock of our ideals, embedded in our founding documents and in our DNA, the insatiable hunger and thirst for greater liberty and justice for all. (Pledge of Allegiance)
MLK Jr. gave his life for this vision of reality that finds its source and summit in God’s Word. “The Kingdom of God is not a matter of eating and drinking, but of justice and peace, and the joy of the Holy Spirit.” (Romans 14,7) His passionate eloquence still resounds from the mighty mountains of New York and the heightening Alleghenies of Pennsylvania, the snow-capped Rockies of Colorado, and the curvaceous slopes of California, from Stone Mountain, Georgia, from Lookout Mountain in Tennessee, and from every hill and molehill of Mississippi. (I Have a Dream Speech, Washington 1963)
Five years later, less than one month before his assassination he returned to D.C. to re-invigorate the dream. “We shall overcome because the arc of the moral universe is long, but it bends toward justice.”(Washington National Cathedral, March 31, 1968). Racial equality has made huge strides in our nation, but this struggle is a marathon with the finish line a long way off.
As you settle into reading or browsing through this edition of the Mississippi Catholic you are doing so on the 43rd anniversary of Roe v Wade, January 22, 1973. Over these many years the light of life has been snuffed out for countless millions of unborn who have no voice of their own. Among many individuals and organizations in our society, and in a prophetic voice as unflinching as MLK Jr., the Catholic Church has spoken out faithfully, passionately, and eloquently on behalf of the unborn.
Moreover, in an unforeseen way, Religion and Science have been strong allies in the advancement of dignity for the unborn. The latter has revealed the truth of the complexity and beauty of unborn life from the first moment of conception, and the former unrelentingly beats the drum on behalf of the dignity of unborn life, created in the image and likeness of God. “For you created my inmost being. You knit me together in my mother’s womb.” (Ps 139,13)
At times it may appear that teaching, preaching, pleading and sacrificing on behalf of the unborn is a hopeless cause, but there has been remarkable progress. Applying the following words of MLK Jr. can reinvigorate all pilgrims for a holistic vision of life. “I believe that unarmed truth and unconditional love will have the final word in reality. This is why right, temporarily defeated, is stronger than evil triumphant.”(Nobel Peace Prize acceptance speech, Oslo, Norway, 1964.)
We pray for the healing of all who have been wounded by choosing abortion, and for society as a whole whose conscience has been deadened, all to willing to accept abortion as a backup to failed contraception, and in large part, unshaken by the image of buckets of fetuses in Planned Parenthood Clinics. Once again we turn to the unflinching prophetic wisdom of Martin Luther King Jr. regarding the web of life of which we are all a part. “Injustice anywhere is a threat to justice everywhere. We are caught in an inescapable network of mutuality, tied in a single garment of destiny. Whatever affects one directly, affects all indirectly.”
Letter from Birmingham, Alabama jail, April 16, 1963.
The quest for greater liberty and justice for all continues on many fronts. This year our Catholic Day at the Capitol will focus on the plight of many children and youth in our State’s Foster Care System, and the plight of those afflicted by mental illness. Compassionate and professional care that provide a framework for hope and greater success for our fellow citizens is not a matter of charity, but of justice.
The dedication of our staff and volunteers at Catholic Charities who provide critical services is a living witness of our desire for greater liberty and justice for all. Once again we let MLK Jr.’s words lift up our hearts and minds. “I have the audacity to believe that peoples everywhere can have three meals a day for their bodies, education and culture for their minds, and dignity, equality, and freedom for their spirits.”
(Nobel Peace Prize acceptance speech, Oslo, Norway, 1964) If we can develop these opportunities throughout the land we would agree that violence against every stage of human development will diminish.
As we approach the 50th anniversary of Martin Luther King Jr.’s assassination the legacy of racism once again confronts our society. A civil society that prides itself on liberty and justice, dignity for each person, and opportunity for all, must work together not only to provide law and order, but also the conditions that contribute to a law abiding society. The following words of MLK Jr. call all of us back to our senses, and provide a dignified path. “Let us not seek to satisfy our thirst for freedom by drinking from the cup of bitterness and hatred. We must forever conduct our struggle on the high plane of dignity and discipline. We must not allow our creative protest to degenerate into physical violence. Again and again, we must rise to the majestic heights of meeting physical force with soul force.”
In his visit to our nation in September Pope Francis encouraged us to take heart and hope in the goodness of our society, while at the same time he cast the light of truth onto areas that challenge us to overturn the injustices in our land. It’s always good to have prophets visit from foreign shores. With the image of the mighty Mississippi river before us, we commit our lives to the words of Amos, the prophet of Social Justice in the Old Testament. “Let justice surge like water, and goodness like an unfailing stream. (Amos 5,24).
Aniversarios nos recuerdan lucha por la justicia
Por Obispo Joseph Kopacz
Al igual que el gran Río Mississippi que es alimentado por muchos afluentes e importantes ríos, cada año durante el mes de enero la búsqueda de la libertad y justicia para todos en nuestra sociedad es alimentada por claves aniversarios y la más urgente realidad.
Este fin de semana pasado marcó el 48 aniversario del asesinato de Martin Luther King Jr., y hoy, y este fin de semana marcó también el 43 aniversario de Roe v Wade, la decisión de la Corte Suprema que permite el aborto en demanda en toda la nación. Ambas conmemoraciones desafían a nuestra nación a evaluar nuestros ideales, incrustados en nuestros documentos fundacionales y en nuestro ADN, la insaciable hambre y sed de mayor libertad y justicia para todos. (juramento de fidelidad)
Martin Luther King Jr. dio su vida por esta visión de realidad que encuentra su fuente y su cumbre en la Palabra de Dios. “El reino de Dios no es una cuestión de comer y beber, sino de justicia y de paz, y el gozo del Espíritu Santo”. (Romanos 14:7)
Su apasionada elocuencia aún resuena desde las montañas poderosas de Nueva York y la agudización alegórica de Pennsylvania, las rocas nevadas de Colorado y las curvilíneas cuestas de California, desde Stone Mountain en Georgia, desde Lookout Mountain en Tennessee, y desde cada colina y grano de arena de Mississippi. (discurso, Yo tengo un sueño, Washington, 1963). Cinco años más tarde y menos un mes antes de su asesinato, regresó a Washington D.C. para reavivar el sueño. “Vamos a superar porque el arco del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia”. (Catedral Nacional de Washington, 31 de marzo de 1968). La igualdad racial ha avanzado a pasos agigantados en nuestra nación, pero esta lucha es un maratón con la línea de llegada que aún un tiene un largo camino por recorrer.
Mientras lee y ojea esta edición de Mississippi Catholic lo están haciendo durante el 43 aniversario de Roe v Wade, del 22 de enero de 1973. A lo largo de todos estos años la luz de la vida se ha perdido para incontables millones de niños no nacidos quienes no tienen voz propia. Entre muchas personas y organizaciones en nuestra sociedad, y en una voz profética tan impávida como la de Martin Luther King Jr., la Iglesia Católica ha hablado fielmente, apasionadamente y elocuentemente en nombre de los niños por nacer.
Además, en una forma imprevista, la religión y la ciencia han sido fuertes aliados en la promoción de la dignidad de los niños por nacer. Esta última ha revelado la verdad de la complejidad y la belleza de la vida por nacer, desde el primer momento de su concepción, y la primera inexorablemente toca el tambor en nombre de la dignidad de la vida por nacer, creada a imagen y semejanza de Dios. “Porque tú has creado mis entrañas. Me has tejido en el vientre de mi madre”. (Sal 139:13)
A veces puede parecer que la enseñanza, la predicación, rogando y sacrificando en nombre del hijo por nacer es una causa perdida, pero ha habido un progreso notable. Aplicando las siguientes palabras de Martin Luther King Jr. puede revitalizar a todos los peregrinos para una visión holística de la vida. “Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la última palabra en la realidad. Esta es la razón por la que derrotada temporalmente, es más fuerte que el mal triunfante.”(discurso de aceptación del Premio Nobel de la paz, en Oslo, Noruega, 1964).
Oramos por la sanación de todas las que han sido heridas, eligiendo el aborto, y por la sociedad en su conjunto cuya conciencia se ha dormido, todos dispuesto a aceptar el aborto como un respaldo a un fallo de la anticoncepción, y en gran parte, inconmovible ante la imagen de cubetas de fetos en las clínicas de Planned Parenthood.
Una vez más, nos dirigimos a la inquebrantable sabiduría profética de Martin Luther King Jr. sobre la trama de la vida de la cual todos somos parte. “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes. Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, atados en una sola prenda de destino. Todo lo que afecte a uno directamente, afecta a todos indirectamente.” Carta desde la cárcel de Birmingham, Alabama, 16 de abril de 1963.
La búsqueda por una mayor libertad y justicia para todos continúa en muchos frentes. Este año nuestro Día Católico en el Capitolio se centrará en la situación de muchos niños y jóvenes en nuestro sistema de cuidado tutelar del Estado, y la de las personas afectadas por una enfermedad mental. La compasiva y profesional atención que proporciona un marco de esperanza y de mayor éxito para nuestros conciudadanos no es una cuestión de caridad, sino de justicia. La dedicación de nuestro personal y voluntarios de Caridades Católicas que proporcionan servicios críticos es un vivo testimonio de nuestro deseo por una mayor libertad y justicia para todos.
Dejamos una vez más las palabras de Martin Luthr King Jr. levantar nuestros corazones y nuestras mentes. “Tengo la audacia de creer que la gente de todo el mundo puede tener tres comidas al día para sus cuerpos, educación y cultura para sus mentes, y dignidad, igualdad y libertad para sus espíritus.” (Discurso de aceptación del Premio Nobel de la paz, en Oslo, Noruega, 1964) Si podemos desarrollar estas oportunidades en toda la tierra estaríamos de acuerdo en que la violencia contra cada etapa del desarrollo humano disminuirá.
A medida que nos acercamos al 50 aniversario de del asesinato de Martin Luther King Jr. el legado del racismo enfrenta nuevamente a nuestra sociedad. Una sociedad civil que se enorgullece de la libertad y la justicia, de la dignidad de cada persona y oportunidades para todos, debe trabajar junta, no sólo para proveer la ley y el orden, sino también las condiciones que contribuyen a una sociedad respetuosa de la ley.
Las siguientes palabras de Martin Luther King Jr. nos llaman a nuestros sentidos y a proporcionar un camino digno. “No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez, debemos estar a la altura de las majestuosas cimas de unir la fuerza física con la fuerza del alma”.
En su visita a nuestro país en septiembre el Papa Francisco nos alentó a tomar corazón y esperanza en la bondad de nuestra sociedad, al mismo tiempo que ponía la luz de la verdad en las áreas que nos desafían a revocar las injusticias en nuestra tierra. Siempre es bueno tener visitas de profetas desde las costas extranjeras. Con la imagen del majestuoso Río Mississippi, comprometemos nuestras vidas a las palabras de Amós, el profeta de la justicia social en el Antiguo Testamento. “Deja que la justicia fluya como agua y la bondad como un manantial inagotable. (Amos (5:24).