Sermón del Monte, en el día de hoy

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Frente a la violencia implacable en nuestro mundo, en nuestra nación y en nuestras comunidades, nuestra fe en el Señor crucificado y resucitado ofrece otra visión para vivir. Durante este período de tiempo que llamamos Ordinario entre la temporada de Navidad y el Miércoles de Ceniza, este año tenemos la bendición de escuchar las enseñanzas del Señor Jesús del Sermón de la Montaña (Mateo, capítulos 5-7), palabras que son todo menos ordinarias.

Más bien, brindan un camino claro pero exigente a recorrer para abrazar nuestras identidades como cristianos, una forma de vida arraigada en Dios acumulando tesoros en el cielo. Los siguientes extractos del Sermón son un contrapeso al flagelo de la violencia en todo nuestro mundo sin que nadie parezca tener un rincón en el mercado con la inhumanidad.

“Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.”

“Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia”.

“Bienaventurados los que lloran, ellos serán consolados”.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.”

“Vosotros sois la sal de la tierra; sois la luz del mundo … Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

“Habéis oído que se dijo a los antepasados: «No Mataras» y: «Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte». Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte … Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.”

“Habéis oído que se dijo: «Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.”

Algunos pueden responder a estos imperativos del Evangelio, pero sean realistas; esta no es la forma en que funciona el mundo. Dios podría responder a su vez; sé realista, mi mundo está roto y tu camino no parece estar funcionando.

“Bienaventurados los pacificadores.” La histórica misión de paz del Papa Francisco la semana pasada a la República del Congo, a Sudán del Sur y a otras naciones de África con el arzobispo de Canterbury, Justin Welby y el Reverendo Iain Greenshields, el moderador de la Iglesia Presbiteriana en Escocia está trayendo la luz del Evangelio a estos países cansados de la guerra y plagados de violencia. Estos embajadores de Cristo están suplicando por la paz, amonestando a los líderes políticos por su fracaso en estabilizar sus países y, en muchos casos, por su liderazgo corrupto.

Por otra parte, el Papa Francisco pronunció palabras de aliento a los jóvenes para que rompan con la violencia y exijan a sus líderes cívicos y religiosos caminos de paz, estabilidad y desarrollo. También desafió al clero, católico, presbiteriano y anglicano, a tener hambre de justicia y paz y a no quedarse al margen por miedo o desesperanza. Es el Sermón del Monte casi dos mil años después.

Oramos para que la luz del Evangelio de justicia y paz pueda traer esperanza a Sudán del Sur, a las calles de Estados Unidos, a las ciudades de Ucrania y a todos los que sufren la opresión de la violencia en todas sus formas. Como el Papa, el arzobispo y el Moderador, oramos por el deseo de tener hambre y sed de justicia y paz para que nuestra luz refleje la luz, la mente y el corazón de Jesucristo. Somos jugadores y no espectadores que debemos prevalecer en esta lucha por la humanidad, que tiene mucho más en juego que quién se lleva a casa el trofeo del Super Bowl.