Manera más sencilla de compartir fe con nuestros hijos

FE EN CASA
Por Laura Kelly Fanucci

¿Cuál es la influencia más importante en la fe de un niño, según numerosos estudios?

No es el asistir a Misa con la familia; no es observar los hábitos de oración de los padres. No son los párrocos, los líderes de grupos juveniles, las escuelas católicas, las clases de formación en la fe, los campamentos de verano, o los viajes misioneros.

Más bien, es el simple acto de los padres hablando con los niños.

En su libro más reciente, “Transmitiendo la fe: Cómo los padres pasan la fe a la próxima generación”, los sociólogos Christian Smith y Amy Adamczyk señalan que los padres no solo tienen la mayor influencia en la futura vida de fe de sus hijos, sino que el factor más poderoso para hacerlo es cómo los padres hablan con sus hijos sobre la religión y Dios en la vida cotidiana.

Los padres aparecen en una foto de archivo leyendo a su hija. Antes de Google y especialmente antes de AI ( Inteligencia Artificial por su nombre en inglés), existían estas cosas llamadas Padres y los niños acudían a ellos con preguntas e inquietudes para conversaciones, aprendizaje y las familias se construían sobre ellos. (Foto OSV News/archivo CNS, Debbie Hill)

Resulta que las conversaciones ordinarias importan más que cualquier otra cosa. Estos hallazgos sorprendentes no tienen por qué socavar lo que creemos como católicos. Sabemos que nuestra celebración de los sacramentos (especialmente la Eucaristía) es esencial; la oración diaria es un deber y la formación en la fe de las nuevas generaciones es una gran prioridad.

Pero estos estudios sobre las familias en Estados Unidos subrayan la verdad de que los padres son los principales catequistas de sus hijos. Resulta que formar hijos en la fe no proviene ni siquiera de la mejor programación parroquial, sino de conversaciones regulares en el hogar. Puede ser abrumador soportar el peso de esta responsabilidad, pero hay que considerar las posibilidades: no son los profesionales religiosos en la iglesia o la escuela los que tienen el mayor impacto en los niños, sino los adultos con los que interactúan durante toda la semana.

Esta realidad encierra un enorme potencial sobre lo que los padres y los abuelos pueden hacer para pasar la fe a sus hijos. A través de las conversaciones cotidianas, normalizamos la fe como parte de la vida diaria. Los padres no tienen que predicar o enseñar en sentido estricto. Lo mejor que podemos hacer es tener conversaciones sobre la fe en la mesa, durante el camino a la escuela, en las gradas o en el patio trasero, donde sea que estemos interactuando con nuestros hijos.

Mostrar a los jóvenes que la fe es una parte normal y natural de la vida dice mucho. Piensa en las dificultades escolares, las temporadas deportivas, los dramas de amistad, los debates políticos, los problemas de salud, los titulares de las noticias, o los hitos familiares. Cualquier conversación que comencemos a través del lente de la fe puede mostrar cómo la luz de Dios brilla en cada parte de la vida.

Ser un auténtico testigo de tu fe no requiere aprender un nuevo idioma. Simplemente necesitas compartir lo que es importante para ti. Como sabemos por las prácticas y ensayos de nuestros hijos, la repetición constante es lo que nos ayuda a desarrollar nuevas habilidades.

Pruébalo con tus hijos esta semana. Inicia una pequeña conversación y observa a dónde conduce. Habla sobre un tema político en las noticias, una injusticia que tú percibes en el mundo, una pregunta sobre la homilía del domingo pasado o sobre la manera en que estás ayudando a un amigo en un momento difícil. Comparte con tus hijos sobre alguna situación que te recordó a Dios hoy: una puesta de sol vibrante, la sonrisa de un extraño, una canción en la radio, o una palabra amable cuando más la necesitabas. Pregúntales a tus hijos qué creen que Dios podría decir acerca de una determinada situación. Escucha sus respuestas. Interróguense juntos y busquen las respuestas.

Los Evangelios demuestran el poder de las interacciones cotidianas. Jesús caminó y habló con amigos y extraños todos los días. Muchos de estos breves encuentros se convirtieron en eventos que cambiaron vidas. Así también, el mayor regalo que podemos ofrecer a nuestros hijos es mantener la fe en el centro de la vida familiar. En el coche. Después del partido. Antes de ir a la cama. Durante la cena.

No podemos sencillamente dejar a nuestros hijos en una escuela católica o en clases de educación religiosa y dar por terminado nuestro trabajo. No podemos esperar que la Misa dominical enseñe a nuestros hijos todo lo que necesitan saber. La formación en la fe es lo que sucede en el hogar. Como padres, no podemos controlar cómo serán nuestros hijos en el futuro, pero tenemos un papel importante que desempeñar, y podemos compartir la fe más conscientemente en nuestras conversaciones a partir de hoy.

(Laura Kelly Fanucci es autora, oradora, y fundadora de Mothering Spirit, un lugar de reunión en línea sobre crianza y espiritualidad.)