Día de la Hispanidad o Día de la Raza desde la perspectiva de Espiritualidad Sinodal

Por Diacono Carlos Sola
TUPELO – El tema de la colonización española al nuevo mundo trae muchísimas controversias que, hasta ahora, no han sido resueltas y que tiene validez analizar y entender desde diferentes perspectivas históricas, religiosas, culturales, políticas y sociales.

No cabe duda que fue un proceso impuesto y unilateral que buscaba el beneficio de unos (los colonizadores europeos) sobre los pueblos originarios de las Américas.

De ese choque original, similar a una explosión inicial, como el “Big Bang”, surgen las posibilidades de un desarrollo que da origen a lo que hoy somos, muchos pueblos con un cordón umbilical común, tenemos un vientre común que nos conecta con la así llamada “Madre Patria.”

No niego los múltiples aspectos negativos de este choque, pero no me quiero quedar en el pasado, sino moverme al presente y futuro desde la perspectiva de la Sinodalidad, como camino de encuentro y desarrollo de lo que estamos llamados a ser como Pueblo de Dios, que peregrina con tantos pueblos, que también tuvieron su historia dolorosa, producto de la mediocridad humana, que nos es común a todos, iniciando por el que escribe.

TUPELO – Más de 350 parroquianos del Decanato V se reunieron, una vez más, en la iglesia de St. James para celebrar la Hispanidad que une a todos. (Izq.) La música y la comida crea la camaraderia y recuerda la cercania con el país distante. (Derecha) Ean y Lya Valentine ejecutan un bailable tipico del Estado de Veracruz y celebran su Raza con orgullo y alegria. (Fotos cortesía de Raquel Thompson )

Basta decir lo que el Papa Francisco ha exhortado a los lideres españoles a pedir perdón por los excesos de las conquistas.

El mismo Papa nos dio ejemplo de esto al ir al Canadá y pedir perdón por los excesos de la Iglesia y sus agentes, contra los pueblos originarios del Canadá. Cabe recordar que en múltiples ocasiones el Papa ha pedido perdón por los pecados de la Iglesia, incluyendo y señalando directamente los relacionados a la pedofilia.

Este reconocimiento es sanador no solo para los pueblos sometidos, sino como medida sanadora para los que causaron el sufrimiento. La verdadera liberación ocurre cuando reconocemos la falta, pedimos perdón de corazón, decidimos luchar contra esa tendencia y nos disponemos a recompensar a las víctimas de nuestras conductas erradas.

No vale decir que aquellos actos responden a la mentalidad de la época. Dicho eso también tenemos que reconocer que el encuentro de los dos mundos ha sido de beneficio mutuo en muchos aspectos.
Como parte de las tareas evangelizadoras que realizo, me he visto en la necesidad de viajar a España por lo menos una vez al año en los últimos 12 años.

Puedo dar fe de que la Iglesia Española ha acogido con entusiasmo la vibrante participación de lo hispano – americanos que llegan buscando la acogida maternal de la Iglesia.

Creo que en algunas parroquias, si no fuera por los latinoamericanos, ya estuvieran cerradas. Al igual tendría que decir de vecindarios completos que se han beneficiado muchísimo de la inmigración americana, para atender la economía y los servicios que son necesarios realizar.

Ciertamente hay otros llegados de otras latitudes, de otros continentes, pero no se puede negar que los latinoamericanos estamos más sintonizados con el pueblo Español dado nuestro ADN común.

Reconociendo lo insuficiente de los que he dicho hasta este momento sobre este tema de la interculturalidad que ha provocado la colonización me dirijo a lo que desde la perspectiva del espíritu de Sinodalidad que el Papa Francisco nos invita, se trata de que además de Pueblos o individuos en conflictos, aprovechemos la ocasión para caminar juntos y enriquecernos cultural y espiritualmente en el camino.

Desde este estado de Mississippi y desde nuestra diócesis de Jackson tengo que señalar los elementos de verdad y esperanza que nos indican la dirección para vivir la sinodalidad más allá de un asunto entre europeos y latinos, entre colonizadores y colonizados, es un asunto de sanar para vivir la libertad, la justicia, el perdón, la misericordia y la compasión de y entre los hijos e hijas de Dios sin importar, o mejor aún, reconociendo las diferencias étnicas en la que vivimos, nos movemos y somos.

Quizás lo mejor sería servirme de un ejemplo de la vida cotidiana. Recientemente, necesite de un taller de llantas o neumáticos, para que revisaran el vehículo que uso. Mientras esperaba que acabaran el servicio, decidí irme a leer afuera del edificio y disfrutar el aire fresco – no el olor a llantas que cargan el ambiente – y me fui debajo de una sombra.

A los pocos minutos se acerca el empleado a cargo de mi unidad, un hombre afroamericano, inmenso y robusto, posiblemente en los 60 años y con un rostro que refleja una vida dura y de mucho sufrimiento. Se acerca sigilosamente, como para no asustarme, y con una dulzura inmensa me explica lo que encontró y lo que hay que hacer. Esa mirada de él me hablo de él, con un sinnúmero de preguntas sobre su pasado que me hubiera gustado conocer. Me pregunto sobre cómo ha sido su vida, sus sufrimientos y sus luchas. Me hubiera gustado entender cómo sus ancestros han vivido en este estado con una fuerte historia de conflictos raciales. ¿Cómo ha logrado mantener una semilla de esperanza en el ser humano y en el futuro a pesar de lo que ha vivido?

Al pensar en historias como estas, y tengo que decir que aquí en Mississippi hay lugares (no todo el estado) en los que se han superado la marginación y el distanciamiento cultural/étnico a niveles sorprendentes, entonces es posible tener esperanza y fe en la capacidad humana para sanar, acortar distancias y más aun enriquecernos en todos los aspectos en el encuentro de unos y otros sin importar lo que nos distingue; más bien lo que nos complementa.

Al hablar de una Espiritualidad de Sinodalidad, aclaro que por espiritualidad me refiero a un camino, un seguimiento, es seguir un modelo que en el caso nuestro es Jesús de Nazaret.

Jesus supo unir todo aquello que nos separa, de una vez por todas para que desde Él y en Él se superara toda distancia.

Nos es solo superar lo que nos divide, sino descubrir que la diferencia nos hace únicos, valiosos y nos enriquece a todos.

Es por eso que, en clave sinodal, esta ocasión que nos presenta el Día de la Hispanidad, se convierte en oportunidad para enfrentar nuestro pasado y movernos al futuro con confianza y esperanza.

(El Diácono Permanente Carlos A. Solá Fonseca, tiene 31 años al servicio del pueblo Santo de Dios. Comenzó a servir en la parroquia de St. James Tupelo en noviembre 2021.)

TUPELO – Los niños están tomando las tradiciones de sus padres y abuelos. En cada familia los mayores se aseguran que sus hijos y nietos no pierdan sus tradiciones. Esta práctica se hace ver en cada comunidad católica con descendientes de Hispanos. Los niños se hacen protagonistas y disfrutan a la vez. (Arriba) La celebración de la Herencia Hispana fue celebrada en Tupelo con danzas tradicionales y “convivio” de máa de 300 parroquianos. (Debajo) En Corinth, niños de uno de los grupos folkloricos de la comunidad Hispana de la parroquia St. James the Less.Ellos disfrutaron la celebración de la Herencia Hispana, al lucir trajes típicos y ejecutar bailes tradicionales, el 17 de septiembre. (Fotos cortesía de Raquel Thompson y Bernardo Sorcia, respectivamente)