Leguaje del amor

“ Tener amor es saber soportar;
es ser bondadoso;
es no tener envidia, ni ser presumido,
ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta;
es no enojarse ni guardar rencor;
es no alegrarse de las injusticias,
sino de la verdad.
Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo.” Co 13: 4-7.

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Mientras las naciones se encolerizan, la iglesia proclama elocuentemente en la fe del Pentecostés: Señor Jesús tu vienes a reunir a las naciones en la paz del Reino de Dios. Tu vendrás en palabra y sacramento para fortalecernos en santidad. Vendrás en gloria con salvación para tu pueblo. Mientras nos esforzamos fielmente por cumplir la Gran Comisión del Señor de hacer discípulos en todas las naciones, también aceptamos la enorme tarea de construir el Reino de los Cielos en la tierra dondequiera que se proclame el Evangelio, Romanos 14:17, cuyos signos son la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo.

Obispo Joseph R. Kopacz

La Tierra Santa en la que Jesús y sus primeros discípulos se cruzaron para anunciar el Reino de Dios, sigue trágicamente atormentada sin tregua por el odio, la violencia y el conflicto guerrerista. La tregua, que puso fin a la última ronda de malicia, es tan frágil como un nido de pájaros en medio de depredadores hambrientos. Sin embargo, como discípulos del Señor en una iglesia universal, el Espíritu Santo nos impulsa a superar la complacencia y la indiferencia, el cinismo y la desesperación por el beneficio común y la salvación de todos.
El sueño de Dios para nuestro mundo, a través del derramamiento del Espíritu Santo, es profundamente personal e inexorablemente universal. En nuestra condición de seres únicos, el Señor llama a cada uno de nosotros a arrepentirnos y reconciliarnos con Dios por nuestra propia salvación y por el bien de todos. Esta es una vida en comunidades de fe, de una iglesia mundial, donde la singularidad y la diversidad están destinadas a crear lazos de unidad. Cuando vemos la división en nuestra iglesia, nación y mundo nos preguntamos si la unidad y la diversidad estarán siempre fuera de nuestro alcance.
Cuando estamos atrapados por este caos, el Espíritu Santo siempre nos redirige de regreso a Jesús, derramamiento máximo divino, por el poder de la crucifixión, resur-
rección y ascensión. En la lectura de la carta de Pablo en Gálatas 5:19ss en el domingo de Pentecostés, después de reconocer la oscuridad que habita dentro de cada uno de nosotros, se ilustran los frutos del Espíritu Santo y la fuente de la que brotan.
“Y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe.“ Ga 5: 24-25 Es muy importante si vivimos por el Espíritu, pues eso determina cómo caminamos; determinará si podemos crear unidad mientras apreciamos la diversidad, o si nos revolcaremos en la división o, peor aún, en la violencia, el terror y la guerra entre las naciones.
En medio de enormes divisiones entre la comunidad cristiana primitiva en Corinto, empañada por juicios, inmoralidad sexual, desprecio por los pobres, abusos en la Cena del Señor, facciones y negación de la resurrección por nombrar algunos, San Pablo se mantuvo firme en su creencia de que el Espíritu Santo podía sacar el orden divino del caos. “Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y hay diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos. Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos.” 1Co12: 4-7
Lo que sigue es una parte del testimonio más anunciado compuesto sobre el amor y que San Pablo escribió de “la manera más excelente.”
“Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo.” Co 13: 4-7 El Espíritu Santo les dio a los corintios una salida de su caos y un camino a seguir para cada comunidad cristiana de todos los tiempos, de una generación a la siguiente.
Los historiadores y los eruditos bíblicos pueden desconcertar la venida del Espíritu Santo y su significado hace 2000 años. Pero para aquellos de nosotros que estamos comprometidos con el ministerio cristiano y la divulgación, no puede haber duda de que el idioma que se hablaba entonces y ahora, es el que cualquier persona puede entender. Es el lenguaje del Evangelio, la Buena Nueva. Es el lenguaje del amor. Sí, es por eso por lo que Pentecostés sigue vivo.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.