Queridos amigos en Cristo,

Obispo Joseph R. Kopacz

            Al mirar hacia atrás al comienzo del año del Señor, 2020, ninguno de nosotros podía imaginarse la tormenta que avanzaba imperceptiblemente. Las pre y post-pandemia serán la gran división para las generaciones venideras. Sin embargo, los ritmos de la vida, aunque impactados, no cesan. En el frente familiar, Emil, Joseph y Fiorella Calomino (última de la Gran Generación) y quienes estaban entrados en sus noventa años, murieron en el Señor y entraron en la vida eterna. Detras de su partida, la antorcha se pasa oficialmente a los Baby Boomers, la nueva generación de ancianos. Debido a la pandemia, mis viajes han sido restringidos, dentro de la diócesis y más allá, y el no estar involucrado completamente en el ministerio es frustrante. Sin embargo, además de ir a la oficina de la cancillería con regularidad, desde marzo, paso más tiempo que nunca en mi casa, por primera vez durante los seis años como obispo de Jackson. He aquí que estoy disfrutando de todas las tareas que requiere un hogar, además de leer, orar, conversar y, por supuesto, hacer Zoom desde dentro de los muros de mi casa. Mi querido perro, Amigo, que ahora tiene casi 14 años, sigue preguntando cuándo voy a volver a trabajar a tiempo completo. Amigo ha sido un deleite en muchos sentidos, y aunque su movilidad está disminuyendo, no hay nada mal en su boca ni en su apetito.

            Estoy agradecido de todos mis compañeros de trabajo en la viña del Señor de la Diócesis de Jackson, ordenados y laicos, quienes diariamente buscan formas creativas y significativas de reagruparse y de servir en nuestras parroquias, ministerios y escuelas durante esta pandemia. Del mismo modo, detrás de escena, solo Dios conoce los heroicos esfuerzos que nuestras familias realizan cada día para hacer lo que se debe hacer por los niños y los ancianos. En la parte superior de nuestra lista, expresamos nuestra gratitud por los trabajadores de la salud que sirven heroicamente durante este maratón de cuidados intensivos. Ellos necesitan de nuestras oraciones, respeto y sentido común tomando todas las precauciones. Oremos por todos los que han muerto y por sus seres queridos que no pudieron consolarlos junto a sus lechos. Que todos los que puedan marcar una diferencia se esfuercen para ser puentes hacia la esperanza y un nuevo comienzo de los desempleados y subempleados.

            A medida que se acerca la Navidad, anhelamos lo que es familiar y reconfortante. Sin embargo, en medio de una pandemia desenfrenada, tenemos el deber de reducir y / o sacrificar nuestros preciados días sagrados y tradiciones festivas por el bien de todos, seres queridos y extraños. Llegará el momento en que volveremos a festejar juntos y apreciaremos la compañía del otro. Aunque es angustioso este momento, cada año en este tiempo proclamamos esperanza y una nueva vida gracias a Jesús, la luz que brilla a través de un mundo de sombras y muerte. En su luz buscamos consuelo para nuestras mentes y corazones cansados y bendiciones de ánimo y perseverancia.