Sal de tu cueva. Ve cómo Dios pasa por tu vida

Por María Elena Méndez. MGSPS
En este tiempo vi una imagen en Facebook que decía “ya me estoy acostumbrado a vivir en mi cuarto y a ser antisocial” y, en cierta forma es verdad, la pandemia nos ha metido a la cueva de nuestra propia existencia.
La cueva, en este sentido, significa: primero, reflexión, intimidad, encuentro con nuestra fragilidad humana. Segundo, de manera contraria, encerramiento, depresión, sentir que la vida no tiene sentido y, por consecuencia, no querer salir de ahí por miedo a la nueva realidad. Esto último puede ser normal por un tiempo, pero después, tienen que resonar en forma de orden las palabras Dios al profeta Elías: “¡Sal de la cueva!”.
En nuestro interior, el Señor pasa a diario con ruidos, silencios y movimientos, en general, a los que no estamos acostumbrados. Puede ser ruidoso como huracán, temblor o tornado, o como una caricia, sonrisa o el dulce canto de un pájaro. Dios habla diferente a cada persona, a cada uno desde su ser. Puede estar en “el murmullo de una brisa suave” que te hace salir de tu escondite aunque sea con el rostro cubierto para ver al Señor. 1 Reyes 19, 9a. 11-13ª

¡Suéltate de donde estás agarrado!
En respuesta a mi propia experiencia vocacional, hice este dibujo años atrás. Era un momento de mi vida donde sentí la resistencia a Dios a soltarme de lo que creía mi seguridad. Eso me llevó a agarrarme fuerte para no ser separada pero esa fuerza atractiva era más fuerte que yo. Desde ahí, puedo entender a Jeremías (20,7-9) y a Mateo cuando se resistían a hacer cambios en su vida a pesar de que las circunstancias se los estaban pidiendo.
Cuando Dios llama alguien, esa seducción se convierte en fuego, amor “era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía”, como lo describe Jeremías.
¿Quién no ha experimentado que la seducción de Dios es más fuerte que nosotros, aun cuando nos resistamos?
La lucha, el enojo, la victimización frustrada de Jeremías ante Dios, lo lleva a aceptar que es mejor rendirse y decir, “me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.” No es una lucha de fuerzas, es el amor, ese fuego que le es imposible mantenerlo apagado que hace que la persona se suelte de lo que te mantiene trabado y seguro. En Mateo (16,21-27), Pedro, que se las da valiente, evade y justifica el cambio que le da seguridad, soltarse, implica dejar lo conocido, no le es fácil, como no lo es para nosotros tampoco. Tenemos un poco de Pedro y de Jeremías dentro de nosotros mismos.
El cambio de vida es una de las cosas por las que nos “quejamos” ante la pandemia, queremos volver a la vida “normal” que decíamos conocer, a pesar de que sabemos que ya no es posible, ahora hay un antes y un después del covid-19, pero cómo es lo único que conocemos, nos cuesta trabajo soltarnos de la planta frágil (seguridad) de la que estamos agarrados para que Dios haga el cambio en nuestras vidas.
Ve cómo Dios pasa por tu vida.
Ante la pandemia, tenemos miedo unos de otros, nos hemos separado física, emocional y afectivamente de nuestros familiares, amigos y conocidos. Pero, Dios nos llama a salir de la cueva en la que nos hemos metido para protegernos y nos pide buscar formas nuevas para encontrarnos. No permitamos que la distancia nos aleje unos de otros. Hay muchas pérdidas que estamos teniendo, pero también muchas bendiciones y aprendizajes ¿cuáles son?
He tenido la experiencia de subir cerros y montañas y, la experiencia de contemplar alrededor desde la cima es hermosa, contemplar a Dios a través de la belleza es el fin de subir a la cima, creo yo. Entrar a una cueva para resguardarse tiene lógica por un rato, pero ¿no podemos dejar que el Señor pase por nuestra vida sin salir para verlo pasar? ¡Tenemos que salir y contemplar las maravillas a nuestro alrededor y dejarnos transformar por ellas! Digamos salmista humildemente: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.”

(La hermana María Elena Méndez es Misionera Guadalupana del Espíritu Santo. Sirvió a la Diócesis de Jackson por nueve años, siendo una de las coordinadoras de la Oficina del Ministerio Hispano. Es actualmente la Directora Ejecutiva de Los Servicios Católicos de West Alabama)