Trabajando dentro de la providencia de Dios

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
Durante el día feriado del Día del Trabajo (Labor Day, en inglés) y mientras disfrutaba de las bendiciones de un fin de semana largo, reflexioné sobre el aumento del desempleo, que se produjo debido al COVID-19 durante los últimos seis meses. En su apogeo, los cesados estuvieron en la astronómica cifra de un 33%, un nivel no visto desde la gran depresión en la década de 1930. Las dificultades actuales y la ansiedad por el futuro, que afligen a muchas familias, son cargas pesadas. Afortunadamente, las cifras de desempleo han vuelto a caer por debajo de los dos dígitos; sin embargo, demasiados son empujados al límite o más allá. Esta caída libre en la fuerza laboral deja en claro cuán esencial es el trabajo como un componente vital de lo que significa ser humano, es más que un simple trabajo.

Obispo Joseph R. Kopacz

Desde el advenimiento de la Revolución Industrial en el siglo XIX, la Iglesia ha enseñado extensamente sobre la naturaleza, la dignidad y la necesidad del trabajo comenzando con León X111 en la Rerum Novarum, sobre el Nuevo Orden de las Cosas, hasta el día de hoy con las exhortaciones del Papa Francisco. Al hacerlo, la iglesia siempre regresa a la fuente bíblica, en Génesis, cuando Dios trabajó durante seis días en la progresión de la creación y el descanso que siguió el séptimo día. Entonces Dios ordenó que la corona, masculina y femenina, de su creación debía someter la tierra y ejercer dominio sobre este asombroso planeta. (Génesis 1:28.) Sin embargo, esta tarea no es una licencia para ser prepotente o imprudente. Al contrario, en ella se trata de cultivar y cuidar el magnífico jardín que nos ha sido confiado. (Génesis 2:15) El mundo material no fue creado por la humanidad, sino que nos fue otorgado como un regalo precioso que el Creador puso bajo nuestra responsabilidad. Por lo tanto, todo trabajo puede ser una participación y un avance de la voluntad de Dios y el don de la creación.

En la perspectiva de la fe, los frutos de nuestro trabajo son para nuestro propio bienestar, para quienes dependen de nosotros, especialmente nuestra familia, para el bien común, para una sociedad justa y para la gloria de Dios. No es solo un trabajo. La familia, por tanto, debe ser legítimamente un agente esencial de la vida económica, guiada no solo por la mentalidad de mercado sino por la lógica del compartir y la solidaridad entre generaciones. La justicia es la virtud que gobierna el orden social, y el mercado debe aspirar a un nivel de vida para mantener una familia y permitirle vivir decentemente. (Pío XI) La demanda de justicia precede a la preocupación por el lucro. “Vale más lo poco ganado honradamente, que lo mucho ganado en forma injusta.” (Proverbios 16:8)

El ocio del Día del Trabajo, una especie de contradicción, retrata la intrincada red de la vida que Dios quiere. Jesús, un hombre de trabajo, dedicó la mayor parte sus años en la tierra al trabajo manual en un banco de carpintero. (Juan Pablo II). En sus enseñanzas, Jesús se refiere regularmente a la realidad del trabajo para desvelar el misterio del Reino de Dios. Alaba al siervo fiel y prudente a quien el Maestro encuentra esforzándose en los deberes que se le encomiendan (Mt 24:46), y condena la conducta del siervo inútil, que esconde su talento en la tierra. (Mt 25:14ss) Describe su propia misión como la de trabajar. “Mi Padre siempre ha trabajado, y yo también trabajo.” (Jn 5:17) Sus discípulos son obreros en la mies del Señor (Mt 9: 37-38), y “pues el trabajador tiene derecho a su paga.” (Lc 10:7)

Trabajar en el hogar o en el mercado es una parte esencial del ser humano. La conciencia de que “este mundo que vemos ha de terminar.” (1Cor 7:31) no es una exoneración de estar involucrado en el trabajo. (2Tes 3:7-15) Ningún cristiano, creyendo que pertenece a otros y a Dios, tiene derecho a no trabajar y vivir a expensas de los demás. El apóstol Pablo les encarga a todos que sean un punto de honor trabajar, no depender de nadie. (1Ts 4:12), y practicar la solidaridad compartiendo los frutos de su trabajo con los necesitados. (Efesios 4:28) Santiago defiende los derechos pisoteados de los trabajadores: “El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores.” (Santiago 5:4)

Sin embargo, debe haber un equilibrio. En su predicación, Jesús enseña al hombre y a la mujer a no ser esclavizados por el trabajo. Antes que nada, deben preocuparse por sus almas. Ganar el mundo entero no es el propósito de la vida. (Mc 18:36) Los tesoros de la tierra se consumen, mientras que los del cielo son imperecederos. Es en estos últimos tesoros que los hombres y mujeres deben poner su corazón. (Mt 6:19-21) Porque no miramos a lo que se ve, sino a lo que no se ve. Porque lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno. (2Cor 4:18) Este es el don del reposo sabático en el día del Señor, un tiempo de curación, un tiempo dedicado a Dios y a los demás, cultivando relaciones que permitan a la humanidad emprender el camino hacia el sábado eterno.

Para muchos, la pandemia ha provocado una crisis y esperamos que puedan mantenerse estables durante la tormenta. Para muchos más que están bien materialmente, pero restringidos socialmente, esperamos que no se pierda la oportunidad de restaurar el equilibrio duradero en sus vidas dentro de la providencia creativa de Dios.