México celebra beatificación de Conchita

Por Junno Arocho Esteves
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Con música y aplausos resonando en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México, la Iglesia Católica de México celebró la primera beatificación de una mujer laica en el país.
La Misa de beatificación de la Beata María Concepción Cabrera que se celebró el 4 de mayo, presidida por el cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos.

JACKSON – En las misas celebradas, sábado y domingo 4-5 de mayo, en la Parroquia de Santa Teresa, la Hna. Magdalena Carrillo compartió con la Comunidad Parroquial la Beatificación de María Concepción Cabrera (Conchita).
Frente al altar, fue colocada la Cruz del Apostolado y su fotografía. En cada una de las misas, oficiadas por Monseñor Sanz, se dió una breve reseña de su biografía y de la Cruz del Apostolado. En la Misa de español, Karina Guerrero, que ha estado pidiendo a Dios por su salud por intercesión de Conchita llevó la Cruz del Apostolado en alto y otra joven llevo la foto de Conchita.
Reportó Elsa Baughman (Foto cortesía de Magdalena Carrillo, MGSpS)

La vida de la Beata Cabrera, cariñosamente conocida como “Conchita” dio testimonio de vida cristiana “como esposa, madre, viuda, inspiración para institutos religiosos e iniciativas apostólicas”, dijo el cardenal Becciu.
Miles de personas llenaron la basílica, donde pendía un retrato de la beata Cabrera. Su nieta, la hermana Consuela Armida y Jorge Guillermo Treviño, el hombre milagrosamente curado de esclerosis múltiple por la intercesión de la beata, llevaban una reliquia de la beata al altar central.
Nacida en San Luis Potosí, México, la beata Cabrera contrajo matrimonio en 1884 con Francisco Armida y tuvo nueve hijos con él. Antes de la muerte de su esposo en 1902, ella ya había fundado y recibido aprobación pontificia para el Apostolado de la Cruz.
A través de sus escritos y estilo de vida, inspiró la fundación de varias congregaciones religiosas de hombres y mujeres antes de su muerte, el 3 de marzo de 1937.
A través de su vida, dijo el cardenal Becciu en su homilía, la beata Cabrera, “habló de Dios de manera convincente y natural, lo cual probó su ardiente amor a él”.
“Que por su intercesión podamos escuchar las voces suplicantes de quienes viven pobreza espiritual o material, y respondamos a esa voz con la caridad distintiva de los fieles discípulos del Evangelio”, dijo el cardenal.