Celebrando década de ministros eclesiales laicos

POR OBISPO Joseph Kopacz
Este año se cumple el décimo aniversario del documento “Colaboradores en la viña del Señor”, un libro publicado por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos para guiar el desarrollo del ministerio eclesial laico en los Estados Unidos. Este documento resaltó también la evolución constante de los laicos en la misión de la iglesia en el mundo que el Señor Jesús nos ha confiado. El Obispo William Houck nombró el primer ministro eclesial laico de la Diócesis de Jackson en 1987, y en la actualidad hay 14 ministros eclesials laicos en nuestra diócesis. Su ministerio es parroquial en colaboración con el clero, con las personas de vida consagrada, con el personal remunerado y los voluntarios.
En la era moderna el desarrollo del ministerio laico ha aparecido en los documentos del Concilio Vaticano Segundo (1961-1965). En realidad, mucho de lo que fue promulgado en los 16 documentos del concilio podían rastrear sus raíces hasta un mínimo de medio siglo antes. Lumen Gentium, la Constitución Dogmática sobre la iglesia, fijó el rumbo para el crecimiento del ministerio laico en los últimos 50 años.
“Todos los cristianos, en cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad es favorable a una forma más humana de vivir…
“Todos los bautizados están llamados a trabajar por la transformación del mundo. La mayoría lo hacen  trabajando en el ámbito secular; algunos lo hacen trabajando en la iglesia y se centran en la construcción de la comunión eclesial”.
El Código de Derecho Canónico de 1983 que transportó el código de 1917 a la era moderna solidificó el desarrollo de ministerios laicos en el derecho universal de la iglesia. (Cánones 23-24) El término “ministerio eclesial laico” no implica que los ministerios en cuestión son distintivos a los laicos. Lo que es característico de los laicos es la participación en el mundo con la intención de llevar el orden secular en conformidad con el plan de Dios. Sin embargo, por su incorporación bautismal en el Cuerpo de Cristo, los laicos también están equipados con los dones y las gracias para construir la iglesia desde dentro, en cooperación con la jerarquía y bajo su dirección.
En el informe de la Conferencia Católica de los Estados Unidos de 1995, “Llamados y dotados para el nuevo milenio”, se lee que “la nueva evangelización se convertirá en una realidad sólo si los ordenados y los laicos fieles de Cristo comprenden sus roles y ministerios como de cortesía, y sus propósitos se unen a la misión y el ministerio de Jesús Cristo.”
En un momento importante en este camino de fe, San Juan Pablo II en su encíclica “En la clausura del Gran Jubileo (2000)”, le proporcionó a la Iglesia con una visión para el nuevo milenio. “La unidad de la iglesia no es uniformidad, sino una mezcla orgánica de la legítima diversidad. Es la realidad de muchos de los miembros unidos en un solo cuerpo, el único Cuerpo de Cristo. (1Cor 12:12 ) Por lo tanto, la iglesia del nuevo milenio  necesitará alentar a todos los bautizados y confirmados a tomar conciencia de su propia responsabilidad activa en la vida de la iglesia. Juntos con el ministro ordenado, con otros ministerios, instituidos o simplemente reconocidos, pueden prosperar para el bien de toda la comunidad, atendiéndola en sus múltiples necesidades”.
Muchas diócesis de los Estados Unidos han establecido formalmente ministerios eclesiales laicos y la Diócesis de Jackson podría muy bien haber sido la primera. Este ministerio encuentra su inspiración y realidad en la llamada de Dios y en la generosa respuesta de aquellos que han recibido los sacramentos de iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la Eucaristía. Como señalé, hay actualmente 14 ministros eclesiales laicos  sirviendo en la diócesis  y su número está compuesto por siete mujeres y cuatro hombres, dos mujeres religiosas,   y un diácono. El ministerio eclesial de estos hombres y mujeres se caracteriza por:
s Autorización de la jerarquía para servir públicamente en la iglesia local.
s Liderazgo en un área particular del ministerio.
s Estrecha y mutua colaboración con el ministerio pastoral de los obispos, los sacerdotes y los diáconos.
s Preparación y formación adecuada al nivel de las responsabilidades que les son asignadas.
A lo largo de mi 36 años y medio como sacerdote en la Diócesis de Scranton, Pensilvania, la asignación formal de ministros eclesiales laicos no existía. Durante mis viajes alrededor de la Diócesis de Jackson ha sido esclarecedor y estimulante para mí conocer nuestros ministros eclesiales laicos, visitar las parroquias en las que prestan servicio en el fin de semana, y aprender acerca de la fuerza y las limitaciones de cada comunidad. Tenemos la suerte de tener una relación de cooperación y colaboración entre nuestros ministros eclesiales laicos, los ministros sacramentales y los párrocos de las diócesis.
Al esperar mi asistencia a la conferencia semestral de obispos en San Luis la semana entrante, participaré en un encuentro previo a la conferencia con ocasión del décimo aniversario del documento “Colaboradores en la viña del Señor” y mi próxima columna será sobre la base de la actual realidad de los ministros eclesiales laicos en los Estados Unidos y la dirección futura de su ministerio, aquí y en otras partes de la nación.
En promedio cada año en los Estados Unidos, 1,500 sacerdotes se apartan de su ministerio activo, atribuible a la jubilación, la muerte, o de salida, y 500 son ordenados.
Este no es un panorama desolador, pero de seguro crea un ambiente pobre en lo que respecta al clero activo.
En este indicador del futuro previsible, los ministros eclesiales laicos seguirán siendo una parte fundamental del paisaje de ministerio activo en la Iglesia Católica en colaboración con los ordenado, religiosas y las legiones de voluntarios activos que generosamente donan su tiempo y talento para servir al Señor en su Cuerpo, la iglesia, para la salvación de todos. Después de todo, la iglesia existe para dar gloria a Dios y para continuar la obra de salvación de Cristo, un trabajo que continuará hasta que Cristo venga de nuevo.