Cuaresma: llamado a la conversión

Por el Obispo Joseph Kopacz
En su mensaje de Cuaresma a la iglesia universal, el Papa Francisco reta a todos los que quieren

+Bishop Joseph R. Kopacz


+Bishop Joseph R. Kopacz

ser fieles discípulos del Señor en el camino a la salvación a tener una comprensión más precisa de la llamada a la conversión. Que no nos quepa la menor duda que nuestro Santo Padre insiste en que no debemos olvidar que la verdadera pobreza (conversión) duele; ningún sacrificio es genuino sin la dimensión de la penitencia. Yo desconfío de la caridad que no cuesta nada y no duele.

La Cuaresma es el retiro anual de la iglesia o peregrinación, es el tiempo de renovación de nuestras promesas bautismales para prepararnos para el gran Triduo, la inmersión en la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Nuestra respuesta al amor purificado de Dios es profundamente personal, pero nunca es una disciplina espiritual aislada.

Nuestro crecimiento en la fe, la esperanza y el amor es un flujo continuo que enriquece el Cuerpo de Cristo a través de la reconciliación y vínculos más fuertes en nuestras familias, a través de una mayor justicia y paz en nuestro mundo, a través de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas y al anticipo de la comunión con Dios para siempre.
Esto sólo es posible en el amor de Jesucristo que es la fuente de la vida de gracia. Jesús se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo para que en su pobreza podamos ser ricos a través de la fe. El Papa Francisco explica. La razón de todo esto es su amor, un amor que es gracia, que es generosidad, el deseo de estar cerca, un amor que no duda en ofrecerse a si mismo en sacrificio por los amados … que rompe barreras y elimina las distancias.

Jesucristo siempre se acerca a nosotros, y con San Pablo, podemos dar fe de que nada nos puede separar de su amor. Él sólo necesita un pedacito de fe de nuestra parte del tamaño de un grano de mostaza, para erradicar el pecado y el egoísmo, la indiferencia y frialdad, los ídolos del poder, lujo y dinero, con el fin de que nuestra conciencia se puede convertir a la justicia, la igualdad, la sencillez y la generosidad.

El tiempo de la Cuaresma nos ofrece esa oportunidad. El cambio a través de la conversión nunca es fácil, pero es el camino seguro a la vida.
Durante este tiempo de Cuaresma la iglesia proclama una serie de evangelios de San Juan que nos coloca a los pies del Maestro. De especial importancia es el encuentro en el pozo de Jacob en el cual conversa con la samaritana y la invita a alejarse de la oscuridad de su vida laboriosa hacia la luz de desbordante alegría.

Él estaba sediento de la fe de ella y en una auténtica libertad, fundada en el perdón, se convirtió en una evangelista, testigo de su amor. Ella no pudo correr lo suficientemente rápido para atraer a otros al Señor. El Cristo crucificado y resucitado también tiene sed de nuestra fe y a través de las aguas del bautismo también somos perdonados y liberados para ser gozosos anunciadores de su evangelio, testigos de la esperanza para nosotros y para nuestro mundo, una persona a la vez.

Vamos a alejarnos del pecado y ser fieles al evangelio. El Miércoles de Ceniza nos invita para que podamos servir al Señor, no sólo por 40 días, sino por los muchos días que tenemos hasta que nos volvamos polvo a fin de estar con Él para siempre. (Lea la columna de la segunda  semana de cuaresma en la pag. 3 de la edición en inglés)