(OSV News) – El Adviento nos prepara para la venida de Jesús en Navidad y para que entre de nuevo en nuestras vidas. Y nadie sabe mejor que los santos cómo prepararse a acoger a Cristo.
Santa Teresa de Lisieux (1873-1897)
Cuando Teresita sólo tenía 15 años, el obispo le permitió entrar en el Carmelo de Lisieux. Quería ser misionera y mártir, pero pronto se dio cuenta de que ninguna de las dos opciones era posible para una monja de clausura. Así que buscó en el Espíritu Santo otra forma de servir al Señor Jesús. Reflexionando sobre las Escrituras, Teresa aprendió a hacer lo más amoroso en cada situación, lo que descubrió que era el combustible que encendía la fe de los mártires y los santos. Hacer la menor de las acciones por amor se convirtió en el secreto de su “pequeño camino”.
¿Qué tiene que ver una monja del siglo XIX con nosotros? Con los deberes de la familia, el trabajo o la escuela, las autopistas y el mundo digital, no tenemos mucho tiempo para buscar la santidad, ¿verdad? Pero ahí es donde Teresa nos da ejemplo. Su sencillez nos muestra que también nosotros podemos ser santos.

La Beata Ana María Taigi (1769-1837)
Una mujer ejemplar, la Beata Ana María dirigió una gran casa en Roma durante casi cinco décadas. Manejaba las finanzas con poco dinero, cuidaba pacientemente de una familia numerosa y difícil y recibía a un flujo constante de invitados. Todo ello lo hizo llena de fe y buen ánimo.
El temperamento violento de su esposo Domenico perturbaba a menudo a la familia. Pero Ana María siempre conseguía calmarle y restablecer unas relaciones pacíficas. En su vejez, Domenico rindió este conmovedor homenaje a su esposa:
“Con su maravilloso tacto era capaz de mantener una paz celestial en nuestro hogar. Y eso a pesar de que éramos un hogar numeroso lleno de personas con temperamentos muy diferentes”.
A menudo llegaba a casa cansado, malhumorado y enfadado, pero ella siempre conseguía calmarme y animarme. Y gracias a ella corregí algunos de mis defectos. Si yo fuera joven y pudiera buscar por todo el mundo una esposa así, sería en vano. Creo que Dios la ha recibido en el cielo por su gran virtud. Y espero que ella rece por mí y por nuestra familia”.
Podemos imaginar que llegar a ser santo requiere heroicidades como fundar una orden religiosa o convertir a personas en lugares lejanos que nunca han oído hablar del Evangelio. Pero la Beata Ana María nos muestra que el fiel cuidado diario de una familia requiere más que suficiente heroísmo para hacernos santos.
La venida final de Cristo
El Adviento no sólo anticipa la venida de Jesús como niño, sino también su venida final en la gloria. Puesto que sólo el Padre conoce el día del fin, el Señor nos amonesta para que estemos siempre vigilantes y nos comportemos con rectitud. Cuando Jesús venga como Esposo para desposar a la Iglesia, no queremos estar tan desprevenidos como las cinco vírgenes necias de la parábola (ver Mt 25,1-13).
Por eso, en este Adviento, siguiendo a los santos, decidámonos siempre a amar a Dios por encima de todo y a hacer lo que es amoroso en toda circunstancia.
