El Buen Pastor esta con nosotros

Celebramos la consagración y recurrimos
al Buen Pastor en el corazón de la temporada
de Pascua, para escuchar la voz de quien dio su vida
por nosotros, que nos conoce por nuestro nombre,
nuestros miedos y sueños, nuestras luchas y esperanzas
y quiere escuchar nuestras voces en oración y
preocupación por los demás.

Obispo Joseph R. Kopacz

Por Obispo Joseph Kopacz
El viernes primero de mayo, la Diócesis de Jackson, en solidaridad con todas las diócesis católicas de los Estados Unidos y en Canadá, renovó la consagración de los Estados Unidos a la Bienaventurada Virgen María. La siguiente declaración de fe y esperanza junto con la oración de apertura revela la tradición de la centralidad de la vocación singular de la Santísima Madre, a la que todas las generaciones llamarán bendita. “Cuando nuestro Señor resucitado se apareció a sus discípulos el domingo de Pascua, dijo: ‘La paz sea con ustedes’. Podemos estar seguros que Él desea esta misma paz para todos los miembros de su cuerpo, la iglesia y para la gente de todo el mundo. En este momento difícil, nos volvemos a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, para pedirle a ella que interceda con su Hijo por todos aquellos que se vean afectados de alguna manera por esta pandemia. Al renovar la consagración de nuestro país y de nosotros mismos a la Madre de Dios, le imploramos a ella por su cuidado maternal para con todos sus hijos.”
Rezamos:
“Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo Unigénito, mientras colgaba de la Cruz, eligió a la Santísima Virgen María, su Madre, para ser también nuestra Madre, concédenos, te rogamos que, con su amorosa ayuda, tu Iglesia pueda ser más fructífera día a día, exultando la santidad de sus hijos, que ella pueda atraer a su abrazo a todas las familias de los pueblos. Te lo pedimos a través de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.” (Juan 19:26-27)
La identidad de María como la Madre de la Iglesia fue sellada el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre ella una vez más, junto con los otros 119 discípulos en el inicio de la iglesia. (Lucas 2).
Anteriormente en el Evangelio de Juan, ella estuvo presente en la boda de Cana, el sitio del primer signo o milagro de su hijo, donde cambió el agua en vino. En ese momento, ella fue testigo de todos los que quieren ser discípulos cuando les dijo a los camareros, “hagan lo que él les diga”. (Juan 2:5) Estas palabras vinculan la oración de consagración con el Domingo del Buen Pastor y el llamado a escuchar la voz del Señor y hacer lo que nos diga, no como un escape de la realidad, que es muy complicado en este momento, sino como una invitación a saber que Dios está con nosotros siempre.
Celebramos la consagración y recurrimos al Buen Pastor en el corazón de la temporada de Pascua, para escuchar la voz de quien dio su vida por nosotros, que nos conoce por nuestro nombre, nuestros miedos y sueños, nuestras luchas y esperanzas y quiere escuchar nuestras voces en oración y preocupación por los demás.
El Salmo 23, nuestro Salmo responsorial del día, es un faro de coraje y esperanza, “Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza.” Dios nunca abandona el rebaño. Sabemos esto en Jesucristo, cuyo sufrimiento, muerte y resurrección son un bálsamo curativo para nuestro sufrimiento y la promesa de vida en abundancia. “ ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!” (Romanos 8:39)
Poseemos abundantes tesoros en el almacén de la fe. La gracia de Dios ya nos ha guiado a las aguas tranquilas y renovadoras del Bautismo, a la unción de nuestras cabezas y corazones con aceites sagrados, y a la mesa eucarística, llena de vida y amor en abundancia. El Buen Pastor está a nuestro lado, en nuestros hogares, en todos los espacios que navegamos cuidadosamente. Es cierto que las fronteras y los bordes de nuestra realidad están borrosos, y la vida y la muerte están encerradas en un combate mortal para que todos las vean, demasiado cerca, para su comodidad. Sin embargo, desde la oscuridad y la sombra de la muerte, la voz del Buen Pastor no es silenciosa.
Que nuestro refugio en el lugar y la seguridad en el hogar nos brinden un canal para escuchar su voz y seguir sus caminos. Debemos beber de las aguas más profundas de nuestra fe en formas creativas y vivificantes. Es cierto que estamos dispersos y sacramentalmente separados del rebaño, el Cuerpo de Cristo, los verdes pastos de nuestra vida espiritual, pero la gracia y el amor del Pastor siguen siendo una fuente viva que no se seca, y que ya fluye hacia arriba en busca de la vida eterna.
Todos anhelamos el día en que podamos deleitarnos directamente en la mesa de la abundancia, el banquete eucarístico, el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad del Buen Pastor. Se acerca el momento en que escucharemos las voces del ritual de comunión: “El cuerpo de Cristo” y “Amén”. Después de todo, la Sagrada Comunión con el Señor y con los demás es lo que el Buen Pastor desea para nosotros. Pero mientras esperamos con gozosa esperanza, no perdamos el tiempo preocupándonos por lo que nos falta, sino celebrando todo lo que tenemos en abundancia en Jesucristo, el Buen Pastor. Con nuestra Santísima Madre, que nuestras almas también proclamen la grandeza de Dios y se regocijen en Dios nuestro Salvador. (Lucas 1:45-46) Esta es nuestra fe y estamos orgullosos de profesarla en Cristo Jesús, nuestro Señor.