En la familia de Dios, “realmente es un mundo pequeño” después de todo

Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
La audiencia papal de los miércoles reúne regularmente a peregrinos de todo el mundo en la Plaza de San Pedro, y durante este Año Jubilar la plaza no pudo contener a la gran multitud. La universalidad de la iglesia estuvo en plenamente presente durante la junta de casi dos horas con el Papa León XIV, que bien valió la pena la salida a las 6 a.m. de nuestro hotel.
El mensaje del Santo Padre, pronunciado en ocho idiomas, se extendió por toda la tierra con la pasión del Salmo 19: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
El discurso humano resonó en la plaza para el gozo de todos los presentes físicamente y a la nube virtual para los espectadores de todo el mundo.

Obispo Joseph R. Kopacz

Con cada encuentro, los obispos son invitados a pasar al frente para sentarse cerca del escenario, y la llegada temprana de nuestro amable grupo me dio un excelente punto de vista para ver, escuchar y apreciar la presentación sin pretensiones, si no la generosidad que rodeaba el mensaje del Papa León. Como beneficio adicional, tuve la suerte de sentarme junto al arzobispo de Bangkok, Tailandia, quien habló sobre la realidad de la iglesia en un país que es 96% budista, donde los católicos suman alrededor de 500,000, aproximadamente el 1% de la población total.
Fue una representación relevante porque, a mi izquierda, había una cantidad de monjes budistas en la audiencia al igual que obispos. El Papa León acababa de realizar un servicio de oración interreligioso por la paz en el Coliseo el día anterior con representantes de todas las principales tradiciones religiosas.
El foco central de las palabras del Papa en el Coliseo y la audiencia fue la oración y una súplica por la paz, la justicia y la reconciliación, inspirada en el 60 aniversario de Nostra Aetate (En Nuestra Era), un documento del Concilio Vaticano II que destacó la necesidad de la oración, el diálogo y el estudio interreligiosos para la gloria de Dios y un mundo más justo y pacífico. El amor de Jesucristo nos impulsa a proclamar el Evangelio de salvación y paz en todas partes y por siempre.
Al final de cada audiencia, todos los obispos son bienvenidos a formar una fila para saludar personalmente al Santo Padre. Esta procesión y toda la audiencia se encuentra en el sitio web de la Santa Sede Vaticano, con los encuentros memorables de cada obispo con el Papa. Es un momento preciado que se almacena en mi memoria para siempre y se conserva en las redes sociales para muchos otros.
¿Qué palabras intercambiamos durante ese cordial saludo? Me presenté como parte de la Diócesis de Jackson y del estado de Mississippi, y él sonrió y dijo: “Ah, los Estados Unidos”. El Papa León XIV es el primer sucesor de San Pedro en saber que Mississippi es más que un río. Después de agradecerle por su ministerio en la iglesia, me fui con un par de rosarios, – un preciado regalo del Santo Padre.
Inmediatamente después, hubo una alegre reunión con nuestro grupo diocesano de peregrinos, que tuvieron muy buenos asientos en la plaza, por lo cual les permitió ver el escenario y capturarlo todo en la pantalla grande de cerca. Después, mientras caminaba por la plaza con la sotana episcopal mientras todos se extendían por las calles y pasillos vecinos, hubo muchas interacciones y conversaciones.
Hablé, oré y me tomé fotos con peregrinos de Francia, México, Irlanda, Perú, Filipinas e Indiana. ¡Qué delicia! Aquí es donde se cerró el círculo de mis viajes recientes. Les pregunté a los peregrinos de México dónde vivían exactamente, y el primer lugar que me dijeron fue Saltillo. Qué cierto es que todos los caminos conducen a Roma.
El viaje misionero a Saltillo fue una plataforma excepcional hacia la peregrinación y será el tema de otra columna. Uno de los peregrinos de Perú expresó el viejo proverbio de otra manera: “Obispo, es un mundo pequeño”.
Es muy Cierto, peregrino, tan cierto. Que el mensaje de la Buena Nueva de Jesucristo, crucificado y resucitado de entre los muertos, sale hasta las fronteras de la tierra y regresa. La audiencia del miércoles no dejó dudas sobre esta verdad.